Gabriel Pereyra

Gabriel Pereyra

Zikitipiú > Educación

¡Fantasmas!

Ante el fracaso de las Pisa, el gobierno dice que todo empezó hace 20 años y los gremios lo ubican en la crisis del 2002
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04 de diciembre de 2013 a las 00:00

Cuando se habla de educación, hay muchísimos datos y argumentos difíciles de absorber para quienes son ajenos a la materia. Sin embargo, algunas apreciaciones, en general políticas o ideológicas, justifican lo injustificable y falsean la realidad de una manera tal que sólo hay que repasar la historia reciente para darse cuenta.

“Hace un par de décadas que venimos asistiendo a problemas en la educación”, dijo, entre otras cosas, Ricardo Ehrlich, ministro precisamente de Educación al conocerse el resultado de las pruebas Pisa. Los representantes de los gremios docentes, en el límite del delirio, dijeron: “Estos alumnos son hijos de la crisis de 2002”.

Uno dice que empezó hace 20 años, los otros que hace 12. Quizás lo digan como una forma de aclarar, como si fuera necesario: “Miren que esto no empezó hace nueve años con el Frente”

Cada uno que repase la historia de donde pueda o quiera. Me crié en el Hipódromo, tan cerca del circo hípico como de los cantegriles de Aparicio Saravia. Hace 40 años, más en realidad, que ya había cantegriles ahí.

En la esquina de mi casa había una escuela, pero mi madre, una obrera jefa de hogar, no quería que sus hijos fueran a ella. Ahí había un comedor y eso atraía a los “cantegrileros”, muchos de los cuales dejaban atados los carros, con los que juntaban basura, en un campito cercano para levantarlos luego a la salida de la escuela. Recuerdo a mi madre diciéndome que lo que esos pibes recibían ahí era lo único que comían en todo el día. Hace 40 años.

Muchas veces iban descalzos arrastrando esos carros, a veces de túnica; a veces el de túnica iba arriba del carro mientras otro lo cargaba. Una cosa era entreverarse para jugar al fútbol en el cante, pero otra era la escuela, y no recuerdo ningún pibe de mi cuadra que fuera a esa escuela.

Las madres daban una dirección cercana a otra escuela que quedaba a ocho cuadras, pero donde los pibes iban con la moña atada y la túnica más blanca.

En el gesto amoroso de aquellas madres de hace 40 años también anidaba la discriminación, estigmatización, segregación que se hizo ley en Montevideo. Y ya era bastante complejo de analizar por entonces, hace 40 años. No se trataba del Hipódromo contra Pocitos. Eran el Hipódromo y Las Acacias, barrios vecinos, pero una escuela generaba confianza porque su ambiente social era uno, y la otra no porque, ya entonces, era otro. Hace 40 años de esto, o sea, faltaban tres décadas para la crisis de 2002.

Avanzó la dictadura. No había otra que ir al liceo del barrio, el 13. En las últimas mediciones de rendimiento sacadas a fuerza judicial a Secundaria mostraron que el 13 está en el fondo del tacho, último en promociones. ¿Esos son hijos de qué? Allí hay muchachos de 13 años en adelante, y no me animo a poner una edad tope porque sabemos lo que puede ser la acumulación de años cursados producto de las repeticiones.

Podrán marear y dejar a la gente impávida acerca de estrategias educativas, superposición de materias, ignorancia por inmersión; pero lo que no pueden hacer por honestidad intelectual es reducir a una foto, o a un corto desabrido, lo que fue un largometraje de terror, que transcurrió ante los ojos de todos durante 40 años.

La dictadura finalizó y llegó un gobierno democrático, colorado, para algunos de derecha (una exageración), para otros de centro derecha con ribetes socialdemócratas. Pero por las calles del barrio siguieron arrastrando carros esas almas como salidas de Bombay.

Y llegó un gobierno nacionalista, neoliberal para unos, liberal a secas para otros. Con él se vivía mejor, era la consigna, entre otras razones porque, como ocurre hoy, los vientos regionales soplaban a favor. Se consumió mucho (como ahora), se viajó mucho (como ahora), hubo para repartir (como ahora).

Pero el liceo 13, que alguna vez se dijo que tenía uno de los mejores laboratorios de ciencias, se fue cayendo a pedazos. Y empezaron a entrar pibes armados. Y en las escuelas de la zona las túnicas se parecían cada vez más. La democracia, bendita siempre, fue igualando a quienes habían sido distintos en algún momento.

Y volvió un gobierno colorado, para algunos antimarxista, para otros batllista y defensor del Estado. En el barrio, los de los carritos habían tenido hijos y estos estaban listos para tener a los suyos, con madres cada vez más jóvenes, cada vez más solas, cada vez más marginadas.

Y se fue el gobierno colorado y vino otro colorado, este más liberal, y lo azotaron todas las plagas de la economía y la política. Y todo el que estaba en el límite cayó. Los que estaban caídos siguieron caídos. No hubo mucho cambio en esas zonas: el mismo rancho, el mismo carro, la misma túnica de varios años. Y más nenes.

Parece ahora que esos nenes (no los nacidos en ese año porque tendrían 12 años, sino los “hijos de esos años”) son los que no entienden matemáticas, ni ciencias, los que no pueden leer un texto y comprenderlo. No comprender al otro genera intolerancia. ¿Y ahora parece que esta historia negra comenzó con la noche económico-financiera de 2002? ¡Fantasmas!

Y se rompió la historia y llegó el Frente Amplio. Y un día los de la túnica raída aparecieron en el rancho con una computadora. ¿Era esto un cambio importante en materia educativa? En principio era algo más, además de la plata que en todos estos años llegó a los ranchos por la vía de una extendidísima red de asistencia social.

Si hay algo de lo que no se puede dudar es que el Estado uruguayo ha volcado grandes cantidades de dinero a políticas sociales.

La pobreza bajó en buena medida a fuerza de dinero entregado a las familias más deprimidas. Quinientos pesos más o menos, a más de uno le hace la diferencia. Los carritos, eso sí, siguen circulando y las túnicas siguen raídas.

En estos días, por el suplemento Qué pasa me enteré que la escuela a la que fui tuvo el año pasado una repetición de casi el 10% y que en la que mi madre no quería mandarme la repetición fue del 14%. Ni idea si una evolucionó para arriba y la otra para abajo respecto de aquellos años. Más allá de esos ejemplos, los resultados generales están a tono con lo que se supo en estas horas sobre las pruebas Pisa, realizadas a muchachos de 15 años.

Cuarenta años pasaron. No fue “hace un par de décadas”, no tiene que ver el lustro neoliberal de los 90 o la crisis de 2002. Ya que no pueden con el problema, deberían evitar la desfachatez de intentar vendernos un verso sobre un asunto tan sensible.

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