Por Capitán de Navío (Ret), PhD, Juan Carlos Nogueira
Sr. director:
Quiero hacer conocer a los lectores de El Observador que el libro El robo de la historia, de Diego Fischer, injuria a un Oficial Superior de la Armada fallecido. Bajo la apariencia de una investigación histórica, el texto presenta falsedades.
Grande fue mi asombro cuando, en la página 125, el autor expone al fallecido capitán de navío Mario Risso (identificado en el libro por su grado, nombre y dos apellidos), como integrante de la banda del robo. Es decir, lo acusa de tupamaro y ladrón, lo cual constituye una flagrante injuria.
De inmediato fui a buscar la referencia de semejante disparate. Es de costumbre en toda investigación seria proveer una referencia bibliográfica específica, para que el lector pueda comprobar la veracidad de algún pasaje que así lo amerite. En este caso la referencia dice únicamente: “Archivo General de la Nación”. Ningún investigador serio daría una referencia tan ambigua, obligando al lector curioso a leer todos los documentos del archivo.
Más adelante, el autor cita un diálogo entre el supuesto capitán Risso y los cómplices del robo. Eso fue el colmo.
Para quien no conozca quién era el señor capitán del navio Mario Risso, diré que entre otros cargos, fue jefe de Inteligencia de la Armada. Jamás perteneció al Movimiento de Liberación Nacional (MLN). Por el contrario, fue uno de sus más acérrimos enemigos, e incluso estaba sentenciado a muerte por los tupamaros. Suponer que pertenecía al MLN no es solo absurdo, sino ofensivo para su familia y para la Armada.
Me puse en contacto con el autor para advertirle de su error. Sin embargo, en lugar de admitirlo y buscar la forma de subsanarlo, adoptó una posición soberbia respondiendo que era “mi palabra contra sus documentos” y que “figura en el expediente judicial, en un papel de los propios tupas” (sic).
Intenté que fuera más concreto, pero respondió que estaba en Punta del Este y no tenía los documentos. Lo invité a reunirnos con la finalidad de aclararle que era imposible vincular al capitán Risso como miembro del MLN, pero no respondió más.
Ante su falta de respuesta, decidí ser más directo, y escribí un comentario en la página de Facebook de Fischer, exponiendo que el libro contiene falsedades. El comentario desapareció, un burdo intento de evitar que se supiera la verdad.
El día 31 de diciembre, finalmente reconoció que se había equivocado, y publicó a modo de disculpa un post en Facebook, que transcribo textualmente ya que aporta evidencia del poco fundamento de su trabajo. Dice así:
“Estimados en El robo de la historia se incurrió en un error al mencionar al capitán Mario Risso Pedranzini, como integrante del comando que cometió el atraco a las oficinas de Luis Eduardo Mailhos en 1970. De los documentos judiciales y policiales analizados, surge que entre los ocho atracadores identificados se encontraba un individuo apodado “el Flaco”. Este mismo sobrenombre era el que los integrantes del MLN le habían puesto al capitán Risso, militar que nada tuvo que ver con la organización guerrillera y que por el contrario trabajó activamente para combatirla. En el cruce de datos se registró la equivocación. El error fue corregido en la nueva edición que aparecerá en librerías en los próximos días. Si alguien de la familia Risso se sintió afectado por la equivocación, vayan desde aquí mis disculpas. Diego Fischer”.
Primero que nada, me parece positivo que reconozca su error. Pero el daño ya está hecho. Quienes leyeron el libro puede que no se enteren de esta enmienda. Me parece que los ejemplares con la versión injuriante deberían retirarse de venta al público.
Segundo, la explicación de que confundió las identidades del capitán y de un tupamaro, porque el sobrenombre del primero coincide con el alias del segundo (“Flaco”), demuestra la liviandad de su investigación. Tratándose de un indicio tan débil como ese, alguien responsable y profesional hubiera recabando más información, antes de saltar a una conclusión que ensucia el nombre de una persona.
Desconozco cuál será la decisión de la familia Risso, ni la de la Armada, que también está rozada. Como camarada de armas del extinto capitán Risso, de quién guardo el mejor de los conceptos, me siento en la obligación moral de hacer conocer la verdad.
Una última reflexión va dirigida a la casa editorial que debería exigir más seriedad y formalismo metodológico en publicaciones que se venden como históricas.
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