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"Hoy recién elaboramos el duelo de ese país que ya no somos"

Una mirada del nuevo decano de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo sobre la relación entre la cultura arquitectónica de Montevideo y las necesidades sociales
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24 de marzo de 2018 a las 05:00

Antes de todo estuvo el dibujo. A los 6 años Marcelo Danza se enfermó de mononucleosis. Eran los primeros años de la década de 1970. No había pantallas así que el tiempo se mataba con otros recursos. Para combatir el tedio de los tres meses en cama, él dibujaba. Pasó la niñez y llegó la adolescencia, el momento en que hay que decidir el futuro. Danza –hijo, nieto y hermano de médico– creyó que su vocación era la psicología. Hasta que en un 181, rumbo al Prado, donde vivía su familia, se encontró con el primo de un amigo que le dijo que estaba estudiando arquitectura. La charla fue, más o menos, así:

–¿Y qué hace un arquitecto?

–Es una tarea muy creativa. Tenés que diseñar cosas y en facultad te pasás mucho dibujando.

Danza pensó que eso era suficiente. Y en 1985, aún sin mucha idea de qué era ser arquitecto, subió las escaleras del edificio que, décadas antes, diseñaron Román Fresnedo Siri y Mario Muccinelli.
Ahora Danza tiene 51 años. Está sentado en una oficina austera y despojada que da al patio de la recientemente nombrada Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo (FADU). Es la oficina del decano y el decano, desde noviembre, es él. No hay demasiados elementos que hablen de sus gustos, sus pasiones, sus obsesiones. Tal vez el mate, la Mac sobre el escritorio, algunos libros de consulta.

Hace unos días, el día de comienzo de clases, Danza se paró –camisa azul oscura, jeans, palabras y formas cálidas– frente a cientos de jóvenes y les dio la bienvenida.

Cuando hace el ejercicio de recordar sus primeros tiempos en la facultad, en tiempos en que –seguro– se sentía con la misma efervescencia e incertidumbre que las de esos cientos de pares de ojos que lo miraron hace unos días en el auditorio de la FADU, Danza verbaliza lo siguiente: "Entré en un mundo que empezó a fascinarme. Lo descubrí de cero. Hubo un momento en que me di cuenta de que ahí había una veta de construcción cultural y no solo de construcción de edificios. Dejé de jugar al fútbol, de militar en política, dejé todo por la facultad. Entré a facultad el primer año después de la dictadura. Todo era apertura, explotaba la música, el arte, todo. Lo que estaba prohibido, dejó de estarlo. Y a eso se sumaba que tenía 18 años. Apasionarse con la arquitectura en ese momento era muy natural".

La FADU tiene que generar ese vínculo y estar abierto. No debe ser visto como un elemento solo de resistencia, tiene que ser proactivo, propositivo. Que el poder público, los ministerios, las intendencias y quienes toman las decisiones al respecto la vean como un aliado.
La pasión por la arquitectura sigue siendo natural. Y las horas que le dedica son muchas. Catorce o más. Es lunes y Danza llegó a la FADU a las 7.30 de la mañana. Todavía está en un período de adaptación, ordenándose, armando sus equipos, planteándose sus objetivos. En algún momento de la jornada pasará por el estudio que tiene junto con Thomas Sprechmann –profesor, mentor y socio–. "Sigo dando taller (es profesor catedrático de proyectos arquitectónicos y urbanos desde 2005) y sigo con la actividad profesional. No quiero ni puedo dejarlo. Creo que es formativo para acá. En la actividad profesional uno se nutre también de muchas cosas que son fundamentales para la docencia y para el cargo de decano. Me insistieron mucho en que era una actividad administrativa principalmente, pero lo concibo como una actividad docente y estoy convencido de que se puede.

¿Por qué está tan convencido de que también es una actividad docente?

Este tipo de cargos tienen una parte administrativa en la medida en que cada compra se tiene que aprobar por el consejo o por el decano. Eso hay que asumirlo. También tiene un componente político-académico. Y además en lo que responde a la parte docente se vincula mucho con la orientación que se le da a la facultad. El primer día de clases les dije a los estudiantes que se imaginaran lo que era este espacio, donde está el edificio de la facultad, hace 300 o 400 años. Les mostré una foto y lo que veías era nada, pasto, una penillanura. Después les mostré la foto del hoy. La diferencia entre aquel, llamémosle, campo y lo que hay hoy, el espacio que habitamos, es el diseño.

Cada elemento, los carteles, los cordones de la vereda, la comunicación visual de la ciudad, las construcciones, todo esto que borró la naturaleza es una construcción colectiva generada por diseño. Voluntaria o involuntaria. Que alguien lo hizo con conciencia o sin ella. El hábitat en el que vivimos está vinculado a las disciplinas de diseño y es esta facultad la que forma a esa gente que trabaja en la generación de esos espacios. Vivimos en un espacio generado inevitablemente por nuestra cultura. Es parte de la cultura urbana habitar espacios hechos por otros. Y tenemos que generar esos espacios del futuro. Cosa que no nos ha sido sencilla a los uruguayos recientemente. Habitamos espacios fantásticos generados por un momento histórico y nos está costando generar espacios de la misma calidad para el futuro. Las decisiones de posgrados, internacionalización de la facultad, invitar profesores a ser parte, estimular a los estudiantes dentro de determinadas líneas creativas... hay muchas decisiones de orientación institucional que para mí tienen contenido académico.

El hábitat en el que vivimos está vinculado a las disciplinas de diseño y es esta facultad la que forma a esa gente que trabaja en la generación de esos espacios. Vivimos en un espacio generado inevitablemente por nuestra cultura. Es parte de la cultura urbana habitar espacios hechos por otros. Y tenemos que generar esos espacios del futuro.
A través de varias acciones la FADU está generando un vínculo más fluido y estrecho con los montevideanos. ¿Qué tan importante es ese lazo?
Fundamental. La FADU en Uruguay es la institución por excelencia que asume esos temas y su vínculo con la cultura. Es importante el diálogo porque cada uno de nosotros, sin habernos formado para el tema, es un constructor. Llegás al lugar donde vivís con tus muebles, tu bagaje de mudanza y desplegás en ese espacio vacío tu historia. Es tu ropa que tenés puesta más un montón de elementos –objetos, amuletos, libros– que llevás contigo y vas transformando tu espacio. En el lugar donde vivís es notorio. Pero también cada espacio como un jardín, un balcón altera los espacios de la ciudad. Tus decisiones alteran el espacio que todos habitamos. Si tomás la decisión de pintar tu pedacito de fachada de violeta, cada vez que pase en el ómnibus o caminando voy a verlo. Y ese violeta generará algo que de repente será fantástico u horrible.

Todos somos constructores del espacio que habitamos. Cuando tirás un papelito en la calle, cuando ponés un cartel en el trabajo que imprimiste así nomás. Si todos lo asumimos y tenemos una sensibilidad elemental, el resultado es una ciudad de esas que son disfrutables. En esas ciudades eso sucede porque hay una conciencia social cultural, general. Hace tiempo Tomás Sprechmann, mi socio y amigo, viajó a Suiza, me trajo de regalo un billete que tiene a Le Corbusier. Cuando pasa que, en los billetes, además de tener políticos, músicos, literatos hay arquitectos es una señal de apropiación. La FADU ha hecho un trabajo buenísimo en ese acercamiento y hay que seguir en ese camino. Son construcciones muy lentas. En un momento fueron muy naturales, después se separaron un poco y me parece que ahora hay que seguir por ese camino.

Si tomás la decisión de pintar tu pedacito de fachada de violeta, cada vez que pase en el ómnibus o caminando voy a verlo. Y ese violeta generará algo que de repente será fantástico u horrible. Todos somos constructores del espacio que habitamos. Cuando tirás un papelito en la calle, cuando ponés un cartel en el trabajo que imprimiste así nomás. Si todos lo asumimos y tenemos una sensibilidad elemental, el resultado es una ciudad de esas que son disfrutables.
¿Por qué dejó ser natural esa conciencia de que construimos la ciudad? ¿Dónde está el quiebre?
Hubo un momento en que la uruguaya era una sociedad pequeña. Y tenemos una Facultad de Arquitectura formada muy tempranamente, es una de las primeras de América Latina. Hay una generación formada por Joseph Carré –un francés al que se fue a buscar especialmente–, en un momento en que el país se estaba construyendo y estaba bien económicamente. Le Corbusier visita Uruguay en 1929 y queda fascinado con lo que sucede acá. Se impacta más con Montevideo que con Buenos Aires, si bien había pasado muchos meses allá. A eso se le suma que estábamos alineados en la vanguardia tecnológica del momento. Así se forma esta ciudad atípica en su matriz. Después viene un proceso social difícil. Aparecen los primeros asentamientos, hay una dificultad de entenderlos desde el campo de la cultura urbana. Se va generando una fragmentación. No es un proceso solo uruguayo, es también latinoamericano. Con el paso del tiempo se empezó a entender que interactuar con eso significaba un esfuerzo social mucho mayor y que la arquitectura y el urbanismo tenían mucho que ver. Hoy lo que recién está pasando es que elaboramos el duelo de ese país que ya no somos. Nos asumimos en una situación diferente y nueva y dijimos: "¿Qué podemos hacer con este problema proyectándonos a futuro?".

Hoy lo que recién está pasando es que elaboramos el duelo de ese país que ya no somos. Nos asumimos en una situación diferente y nueva y dijimos: "¿Qué podemos hacer con este problema proyectándonos a futuro?".
En este duelo en el que nos encontramos hay muchas discusiones que se relacionan con ese conflicto eterno entre el pasado y el futuro, patrimonio y alturas, por ejemplo.
Son puntos claves. Los uruguayos tenemos un problema con la altura.Siempre recuerdo un debate que hubo entre Mariano Arana y Guillermo Gómez Platero sobre la altura de la ampliación del Victoria Plaza. Arana estaba en el Grupo de Estudios Urbanos con una fuerte defensa de la ciudad y a Gómez Platero le habían encargado el hotel. Al grupo de Arana le hacía ruido que la torre futura del Victoria Plaza fuera más alta que la del Palacio Salvo y eso estaba vinculado con que era un proyecto generado por el reverendo Moon. ¿A qué quedaba ligado el valor simbólico de los edificios más altos de la ciudad, entonces? Finalmente lo que sucedió es que la torre del Victoria Plaza no es más alta que la del Palacio Salvo. La pregunta es: ¿En qué momento una sociedad se siente con la capacidad tal de decir: "Hasta acá llegó el proceso de la ciudad y nada va a ser más alto que esto"? Este cuidado de la ciudad encierra una arrogancia en decir: "El tiempo llegó hasta nuestro tiempo, los cambios llegaron hasta nuestros cambios". En el campo del urbanismo eso es bastante peligroso.

La pregunta es: ¿En qué momento una sociedad se siente con la capacidad tal de decir: "Hasta acá llegó el proceso de la ciudad y nada va a ser más alto que esto"?
También tenemos un problema con el patrimonio. Nuestro patrimonio es moderno. La visión cultural y social del patrimonio es de edificios muy antiguos. "Cuando algo es muy antiguo se vuelve patrimonio, es tan viejo que vale la pena conservarlo para las generaciones futuras". Ese es, un poco, el concepto popular. En cambio, el debate que se da en torno a la residencia Poseidón es el de un patrimonio reciente, contemporáneo. Ahí se produce cierto desconcierto respecto a lo que es o no patrimonio. Era un debate necesario y que desde la facultad estamos intentando promover. Es complicado porque involucra aspectos económicos. También es razonable que hayan reglas de juego claras. No es lógico que a un inversor, en el momento en que pone el cartel, se le venga la sociedad encima.

La visión cultural y social del patrimonio es de edificios muy antiguos. "Cuando algo es muy antiguo se vuelve patrimonio, es tan viejo que vale la pena conservarlo para las generaciones futuras". Ese es, un poco, el concepto popular. En cambio, el debate que se da en torno a la residencia Poseidón es el de un patrimonio reciente, contemporáneo. Ahí se produce cierto desconcierto respecto a lo que es o no patrimonio.
Lo que creo que es necesario es que una sociedad se sienta identificada con la construcción de un tiempo. Hay algo que es muy demostrativo. Cuando se quiere mostrar una imagen de Montevideo pujante se utiliza la torre de Antel, muy cuestionada en su momento, o el World Trade Center del Buceo. Se buscan ese tipo de símbolos y edificios contemporáneos, porque necesita sentir que hace presente y que construye futuro. Que no solo habita símbolos del pasado recodificándolos. Es fundamental que haya una convicción de una sociedad que pueda cambiar su mundo presente.

Cuando se quiere mostrar una imagen de Montevideo pujante se utiliza la torre de Antel, muy cuestionada en su momento, o el World Trade Center del Buceo. Se buscan ese tipo de símbolos y edificios contemporáneos, porque necesita sentir que hace presente y que construye futuro.
¿Cómo se da la conversación entre la FADU y el Estado en temas patrimoniales?
La FADU tiene que generar ese vínculo y estar abierto. No debe ser visto como un elemento solo de resistencia, tiene que ser proactivo, propositivo. Que el poder público, los ministerios, las intendencias y quienes toman las decisiones al respecto la vean como un aliado. No está bueno solo aparecer reclamando, reprochando. Por eso no quiero dejar mi trabajo profesional. Porque entiendo lo que está pasando en la ciudad, ahí entiendo el problema del inversor, del promotor, del que construye ciudad, de las trabas o no que tiene. Y eso es lo que el estudiante tiene que formarse para ser. Un constructor de ciudad. Hay que recomponer el diálogo entre la cultura arquitectónica y la cultura y necesidad social.

Dos obras a las que Danza le tiene especial cariño.

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La Pedrera. Es un proyecto que hicimos junto con Andrea, mi mujer que también es arquitecta y compañera de generación. Es una casa muy pequeña que desde hace 10 años es a la vez refugio y lugar de descanso y espacio para compartir la vida en familia.

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Hospital Británico. Hace más de 20 años que -junto con Thomas Sprechmann- somos los arquitectos de la institución. Todos (todos, todos!) los viernes en la tarde desde 1997 nos reunimos durante más de tres horas con el Gerente General Cr. Walter Pereyra a pensar las obras y el futuro de la institución.Esto ha sido para mi de una especie de "doctorado" . He aprendido infinidad de cosas en esas reuniones con Thomas y Walter sobre la arquitectura, sus estrictas exigencias funcionales, económicas y simbólicas. He entendido que ésta debe estar preparada para el cambio constante. He logrado junto con ellos entender la arquitectura como un organismo vivo en constante mutación, no cómo materia inmutable. La arquitectura se mueve.









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