¿La muerte en imágenes, nos conmueve o nos adormece?

El 24 de agosto un tiroteo frente al Empire State Building en Nueva York dejó como resultado dos muertos, un trabajador del lugar y el tirador. Desde uno de los pisos más bajos del edificio Sam Weitz se asomó por la ventana de su oficina y vio una persona herida en la vereda que se desangraba. Sacó su Iphone y tomó una foto. Minutos después The New York Times colocaba en su portal esa imagen para ilustrar el hecho y, era tan poca la información que tenían que la leyenda de la foto solamente dice "Una víctima luego del tiroteo..." Inmediatamente la foto comenzó a circular por las redes sociales y las opiniones se dividían entre los indignados y los que justificaban lo explícito de la imagen. Lo cierto es que la sociedad norteamericana no está acostumbrada a ver el resultado de masacres de sus propios ciudadanos en ninguna de sus formas. No recuerdo ninguna foto de cuerpos recuperados de los más de 3000 muertos en el atentado de las Torres Gemelas pero sí tengo memoria de las protestas de los familiares de personas que se tiraron al vacío. Sin embargo como fotógrafo y editor si tuviera que quedarme solo con 10 fotos entre las miles que se tomaron ese día, una de ellas sería precisamente esa imagen, "The falling man" tomada por el fotógrafo de la agencia Associated Press, Richard Drew, por su dramatismo explícito pero más que nada por el valor simbólico. Una víctima que representa a todas las víctimas.

La pregunta es, se justifica en algún momento que los medios publiquen fotos de contenido explícito? ¿No será necesario publicar este tipo de imágenes para conmover cuando el hecho lo amerite? Para eso los editores tenemos la responsabilidad de evaluar en cada caso si una imagen de fuerte contenido es justificable o no.

En ese sentido las guías de ética periodística llamadas manuales de estilo no siempre contemplan la gigantesca variación de posibilidades que la realidad nos ofrece.

El 8 de junio de 1972 Kim Phuc, una niña vietnamita de 9 años estaba refugiada con su familia en un templo cuando fue bombardeado con napalm por aviones survietnamitas. Su brazo izquierdo y espalda quedaron en llamas instantáneamente, su familia le arrancó la ropa que había comenzado a pegarse a su cuerpo. Entonces la niña desnuda salió con sus hermanos corriendo hacia el camino donde varios periodistas habían sido llevados a la zona por soldados norteamericanos y survietnamitas para que fueran testigos de la limpieza de vietcongs que se haría allí. El fotógrafo de la agencia Associated Press Nick Ut, de 21 años, tomó la histórica e icónica foto de la niña corriendo desnuda. Luego de revelada fue a parar al escritorio del editor de la agencia, Horst Faas. El manual de estilo de AP prohibía la exhibición de desnudos frontales. A Faas le llevó dos días convencer a la dirección de la agencia pero al final lo logró. La foto se convirtió en un ícono anti belicista.

Cuando el atentado en los trenes de Madrid los servicios de seguridad españoles se preocuparon de cubrir permanentemente los lugares donde se estaban retirando cadáveres. Sin embargo tanto para la foto de tapa de El Observador del 12 de marzo de 2004 como para la tapa del suplemento dedicado al atentado utilizamos dos fotos que eludieron el celo de las autoridades porque consideramos que era necesario conmover a los lectores. En ese caso en particular ocho años después sigo pensando que fue una buena decisión.

La pregunta entonces debería ser, La muerte de estas personas afecta y golpea en el interés del colectivo social? ¿En ese marco es correcto entonces que la televisión muestre el cuerpo de una persona atropellada en la calle? ¿Ese hecho puntual pertenece al colectivo social o debería quedarse en el dolor íntimo de la familia involucrada?