Ricardo Peirano

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¿No hay un tercer candidato?

Esta semana trajo algunas buenas y otras malas noticias para la presunta candidata por el Partido Demócrata a las elecciones presidenciales de Estados Unidos
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10 de julio de 2016 a las 05:00
Esta semana trajo algunas buenas y otras malas noticias para la presunta candidata por el Partido Demócrata a las elecciones presidenciales de Estados Unidos en noviembre próximo. Las buenas son que desde un punto legal, Hillary Clinton puede respirar aliviada ya que el FBI decidió no imputarla por el manejo de correos oficiales durante su período como secretaria de Estado en la primera presidencia de Obama. El director del FBI, James Comey, dijo que los errores no habían sido intencionales, ni había habido malicia contra Estados Unidos. Y la fiscal general, Loretta Lynch, quien hace una semana tuvo una "casual" conversación de media hora con Bill Clinton en un aeropuerto, señaló que seguiría las pautas del FBI. Por lo tanto, no habrá cargos judiciales contra la señora Clinton y contra nadie de su staff. Asunto acabado que podría haber complicado la campaña de la exsenadora.

Las malas noticias también provienen de este caso. El director del FBI dijo, en la misma declaración, que Hillary Clinton y sus colegas habían sido "extremadamente negligentes en el manejo de información muy sensible y altamente clasificada" al usar el servidor privado de la exsecretaria de Estado en lugar del servidor oficial del Departamento de Estado por el cual se deben cursar estas informaciones. Según el FBI, pese que Hillary dijo en agosto de 2015 que no había mandado material "clasificado" desde su servidor personal, al menos ocho cadenas de correos contenían material que cualquiera en su cargo debería haber sabido que era clasificado como secreto. Señaló, además, que su servidor pudo haber sido hackeado, ya que algunas de las personas con las que se comunicó fueron de hecho hackeadas. Lo grave, además, fue que su versión de 2015 fue demostrada totalmente errada, para decir lo menos, o mentirosa, para decir lo más.

El problema no es solo el eventual hackeado. Es una forma habitual de operar del matrimonio Clinton que se siente por encima de la ley. Ley que en este caso establece claramente los procedimientos de seguridad en las comunicaciones oficiales. ¿Por qué los ignoró Hillary, cuando incluso fue advertida de ello por gente de su staff?

No lo sabemos, pero da la impresión de que ella considera que por razones de comodidad personal o de lo que fuera, las reglas no se le aplican aunque ello pueda comprometer la seguridad de su país. Entonces, la siguiente pregunta es: ¿qué clase de persona desembarcará en enero próximo en la Casa Blanca si allí la depositan los votantes? ¿Se situará nuevamente por encima de la ley y de las normas? Ello sería sumamente peligroso no solo para Estados Unidos, sino para el mundo libre.

Lo cual se agrava si miramos su contendor republicano, Donald Trump. Solo con que Trump cumpla alguna de sus promesas sobre migración (construir muros, deportar inmigrantes ilegales, impedir la entrada de musulmanes) o sobre proteccionismo (poner aranceles del 35% a las empresas americanas que produzcan en el extranjero lo que podrían producir en Estados Unidos), se generaría una situación catastrófica para el mundo actual, con guerras comerciales a gran escala para perjuicio de la economía internacional, y con la provocación y el odio de aquellos que confiaron en Estados Unidos y en su política de apertura a todas las razas y a todos los desplazados del mundo, empezando por los que vinieron desde Gran Bretaña en el Mayflower a comienzos del siglo XVII para buscar libertad y tolerancia en lo que luego fueron los Estados Unidos.

Difícil elección se presenta en noviembre para los votantes estadounidenses. Un ególatra y xenófobo, que solo promueve su propio interés y que no vacila en insultar a propios y extraños, por un lado. Y por otro, una persona que podría ser la primera presidenta de Estados Unidos, que se presenta como competente, experimentada y confiable, pero que no duda en despreciar la ley en función de las propias conveniencias (otra forma de egolatría, si se quiere).

Muchos estadounidenses no irán a votar, como ya es habitual en las elecciones presidenciales. Otros votarán en blanco. Los demás ciudadanos del mundo miraremos expectantes hacia donde se inclina la balanza y nos preguntaremos, más allá de las políticas que proponen ambos presidenciables, ¿no hay otro candidato que considere que su principal rol por encima de todo es respetar y hacer respetar la ley? Porque el mundo necesita que la principal potencia esté gobernada de acuerdo a las leyes. Muy duras y recientes han sido las consecuencias de cuando se han seguido otros caminos.

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