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¿Por qué los humanos le hacen daño a los robots?

El temor a lo desconocido, una similitud con la forma en que los humanos se lastiman unos a los otros, la necesidad de venganza por creer que son los responsables de robarles puestos de trabajo son algunas de las explicaciones de los especialistas
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04 de febrero de 2019 a las 05:00

Jonah Engel Bromwichc

New York Times News Service

En Filadelfia le cortaron la cabeza a un robot que estaba haciendo dedo. En Silicon Valley golpearon a un robot de seguridad hasta que terminó en el suelo. En San Francisco otro robot de seguridad fue cubierto con una lona y lo bañaron con salsa de barbacoa.

¿Por qué la gente ataca a los robots, en particular a los que están hechos para parecerse a los humanos? Es un fenómeno global. En un centro comercial de Osaka, Japón, tres jóvenes golpearon un robot humanoide con todas sus fuerzas. En Moscú, un hombre atacó un robot educador llamado Alantim con un bate de béisbol y lo golpeó hasta tirarlo, mientras el robot imploraba ayuda.

¿Por qué actuamos de esta manera? ¿Estaremos aterrados en secreto porque los robots ocuparán nuestros trabajos? ¿Porque cambiarán de forma drástica nuestras sociedades? ¿Porque controlarán cada uno de nuestros movimientos con sus capacidades en constante expansión y su aire de malicia silenciosa?

El comediante Aristotle Georgeson descubrió que los videos de gente que agrede físicamente a robots son los más populares de los que ha publicado en Instagram bajo el seudónimo de Blake Webber. Además, una gran parte de los comentarios que recibe suelen reflejar el temor a un posible levantamiento de los robots.

Georgeson mencionó que algunas de las personas que han comentado sus publicaciones aprueban las golpizas a los robots: “Dicen que deberíamos hacerlo para que nunca se subleven. Pero hay otro grupo completamente distinto que dice que no deberíamos hacerlo porque, cuando ellos [los robots] vean estos videos, se enojarán”.

Sin embargo, Agnieszka Wykowska, una neurocientífica cognitiva e investigadora en el Instituto Italiano de Tecnología, así como editora jefa de la revista International Journal of Social Robotics, mencionó que, a pesar de que el antagonismo humano hacia los robots tiene diferentes formas y motivaciones, suele parecerse a las maneras en que los humanos se hacen daño entre sí. Según Wykowska, el abuso hacia los robots podría tener su origen en la psicología tribal de los lugareños y los forasteros.

“Hay un agente, el robot, que está en una categoría distinta a la de los humanos”, explicó. “Por lo tanto, es muy probable que la gente se involucre en este mecanismo psicológico de ostracismo social porque es un miembro ajeno al grupo. Es un tema de debate: la deshumanización de los robots, aunque no son humanos”.

Paradójicamente, nuestra tendencia a deshumanizar a los robots proviene del instinto por antropomorfizarlos. William Santana Li, director ejecutivo de Knightscope, el proveedor más grande de robots de seguridad en Estados Unidos (creador de dos de los que fueron golpeados en San Francisco), afirmó que, aunque evita tratar a sus productos como si fueran seres conscientes, da la impresión de que sus clientes no pueden evitarlo.

“Una mayoría significativa de nuestros clientes termina poniéndoles nombres a las máquinas”, comentó. “Están Holmes y Watson, también Robotina, Steve, CB2 y C-3PO”.

Wykowska mencionó que la crueldad que produce esta antropomorfización podría ser un reflejo del síndrome de Frankenstein, porque “le tememos a algo que en verdad no podemos comprender en su totalidad, pues es un poco similar a nosotros, pero no lo suficiente”.

En su artículo Who Is Afraid of the Humanoid? (¿Quién le teme al humanoide?), Frédéric Kaplan, el director de humanidades digitales de la Escuela Politécnica Federal de Lausana, en Suiza, sugirió que los occidentales han aprendido a considerarse máquinas biológicamente informadas, y tal vez son incapaces de separar la idea de humanidad del concepto de las máquinas. Solo se pudo comprender el sistema nervioso después del descubrimiento de la electricidad, escribió Kaplan. Para explicar el ADN es necesario hacer una analogía con el código computacional. Y el corazón humano suele entenderse como una bomba mecánica. A cada instante, “nos vemos reflejados en las máquinas que creamos”.

Esto no explica la destrucción por parte de los humanos de las máquinas menos humanoides. Por ejemplo, decenas de justicieros han lanzado rocas a vehículos autónomos en Arizona, y reportes de incidentes en San Francisco sugieren que algunos pilotos humanos chocan a propósito con vehículos autónomos. Estos altercados con robots podrían estar más relacionados con el temor al desempleo o con la venganza: un artículo publicado el año pasado por economistas del Instituto Tecnológico de Massachusetts y la Universidad de Boston indicó que con cada robot que se suma a una zona discreta de actividad económica “se reduce el empleo de seis trabajadores”. Los puestos de obrero recibieron un impacto particularmente duro. Además, en marzo, un vehículo autónomo mató a una mujer en Tempe, Arizona, razón que citó un hombre armado para explicar su aversión a las máquinas.

El abuso hacia los robots humanoides puede ser perturbador y resultar caro, pero podría haber una solución, según Wykowska, la neurocientífica. Wykowska habló sobre un colega en el campo de la robótica social que hace poco tiempo le contó una historia sobre la introducción de robots a una clase de jardín de niños. El colega mencionó que “los niños tuvieron una tendencia a ser muy salvajes con el robot: lo patearon, fueron crueles; en verdad fueron muy groseros”, recordó Wykowska.

“Esto sucedió hasta que sus cuidadores les comenzaron a poner nombres a los robots. Entonces, los robots de pronto dejaron de ser solo máquinas y empezaron a ser Andy, Joe y Sally. En ese momento, se detuvo el comportamiento agresivo. Esto es muy interesante porque, de nuevo, al ponerle nombre al robot, de inmediato se volvió un poco más cercano al grupo excluyente”, indicó.

 

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