Por Valentín Trujillo
La etiqueta impresa en una botella de un condiciona ojos y paladar. La imagen simbólica que un bebedor tiene de determinada cepa, bodega, país y -entre los más expertos-, cosecha, influye directamente en la forma de degustar e interpretar un vino.
¿Cómo un vino de US$ 10 va a ser mejor que uno de US$ 500? ¿Cómo un vino de un país exótico va a ser mejor que el de un país con siglos de tradición?
Una de las formas de lograr cierta objetividad para opinar sobre la calidad de un vino es a través de una cata a ciegas.
Una cata a ciegas no tiene nada que ver con tener los ojos vendados ni con encuentros románticos sin conocer a la pareja.
Consiste en forrar con papel oscuro las botellas que se van a probar (más de cuatro, por lo menos) y no dar ningún tipo de información sobre el vino degustado. Los asistentes a cata toman nota de las características de cada vino y los puntúan según un criterio particular. Al final de la degustación se exponen los resultados. Y allí es donde surgen las sorpresas, o no.
Hace una semana el sommelier Daniel Arraspide -quien lleva adelante la página Vinos y bebidas en el Portal- y el director de Barricas Club, Rodney Chacón, me invitaron a una cata a ciegas en el restorán La Carola del Parque Rodó. Los expertos confeccionaron unas tarjetas de cata con determinados ítems a completar por cada catador.
Las categorías fueron: ojo (color-limpidez), nariz (aroma), boca (gusto-sabor-tacto-final) y equilibrio-armonía. En cada una de estas categorías se podía puntuar a cada uno de los nueve vinos que se presentaron en una escala del 1 al 10. A cada cifra se la multiplica por un coeficiente determinado y eso da como resultado un total. Cada catador entrega sus resultados de cada vino y se realiza una lista con los promedios por botella.
En el caso de la cata de Barricas Club, todos los vinos degustados pertenecieron a la cepa merlot, aunque por momentos parecían diferir por sus gustos diversos. El ganador fue el Terroir 2009, un vino brasileño de la bodega Miolo supervisada por el enólogo estrella francés, Michel Rolland. Es un vino de $ 600, que venció a vinos de $ 950. Incluso, el vino más caro de toda la cata resultó el último en los resultados.
Como explicó el experto en vinos Eduardo Lanza en una charla informal en nuestra mesa, una de las primeras catas a ciegas se realizó en París en 1976, con vinos franceses y estadounidenses. Y para sorpresa de todos, los vinos de Estados Unidos tuvieron el mejor desempeño.
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