Carlos Loaiza

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¿Qué traerá el 2021 en materia tributaria?

En este último número del año de #ConsultorTributario, reflexionamos sobre la dirección posible que tomarán las corrientes en materia de fiscalidad en los próximos tiempos
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07 de diciembre de 2020 a las 05:00

Todos tenemos un buen plan, hasta que recibimos la primera trompada en la cara”, repetía Mike Tyson. Gráficamente, es lo que le pasó al mundo, y por supuesto al Uruguay, al estallar la crisis COVID-19. Pero aunque la pandemia arrecia hoy en nuestro país, no debemos desfallecer. El propio Mike Tyson, que algunos golpes en la cara se ha llevado a lo largo de su carrera, ha vuelto a los rings recientemente. Nosotros estamos a punto de presenciar como el mundo encuentra una solución colectiva que traerá un alivio psicológico, social y económico, la vacunación contra el virus a partir de enero del próximo año en varios países.

Por eso es que, en ocasión de este último número del año de Consultor Tributario, entendemos que vale la pena reseñar muy brevemente las tendencias que consideramos experimentará el mundo en materia fiscal en el próximo:

Primero: los fiscos necesitarán preservar su recaudación

En este primer aspecto, nuestro gobierno ha sido explícito en declarar que cumplirá en la medida de lo posible con la promesa de campaña de no subir impuestos. Ello será sostenible si los números de la pandemia no provocan un enfriamiento de la economía, Hasta ahora, nuestro país ha logrado gestionar exitosamente la crisis sanitaria, sin recurrir a las medidas drásticas de confinamiento que han adoptado otros países, financiándose con emisiones de deuda de suceso histórico y fondos extraordinarios de organismos internacionales o de carácter excepcional.

No obstante, como todos sabemos, en las últimas semanas el número de casos  ha venido aumentando de forma amenazante y es probable que el verano traiga mayor relajación, por lo que el Gobierno ha adoptado medidas restrictivas a partir de las apreciaciones del Grupo Asesor Científico Honorario (GACH). El mismo Gobierno reconoció en la conferencia de prensa donde anunció estas medidas que si la pandemia se expande, el dinamismo económico probablemente decaiga y ello conllevará desempleo, amén de una menor recaudación.

En cualquier caso, el fisco uruguayo, como los de todo el mundo, necesitará recaudar eficazmente para contribuir a las arcas públicas, y aunque en el supuesto uruguayo la consigna sea la de preservar al máximo el clima de negocios y el respecto de los derechos de los contribuyente —como corresponde—, todo conduce a pensar que el robustecimiento del fisco continuará y que en su gestión se valdrá de las herramientas más modernas para el control del cumplimiento tributario por parte de empresas y personas.

Segundo: no deben descartarse nuevas medidas de estímulo fiscal con el objeto de contrarrestar efectos adversos de la pandemia

Este camino ya ha sido iniciado por el Gobierno, a través de ajustes o medidas reglamentarias en torno a la Ley de Promoción de Inversiones o la introducción de cambios en la normativa de residencia fiscal con el objeto explícito de atraer a personas y empresas desde el exterior a nuestro país.

Pues es de esperar que se dicten nuevas normas de estímulo a la inversión, aunque en la medida de lo posible se buscará hacerlo en la forma más general posible, sin hacer trajes a medida que favorezcan a determinados sectores si las circunstancias no lo exigen poderosamente.

Confiamos en que una vez que comience a vislumbrarse la luz al final del túnel de la crisis —pronto, si Uruguay es capaz de acceder ágilmente a un número de vacunas suficiente—, el Gobierno podrá adoptar medidas de estímulo y desestímulo fiscal más creativas, a la altura de las que pueden verse en el mundo en materia de impuestos verdes o sanitarios.

Tercero: en materia internacional, el mundo verá un reempoderamiento del sistema fiscal global impulsado por el G20 y liderado por la OCDE, y Uruguay deberá estar muy atento a esta circunstancia

Luego de varios años de alta presión para fomentar la transparencia y reducir la evasión fiscal, que Uruguay sufrió severamente al comienzo del proceso en 2009, los últimos tiempos mostraron un sistema global fiscal ralentizado por empujes soberanistas de varios países centrales.

Lo anterior fue evidente en el discurso y en las medidas que el ex presidente Donald Trump adoptó internamente, que se sumaron a una ostensible frialdad y actitud crítica respecto de la OCDE. Nada menor, sabiendo que Estados Unidos sigue siendo su principal contribuyente. 

Los países europeos, por su parte, ante la falta de consenso internacional en cuanto a cómo gravar las nuevas modalidades de comercio y servicios electrónicos, también se volcaron a medidas unilaterales para preservar su recaudación, de espaldas a los procesos llevados adelante por la OCDE en el marco de su proyecto BEPS. Precisamente, tan es así que pese a los esfuerzos de muchos países, las negociaciones en torno a la tributación de la economía digital (Pilares I y II) se pusieron en stand by hasta tanto el proceso electoral estadounidense hubiera culminado.

Ahora, los contrapesos políticos internacionales han cambiado: el partido demócrata ha recuperado el poder, y es altamente probable que, como lo hizo Barack Obama durante su presidencia, Estados Unidos apoye más decididamente los procesos internacionales de convergencia y estandarización fiscal internacional. Más aún considerando que la crisis de la pandemia ha puesto de manifiesto que algunos desafíos que enfrenta nuestra civilización solo pueden enfrentarse de manera colectiva y multilateral. El ejemplo simbólico de la pandemia hará potenciar esa idea, ya implícita desde siempre en los procesos de convergencia tributaria internacional.

Lo anterior no significa que Estados Unidos no vaya a priorizar su interés nacional —no en vano FATCA, una fórmula propia y diferenciada de Estados Unidos respecto del CRS general en materia de intercambio fiscal internacional, se originó durante otro gobierno demócrata—. Pero sí permite presagiar una postura menos hostil, de mayor apoyo a los procesos y mejores prácticas lideradas por la OCDE. Esta institución, por lo demás, vivirá un proceso de transición hacia una nueva gestión en la que el actual Secretario General Ángel Gurría de paso a uno nuevo, con el apoyo de Estados Unidos.

Uruguay debe seguir de cerca estos procesos y continuar abordándolos con mucho profesionalismo, como hemos predicado desde siempre en estas páginas, sin entrar en miradas chauvinistas que pueden perjudicar el interés nacional. Siempre atento y próximo al sitio donde se diseña una arquitectura económica mundial que nos impactará de una u otra manera. Siempre defendiendo con inteligencia y pragmatismo nuestros activos en materia de regímenes promocionales (Zonas Francas y Promoción de Inversión, entre los más relevantes), e incluso creando nuevos y legítimos, como también hemos señalado en este espacio, muy recientemente en relación con la potenciación de Uruguay como hub de servicios globales.

Esta es a nuestro modo de ver una agenda moderna, a la altura de los tiempos, una política de Estado, un plan. Porque si bien es cierto que cuando se recibe el primer golpe en la cara cualquier plan se desbarata, y este año nos lo ha recordado con crudeza, siempre se podrá reaccionar mejor si se está mejor preparado, atentos y avisados.

No quiero terminar esta columna sin hacerles llegar mis mejores deseos para el próximo año, cargado de fe y esperanza, pues no lo duden: lo mejor está por venir. Nos reencontraremos si Dios quiere ya en 2021 con nuestro #ConsultorTributario; hasta entonces, agradezco una vez más su atención y les invito a acercarse a los contenidos de nuestro Blog en la Web de El Observador: https://www.elobservador.com.uy/blogs/consultor-tributario

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