Ángel Ruocco

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¿Quién inventó realmente el sándwich?

El famoso emparedado acaba de soplar 250 velitas oficialmente, pero su historia viene de la Mesopotamia. En Uruguay son tradición y su calidad no tiene comparación en toda América Latina
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18 de mayo de 2012 a las 00:00

Días atrás la ciudad inglesa de Sandwich celebró lo que considera el 250º aniversario de la creación del popular emparedado que lleva su nombre. Según la Real Academia Española, la denominación del alimento “hecho con dos rebanadas de pan de molde entre los que se coloca jamón, queso, embutidos, vegetales u otros elementos” procede del título nobiliario atribuido a John Montagu (1718-1792), Primer Lord del Almirantazgo, cuarto conde de Sandwich.

Lord Montagu, quien había representado al Reino Unido en la Conferencia de Paz de Aquisgrán (1768), donde consiguió para su país privilegios en el comercio de esclavos, pasó a la historia no por este nada glorioso logro sino por haberle dado el nombre al bocadillo de marras, aunque en rigor no puede decirse que lo haya inventado.

De acuerdo con el mito, el noble inglés tenía una afición casi maniática por el juego de cartas y, según se cuenta, en una partida que duró 24 horas se negó a dejar el juego para comer e hizo que durante ese lapso su mayordomo (cuyo nombre no pasó a la historia) le suministrara carne asada cubierta por rebanadas de pan.

En verdad, ese emparedado primigenio, bocadillo, bocata o panino o como quiera llamársele, al que a partir de ahí se le dio el nombre de sándwich, se parecía más a nuestros viejos refuerzos o preñadas con mortadela o salchichón o al más reciente chivito uruguayo que a otra cosa.

Además, con toda probabilidad este tipo de comida de urgencia ya existía miles de años atrás en la Mesopotamia (donde al parecer se inventó el pan), en Egipto (donde se perfeccionó la panificación) y quizás en India. La combinación del pan, que luego fue un alimento símbolo de la civilización occidental, con algún trozo de carne o verduras era inevitable.

Y así fue en la Roma Imperial. Con el nombre de panisperna era popular allí ya hace más de 2.000 años un emparedado de pan y jamón. Lo consumía incluso el público que iba al Coliseo, del mismo modo que hoy comemos choripanes durante el fútbol en el Estadio Centenario. En recuerdo de aquel romanísimo sándwich hay cerca del Coliseo, donde en la antigüedad estaba el barrio a luces rojas de La Suburra, una calle llamada Panisperna (ahora con buenas trattorie y tavole calde).

La cuestión es que este popular tentempié coloquialmente llamado sangüiche se ha transformado en una tradición uruguaya, como lo ponen en evidencia negocios de largo arraigo y prestigio en Montevideo como Roldós, La Catedral de los Sándwiches, Lion D’Or, Oro del Rhin, Esmeralda, el Emporio de los Sándwiches, Bonilla, el Ombú y varios más, amén de otros también muy buenos en el Interior.

En cuanto a calidad y variedad los sándwiches uruguayos, aún los producidos industrialmente, no tienen igual en toda América Latina, mientras que en Europa los únicos comparables son los exquisitos tramezzini italianos, que quizás inspiraron a nuestros primeros sandwicheros.

Con un pan de molde esponjoso y delicado, untado con manteca o mayonesa, nuestros sándwiches con fiambres varios, quesos, patés, sardinas, atún, camarones, mejillones, aceitunas, choclo, tomates, lechuga y otras verduras y muchas cosas más, constituyen una rica comida rápida infaltable en toda fiesta.

Son originales y bonísimos –y mejores aún al maridarlos con un medio y medio- los sándwiches “de autor” de Roldós, en particular los de roquefort con nueces, de parmesano y apio, de queso al vino, de pasta de mejillones o de salmón e impecables el de ave (ex de pavita) y el uruguayísimo olímpico, pariente del Club Sandwich estadounidense.

Se extrañan sí los del desaparecido Bar Pedemonte de Sarandí e Ituzaingó, absolutamente únicos, como el Sarandí (lionesa, tomate, lechuga, huevo y mostaza), el Pedemonte (paté de pavita, ensalada rusa y lechuga), las Traviatas con roquefort, los canapés de mejillones y de huevas y los croissants con lomito de cerdo o pavita. Pero seguramente algún creativo sandwichero actual pronto logrará emular e incluso superar a los “perdidos” sándwiches de Pedemonte, si ya no lo hizo.

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