Ricardo Peirano

Ricardo Peirano

Reflexiones liberales

¿Será posible?

María Eugenia Vidal, vital para la gran votación de Macri, parece inaugurar una nueva forma de concebir la política
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13 de diciembre de 2015 a las 00:00
Aníbal Fernández es un viejo lobo peronista. Prestó servicios bajo los presidentes Eduardo Duhalde, Néstor Kirchner y su señora esposa. Fue Ministro del Interior, Jefe de Gabinete y Secretario General de la Presidencia en varios períodos.
Ocupó varias veces el mismo cargo. El 6 de noviembre de 2011 se convirtió en la persona que más tiempo permaneció en cargos de ese rango en la historia argentina. Es decir, un especialista en sobrevivir en el poder aún en las circunstancias más cambiantes y adversas y con presidentes de muy distinto carácter. Fue también Intendente de Quilmes en la década de los 90 y aplaudía todas las acciones de Carlos Saúl Menem.
Quiso ser gobernandor de la Provincia de Buenos Aires, donde nació hace 58 años. Logró la sorpresiva designación de CFK y cuando todos los vientos soplaban a su favor en el tradicional bastión peronista, tuvo la mala suerte de toparse con una emergente figura del entramado político argentino. Una mujer, joven y con experiencia de gobierno solo en los últimos cuatro años de Mauricio Macri en la Ciudad Autónoma De Buenos Aires.
La pelea por la gobernación parecía algo parecido al combate entre David y Goliat. Tan segura estaba de la victoria Cristina Kirchner que bajó a mejores candidatos y puso a Aníbal Fernández, por su absoluta lealtad. No midió, o no le importó medir, para dónde soplaba el viento de la opinión pública. Tampoco lo midió Aníbal, quien entre muchas zonceras le llegó a decir a la joven candidata de Cambiemos que para “llegar a Avellanada debería usar un GPS”, en referencia al escaso conocimiento de la geografía del Gran Buenos Aires que el veterano diputado le asignaba a la candidata de la oposición. Pero los que precisaban urgentemente un GPS eran la presidente y el ministro, que con la borrachera de 12 años de poder casi absoluto, ya no sabían que pensaba y que quería la ciudadanía bonaerense. Y se llevaron así el chasco político más grande de los últimos 30 años de la historia argentina.
Pero no fue solo la falta de GPS lo que llevó a Aníbal Fernández a la dura derrota. Fue principalmente el hecho de que su opositora, sintonizando con la gente que estaba harta de un modo de hacer política clientelística y de matufias y acomodos de todo tipo y color, ofreció honestidad, frescura, real preocupación por la gente y no por sus votos. Y por supuesto, una amplia capacidad porque por cara bonita ya nadie regala nada y menos con los problemas que tiene la Provincia de Buenos Aires, sobre los que el motonauta Scioli surfeó sin hacerse mayores problemas.
María Eugenia Vidal fue vital para la gran votación de Macri el 25 de octubre y también el 22 de noviembre. Parece inaugurar una nueva forma de concebir la política. Lo dijo en su brillante discurso de toma de posesión el pasado 10 de diciembre. “Para mí, la política es servicio”, sentenció en una frase que debe haber sorprendido a muchos políticos acostumbrados más bien a servirse del poder en beneficio propio. Y remató con otra frase inusual: “La provincia es de la gente y ustedes son nuestros jefes. Quiero que nos pongamos en su lugar y que resolvamos en serio esos problemas que los angustian”.
Y siguió: “Recibimos una provincia quebrada pero no vamos a darle la espalda a las familias”. Y hablando de la inseguridad, el otro gran problema provincial, señaló: “Nos vamos a hacer cargo y vamos a enfrentar este problema con responsabilidad”. Responsabilidad es un palabra que difícilmente esté incluida en el diccionario del manual tradicional de la política. Muy pocos la incluyen en el suyo. Más bien, tratan de zafar de ella o endilgársela a terceros, buscando chivos emisarios.
Habrá que seguir muy de cerca los pasos de esta gobernadora. Si logra llevar a la práctica la mitad de lo que anuncia y, sobre todo, la concepción de la función pública como “servicio” a quienes la eligieron (y a quienes no, cosa que también recalcó), menudos cambios comenzaremos a ver en la vecina orilla.
Y bueno sería que nuestros gobernantes y aspirantes a serlo, lean a fondo el discurso de la joven gobernadora y sigan su gestión. Encontrarán inspiración para mejorar muchos los estándares que rigen su actuación como gobernantes y hacerles ver que deben estar realmente al servicio de los gobernados. “Política es servicio”, gran definición de la gobernadora Vidal. ¿Será posible, quizá demasiado ingenuo, que se expanda por la región?

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