Martín Viggiano

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“Vos que sabés de vinos”

Parecería que ser un “conocedor” de vinos, te otorga una suerte de status por sobre otros
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26 de febrero de 2013 a las 00:00

Por Linng Cardozo*, especial para Sacacorchos

En cada reunión de amigos –que no son periodistas pero donde hay un periodista- es frecuente escuchar: “vos que sos periodista, ¿qué sabés sobre tal cosa?”. Terrible. Se le adjudica al periodista conocimiento profundo sobre infinitos temas y ser celoso guardián y depositario de la verdad.

Con el vino parece que pasa lo mismo. A algunos que nos gusta tomar vino, leer sobre vinos, visitar bodegas, hablar con enólogos y sommelier, se nos somete habitualmente a esa incómoda escena que genera cierto estupor y hasta rubor: “vos que sabés de vinos, ¿qué me aconsejas?”

Eso está provocando serios estragos en el mercado de vinos en Uruguay.

Hay una suerte de construcción social: el que bebe vino, sabe algo sobre ello y pone cara de sommelier, ya es un Ayalotah vitivinícola, a quien hay que reverenciar y consultar. Y que solamente esa persona –extravagante, con perfume de tannat en su remera Lacoste- puede beber vino. Los otros, la gran mayoría, con frecuencia dicen “yo no sé nada de vinos”; hasta se disculpan por ello y no lo toma.

La verdad pasa por otro lado. Veamos.

Tomar vino es un placer y como tal opera con las emociones. Es posible que uno se acuerde del vino que tomó en determinada ocasión; quedó como si fuera una marca en el mantel del alma. Eso ocurre porque se tomó en determinada ocasión, en determinado contexto afectivo y hasta en un lugar determinado. ¿Ese vino, es mejor o peor que otros? Se trata del mejor, no por el vino en sí mismo, sino por la circunstancia. Quien eso recuerda, ¿sabe de vinos? Poco o nada. Lo importante, entonces pasa, por otro lado. Y eso es lo relevante.

Parecería que ser un “conocedor” de vinos, te otorga una suerte de status por sobre otros. Y eso inhibe a las personas que no tienen familiaridad con el vino. En verdad, hay que superar esa tontería. Tomar vino es el placer de un encuentro con amigos, con la novia o la compañera de trabajo seducida por este sommelier potencial.

El vino es un pretexto que nada tiene que ver con la academia aunque hay de todo en la viña del Señor. (He escuchado a un amigo decir con humor que es un “borracho con nivel”. Claro, integra un club de vinos y finge ser un intelectual de la botella y el corcho).

Tomar vino sigue siendo un fantástico pretexto, para hablar de vinos o sobre la vida, que es casi lo mismo.

*Linng Cardozo es periodista, artista plástico, autor de libros, consultor en comunicación. Es miembro fundador de Hurgadores, Club de Vinos.

En cada reunión de amigos –que no son periodistas pero donde hay un periodista- es frecuente escuchar: “vos que sos periodista, ¿qué sabés sobre tal cosa?”. Terrible. Se le adjudica al periodista conocimiento profundo sobre infinitos temas y ser celoso guardián y depositario de la verdad.

Con el vino parece que pasa lo mismo. A algunos que nos gusta tomar vino, leer sobre vinos, visitar bodegas, hablar con enólogos y sommelier, se nos somete habitualmente a esa incómoda escena que genera cierto estupor y hasta rubor: “vos que sabés de vinos, ¿qué me aconsejas?”

Eso está provocando serios estragos en el mercado de vinos en Uruguay.

Hay una suerte de construcción social: el que bebe vino, sabe algo sobre ello y pone cara de sommelier, ya es un Ayalotah vitivinícola, a quien hay que reverenciar y consultar. Y que solamente esa persona –extravagante, con perfume de tannat en su remera Lacoste- puede beber vino. Los otros, la gran mayoría, con frecuencia dicen “yo no sé nada de vinos”; hasta se disculpan por ello y no lo toma.

La verdad pasa por otro lado. Veamos.

Tomar vino es un placer y como tal opera con las emociones. Es posible que uno se acuerde del vino que tomó en determinada ocasión; quedó como si fuera una marca en el mantel del alma. Eso ocurre porque se tomó en determinada ocasión, en determinado contexto afectivo y hasta en un lugar determinado. ¿Ese vino, es mejor o peor que otros? Se trata del mejor, no por el vino en sí mismo, sino por la circunstancia. Quien eso recuerda, ¿sabe de vinos? Poco o nada. Lo importante, entonces pasa, por otro lado. Y eso es lo relevante.

Parecería que ser un “conocedor” de vinos, te otorga una suerte de status por sobre otros. Y eso inhibe a las personas que no tienen familiaridad con el vino. En verdad, hay que superar esa tontería. Tomar vino es el placer de un encuentro con amigos, con la novia o la compañera de trabajo seducida por este sommelier potencial.

El vino es un pretexto que nada tiene que ver con la academia aunque hay de todo en la viña del Señor. (He escuchado a un amigo decir con humor que es un “borracho con nivel”. Claro, integra un club de vinos y finge ser un intelectual de la botella y el corcho).

Tomar vino sigue siendo un fantástico pretexto, para hablar de vinos o sobre la vida, que es casi lo mismo.

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