Por Jorge Fabeiro
El 5 de setiembre se cumplen dos siglos del día en que el general José Artigas cruzó el río Paraná en busca de apoyo para rehacer sus fuerzas y continuar la lucha, aunque luego ello resultó en su confinamiento en un remoto rincón de la selva paraguaya.
Aquél año de 1820 fue terriblemente amargo, desde su inicio. Ochocientos valientes del Ejército Oriental al mando del coronel Andrés Latorre perdieron su vida el 22 de enero a orillas de las nacientes del río Tacuarembó, muy cerca de donde hoy se encuentra la Estación Ataques en el departamento de Rivera. Luego Artigas debió cruzar el río Uruguay a recomponer sus tropas en las provincias de su Protectorado, pero allí se enfrentó a traiciones tan inesperadas como enérgicas y dañinas. A orillas del río Paraná, aquél 5 de setiembre de 1820 el general José Artigas dio la que sería su última orden, antes de cruzar. Varios jefes artiguistas estaban presos en la Isla das Cobras, frente a Río de Janeiro, entre ellos su hermano Manuel Francisco, Juan Antonio Lavalleja, Leonardo Olivera, Andresito Guazurarí, Fernando Otorgués, Bernabé Rivera.
Sobre su caballo, Artigas preguntó fuerte y claro: “Hay que llevar este dinero, cuatro mil patacones que son del Ejército Oriental, más 25 onzas de oro mías, y entregarlo al general Lavalleja para que pueda lograr la libertad de estos patriotas, ¿Quién se anima a hacerlo?” Sin titubear un instante, un jinete de semblante indígena, decidido, se adelantó y le dijo: “Yo me animo!, A la orden, mi General!”. Acondicionaron el dinero en un par de maletas aseguradas sobre su caballo, y el valiente patriota saludó y partió al galope. El Jefe de los Orientales cruzó el Paraná, por el Paso de Itapúa, con la seguridad de que ese asunto estaba en buenas manos. Efectivamente, luego de recorrer unos tres mil kilómetros por la selva y afrontando peligros, el “chasque” llegó a su destino y entregó el dinero. Aquel hombre se llamaba Francisco de los Santos, más conocido luego como “El Chasque de Artigas”, hijo de Guaraníes, nacido en Vuelta del Palmar, cerca de Castillos, Rocha.
El Jefe no pudo volver, pero años después, las semillas de la libertad ya sembradas, que se mantenían activas en suelo fértil, germinarían, emergiendo nuevamente desafiantes, para finalmente crecer, triunfantes. Pues, aquella revolución independentista y emancipadora que comenzó en 1811 no había finalizado, sino que se había interrumpido, y volvió con renovadas fuerzas en 1825. Tuvieron que luchar desde entonces otros tres años, hasta la creación del nuevo Estado Oriental del Uruguay en 1828, consolidado plenamente como República a partir de la Jura de la Constitución de 1830.
A 200 años de este hecho con un grandioso contenido de nobleza, honradez y valentía, recordamos a sus protagonistas, y a todos quienes, como ellos, miles y miles, hombres y mujeres, la mayoría desde el anonimato, HEROICOS, ¡SUPIERON CUMPLIR!
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