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A 55 años de su captura y muerte, cuando el Che viajó a Punta del Este y le dijo “No” a Estados Unidos

Se cumplen hoy 55 años de la captura en Bolivia de Ernesto “Che” Guevara, fusilado al día siguiente por orden del gobierno boliviano luego de consultar a la CIA. Seis años antes había visitado Punta del Este. Esta es la historia de ese viaje
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08 de octubre de 2022 a las 09:56

Por Eduardo Anguita

El argentino cubano Ernesto Che Guevara fue capturado el 8 de octubre de 1967 por los Rangers, soldados bolivianos entrenados por norteamericanos, y asesinado al día siguiente en La Higuera. El cerco de los militares contra los pocos sobrevivientes de esa guerrilla duró meses y el Che fue herido y capturado vivo. Lo trasladaron a una escuelita y llegó la orden de matarlo y esconder su cuerpo. Sin embargo, una foto de su rostro con los ojos abiertos recorrió el mundo en aquellos convulsionados fines de los años sesenta.

Algunos bolivianos pudieron sobrevivir gracias a que tenían compañeros y conocían el territorio. Tres cubanos que habían peleado en ese intento revolucionario -Pombo, Urbano y Benigno- lograron pasar por la zona selvática y llegar vivos a Cuba donde relataron todas las peripecias de ese intento liderado por el comandante del Ejército Rebelde de Cuba que fue derrotado.

Seis años antes, Guevara, en nombre del gobierno de Fidel Castro, visitó Uruguay. Fue a raíz de la reunión del Consejo Interamericano Económico Social en Punta del Este.

Corría agosto de 1961 y Guevara tenía 34 años. Dos años y medio antes entraba triunfante en La Habana junto a “los barbudos” que desalojaban al dictador Fulgencio Batista del poder. En marzo de ese 1961, el contingente de cubanos anticastristas apoyados por Estados Unidos había sufrido una flagrante derrota en Playa Girón. Entonces, la revolución se profundizó y Fidel declaró su carácter “socialista”.

En ese contexto, vestido de riguroso verde oliva y con boina, Guevara llegaba a Montevideo para trasladarse al encuentro panamericano. La familia del Che, padres y hermanos, aprovecharon la ocasión para visitarlo en ese espléndido balneario.

El hotel Nogaró de la avenida Gorlero dejaba las mesas del casino para ser el centro de convenciones. Estaban allí los representantes de todos los países miembros de la Organización de Estados Americanos.

Las miradas se concentraron en el secretario del Tesoro de los Estados Unidos, Douglas Dillon, delegado de John F. Kennedy, y del ministro de Industria de Cuba. El primero estaba bien afeitado y tenía el pelo con gomina. Guevara lucía barba y pelo largo.

Cuando le tocó de hablar, Guevara miró a Dillon, quien había tomado la palabra bastante antes que el Che y había mencionado a José Martí, el poeta revolucionario que era referente de la independencia de Cuba de España a fines del siglo XIX. Martí había vivido en Estados Unidos y también escribía para La Nación de Buenos Aires.

El Che era un hombre muy estudioso y conocía la vida de Martí con sus detalles. Su ponencia, tras hablar de Martí como revolucionario, fue una crítica descarnada del sistema capitalista: “Quien dice unión económica, dice unión política. El pueblo que compra, manda. El pueblo que vende, sirve. Hay que equilibrar el comercio para asegurar la libertad. El pueblo que quiere morir vende a un solo pueblo, y el que quiere salvarse vende a más de uno. El influjo excesivo de un país en el comercio de otro se convierte en influjo político”.

La conferencia del Consejo Interamericano Económico Social (CIES) en el invierno de Punta del Este contaba con una apuesta del presidente John Fitzerald Kennedy, la Alianza Para el Progreso, un programa de ayudas financieras realizado en presencia de delegados de todos los países del continente, incluida Cuba, para intentar compensar la caída de los precios de los productos primarios de la mayoría de las naciones americanas.

Pero esa Alianza para el Progreso, lanzada en marzo de 1961, fue en paralelo a la invasión de Bahía de los Cochinos y la derrota del contingente asistido por la Marina norteamericana. El 15 de abril, aviones norteamericanos camuflados con insignias cubanas bombardearon los aeródromos de la isla. Al día siguiente, desembarcaban en Playa Girón pero el gobierno cubano tenía inteligencia previa y movió a sus efectivos a toda velocidad.

En tres días, el intento anticastrista fue conjurado de manera completa. Apenas cuatro meses después, el martes 8 de agosto se juntaron los representantes americanos en Uruguay durante una semana.

Guevara pasaba los días entre las sesiones del CIES y los encuentros con sus hermanos, sus padres, su amigo de viajes Ricardo Rojo y Jorge Carrettoni, un colaborador estrecho del presidente argentino Arturo Frondizi enviado para que Guevara viajara luego en forma subrepticia a Buenos Aires para conversar con el presidente argentino.

Al Che se le acercaban miembros de otras delegaciones. Uno de los más significativos era Leonel Brizola, cuñado del vicepresidente brasileño Joao Goulart y gobernador del Estado de Río Grande Do Sul, quien alentaba abiertamente las posturas de Guevara. Y tres años después, cuando un golpe militar desalojaba a Goulart del poder, Brizola y su familia se alojaron durante años en otro hermoso balneario oriental, en Atlántida.

El Che aprovechaba el encuentro para que las ideas de la revolución cubana recorrier4an otros países del continente. Tenía una contra fuerte: la alineación con la Unión Soviética. Moscú estaba demasiado lejos, en cambio, Washington se sentía en todo el continente americano. Pocos meses después, el 31 de enero de 1962, durante la reunión de cancilleres que también se realizó en Punta del Este, Cuba era expulsada de la OEA.

Pero antes de eso, el Che se dio el gusto de compartir un asado con cuero en la casa que el presidente Consejo Nacional de Gobierno uruguayo Eduardo Haedo tenía en el barrio El Cantegril de ese balneario. Por la casa de Haedo habían pasado otras figuras de la izquierda latinoamericana y española como Pablo Neruda, Alfonsina Storni y Rafael Alberti.

En medio del asado, donde había invitados y periodistas, se registró una frase de Haedo que distendía la Guerra Fría. El perro del presidente se acercó a husmear al Che y el mandatario le habló al perro: “Poncho, te me estás haciendo fidelista”.

Tres días después de ese domingo de asado, el 16 de agosto, se clausuraba la reunión americana. Entre las delegaciones circulaba la Carta de Punta del Este, un documento de apoyo a la Alianza Para el Progreso. Guevara habló ese miércoles 16 y dijo Cuba no avalaba ni la carta ni la alianza. Al día siguiente, el resto de las delegaciones sí firmaron el documento.

Antes de cruzar a Buenos Aires a ver al presidente Arturo Frondizi, Guevara dio una conferencia en Montevideo. Fue en la Universidad de la República en un marco colmado y con la presencia, entre otros, de Salvador Allende, quien años después ganaría las elecciones en Chile, pero antes de cumplir tres años en el gobierno, era derrocado por el sangriento golpe encabezado por Augusto Pinochet.

Guevara no dejó de ser consecuente con sus ideales revolucionarios. Los llevó al Congo, en una guerrilla que fracasó y quería levantar las ideas del asesinado presidente Patrik Lumumba. Los llevó a Bolivia, donde había una dictadura militar. Con el asma a cuestas, sus libros y su fusil, fue capturado el 8 de octubre. El soldado Mario Terán, que recibió la orden de matarlo, debió tomar mucho alcohol antes de cumplir la orden. Dijo el soldado Terán, que el Che le dijo: “Póngase sereno y apunte bien. ¡Va a matar a un hombre!” Entonces, contó Terán años después: “Di un paso atrás, hacia el umbral de la puerta, cerré los ojos y disparé”.

Fue el 9 de octubre de 1967.

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