A dos años de las elecciones: ¿quién va a ganar?

Un 28 de octubre como hoy, pero dentro de dos años, el país amanecerá con un nuevo mapa político surgido de las elecciones del día anterior. ¿Se habrá definido sólo el Parlamento y quedará incertidumbre para el balotaje del mes siguiente; o ya habrá quedado claro quién asumirá la Presidencia el 1º de marzo de 2020?

El país está justamente a dos años de esa trascendente votación y emergen respuestas arriesgadas a esas interrogantes.Unos sostienen que tras la renuncia de Raúl Sendic a la vicepresidencia, el Frente Amplio respira aliviado, reordena sus piezas y, con una economía que sigue en crecimiento y un combate al delito que va dando resultados, la izquierda estirará su predominio por otro quinquenio.

Otros, advierten que en la opinión pública hay una demanda de cambio, que muchos votantes frentistas quedaron desencantados o desilusionados con la coalición de izquierda, que no se conforman con la caída de Sendic, y que inclinarán la balanza hacia la oposición, con el Partido Nacional como principal alternativa.

Falta mucho tiempo, pero también es cierto que hay tendencias políticas y de opinión pública que marcan caminos, sean en popularidad de dirigentes, en fortaleza de partido, o en otros factores.

El caso es que el repaso de los antecedentes inmediatos muestra que cuando faltan dos años para la elección, el panorama es bastante diferente al que se da en el momento de votar.

Veamos qué ha ocurrido en todas las elecciones de esta época de democracia restaurada. En 1982 el país se encaminaba a unas elecciones internas en los partidos habilitados, y el Frente Amplio que estaba proscrito, se debatía entre votar en blanco o apoyar a las opciones más contrarias a la dictadura.

Ni estaba claro cómo ni cuándo se saldría de la dictadura; nadie imaginaba cómo iba a ser el retorno de Wilson Ferreira, ni la liberación de Líber Seregni, ni cuáles serían los partidos que pactarían con las Fuerzas Armadas la transición a la democracia. Los blancos tuvieron casi 100 mil votos más que los colorados, pero dos años después, en 1984, ganó el batllista Sanguinetti.

En 1987, vivía Wilson Ferreira y lideraba a los nacionalistas, aunque estaba enfermo, mientras los colorados sentían que seguirían de largo en el gobierno hasta el siglo XXI. Tabaré Vázquez era un desconocido y en el Frente Amplio se discutía sobre una doble candiatura Seregni y Batalla. Dos años después, en 1989, Lacalle ganaba la Presidencia y Vázquez la intendencia de Montevideo.

En 1992, los blancos iban con empuje de mejora económica tras el ajuste inicial, y venían de cantar victoria en julio cuando los opositores a las privatizaciones no habían llegado a las adhesiones necesarias para un referendum. Pero en aquel octubre sí las hubo, y eso terminaría siendo un golpe duro al gobierno de Lacalle. El partido de gobierno no tenía candidato y había varios interesados que competirían por la postulación. Dos años después, en 1994, ganaría Sanguinetti en fórmula con Hugo Batalla (que en aquel 1992 seguía con lema propio, fuera del Partido Colorado).

En 1997, no había comenzado la recesión que golpeó duro a productores, trabajadores, al país en su conjunto; pero se veía que el Frente Amplio crecía aunque no se sabía cómo iba a funcionar el primer balotaje de la historia. Dos años después, en 1999, ganaba Jorge Batlle.

En 2002, a dos años de la elección, el país estaba saliendo de la crisis más dura, y el Frente Amplio aparecía como la alternativa. Pero faltaba el canje de deuda y mucho agua por correr. Faltaría el referendum de ANCAP y muchos hechos relevantes.

Dos años después, en 2004, Tabaré Vázquez ganaría sin balotaje, superando a blancos, colorados y a todo el resto de partidos; a todos juntos.En 2007, el Frente Amplio no tenía definidos los precandidatos. Astori asomaba como posible sucesor de Vázquez; Mujica no daba pistas, pero muchos –incluso en el oficialismo– estaban convencidos de que si el veterano tupamaro fuera el candidato, la elección se perdía. Y dos años más tarde, en 2009, Mujica ganaba y se convertía en presidente.

En 2012, El Frente no tenía candidato y el presidente Mujica le transmitía a Sendic que quizá debía anticipar sus planes, porque entendía que Vázquez no iba a aceptar la postulación. La incertidumbre se mantuvo hasta agosto del 2013, cuando Tabaré Vázquez dijo que sí sería candidato, pero en aquel octubre de 2012, era todo incertidumbre. Y además, por supuesto que Luis Lacalle Pou no estaba en los cálculos de candidaturas. Dos años después, en 2014, Vázquez ganó en balotaje a Lacalle Pou; uno quedó como presidente, y el otro como nuevo líder de la oposición.

El repaso detallado, de todo lo que se veía a dos años de cada elección, muestra la necesidad de tener prudencia sobre los pronósticos o las afirmaciones contundentes.

El Frente Amplio se sacudió cierta modorra interna pero sigue enredado en una maraña compleja, y de choque, como se ve con algunos conflictos que podrían evitarse (como los casos del acuerdo comercial con Chile o la ley para cincuentones).

La oposición no encuentra cómo incidir en fijar temas de agenda y debate, más allá que con las críticas o acusaciones al oficialismo. Y le cuesta también mostrar la unidad creíble como para combinar competencia (por votos de sectores diversos) y armonía en sus relaciones.

Si el Frente por un lado, y la oposición por el otro, confían en ganar por los probables errores del otro, deberían entender que eso no es suficiente. A dos años de la elección, en una competencia que promete ser apasionante, los partidos están como esos equipos que tienen chance de ser campeones en la tabla, depende de lo que haga cada uno. Tendrán ayuda del otro, si mete la pata, pero para ganar, la elección se define por méritos.