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A Roger Waters le queda chico el Monumental

El músico británico inició en Buenos Aires la serie de nueve shows que realizará en el estadio de River Plate
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09 de marzo de 2012 a las 12:29

“No es Pink Floyd”; “es muy caro”; “Waters es un chanta pesetero”; “hay que caminar mucho”; “tengo hambre”; etc, etc, etc. Todos los cuestionamientos e interrogantes propios de cualquier persona mayor de 40 que debe abandonar la comodidad de su tranquila vidita, como el 70% del público asistente, se desvanecen cuando a las 21.15 empiezan a sonar los acordes de “In The Flesh”, primer tema de esta obra conceptual, que culmina en medio de atronadoras hélices y con una avioneta casi de tamaño real que baja desde la parte alta de la tribuna Sívori para estrellarse, en medio de fuegos artificiales y explosiones, contra el lado derecho de la pared. Aha...

El escenario, ubicado sobre la tribuna Centenario de la cancha de River, es de proporciones elefantiásicas, más de 100 metros. Nunca se vio nada igual. Va de punta a punta, de platea a platea, y la famosa pared está casi terminada en los bordes, elevándose en esos sectores casi 30 metros, y prácticamente no tiene ladrillos en el centro, donde Roger Waters y su banda construirán un impactante show onírico/lisérgico.

Cuando el público todavía no salió de su asombro, arranca la melancólica “The Thin Ice”, y sobre la ya mítica pantalla circular se pueden ver las fotos y las fichas de soldados caídos durante la Segunda Guerra, incluidas la de su padre.

Todo el espectáculo tendrá una impronta marcadamente antibélica. La vida del autor estuvo signada por la guerra y la temprana muerte de su padre en batalla. Conmueve si uno se pone a pensar lo que sufrió en su infancia ese hombre canoso que arenga como un chico. Escenas reales de hijos que se reencuentran con sus padres que vuelven del frente emocionan a todos. Sobre Malvinas nada nunca. Sí una dedicatoria a muertos, desaparecidos y torturados, igual que en Chile.

Enseguida la tensa calma se corta con enfervorizantes acordes, y es en este punto que se empieza a revelar claramente cuál es la auténtica protagonista de esta historia: su majestad “The Wall”.

Porque sobre el inicio de nada menos que la trilogía que ataca con “Another Brick in the Wall (parte uno)”, sigue con “The Happiest Days Of Our Lives”, y desemboca en la popular “Another Brick in the Wall (parte dos)”, se proyecta un hipnótico mar colorado que ocupa todo el frente. Claro, la inmensa pared hará tanto de pantalla para mostrar a Waters y alucinadas imágenes, como de auténtico muro callejero, donde a lo largo de la noche se podrán leer todo tipo de grafittis en varios idiomas, antibélicos y antisistema. Una auténtica paradoja si se quiere, teniendo en cuenta el contexto.

Es uno de los grandes momentos de la noche. El éxtasis invade los cuerpos y todos saben lo que sigue.

La banda suena fuerte y a CD. El sonido es ¿”envolvente”?. Hay parlantes raros en todo el estadio y la música y los ruidos parece que vienen de todas partes. Retumba un helicóptero, cada vez más cerca. Cerca de los músicos un horrible monstruo se yergue amenazante ¡Es un profesor! ¡We don’t need now education!. Quince jóvenes se apropian del escenario y cantando atacan al Maléfico.

Explota. Y solo van 15 minutos desde que empezó el primer concierto de la maratón argentina de “The Wall Live Tour 2012” que finalizará el 20 de marzo, una fecha sin sillas (muy recomendable si se tiene “aguante”.

Ahora suena “Mother”. Se canta a coro y se aplaude cada simbólica estrofa. Los pasajes “intimistas”, sin artificio, son los mejores. Uno se puede concentrar en la canción, no tanto en la parafernalia. ¡Oh No!. ¡Un momento! Inmensos bombarderos se adueñan de la escena, sangre, tocan “Goodbye Blue Sky”… y recién van 20 minutos, de un “viaje” que, por suerte, sólo durará dos horas y 15 minutos.

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