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Abrazar la diversidad en educación

Abrazar la diversidad en educación: una columna de Renato Opertti
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07 de marzo de 2023 a las 05:01

Parecería ser que la diversidad se ha ido transformando mas que en un tema de debate y de comprensión de las diferencias, así como también de señalamiento de las cercanías y las coincidencias entre diversas culturas, tradiciones y afiliaciones, en un asunto que irrita, polariza y divide a la sociedad en bandos. Daría la impresión que el abordaje plural y matizado de la diversidad se evapora ante planteamientos que o bien cancelan al otro por pensar distinto, o bien le atribuyen la intencionalidad de fisurar los cimientos de la sociedad y de sus instituciones de soporte. La diversidad es atacada y hasta diría vilipendiada, desde posicionamientos ideológicos y corporativos que son presentados como en las antípodas, pero que, en definitiva, convergen en rechazar al diferente y menoscabar las diferencias, y por sobre todas las cosas, reniegan de la posibilidad de un mundo intercultural empático.

Asumiendo que la diversidad es un tema que esencialmente representa el entrecruce complejo entre los imaginarios sociales y su encarnamiento en visiones y prácticas educativas, compartimos seis puntos para contribuir a su abordaje desde una perspectiva componedora.

En primer lugar, la diversidad no se tendría que tomar como un fenómeno dado en la sociedad, sino más bien da cuenta de procesos históricos controversiales y delicados que van perfilando diferentes formas de entender la armonía, la inclusión y la cohesión en el seno de la misma. Entendemos que la diversidad se construye en base a un reconocimiento extendido sobre la existencia de referencias, diríamos valores universales, que son precisamente el garante que las diversidades sean visibles, respetadas y apuntaladas. El universalismo es la base sobre la cual podemos entender la diversidad en su cabalidad y en sus diversas formas de expresión, ya sea individual, cultural, social, de género, identitaria, territorial u de índole similares. La diversidad sin un universalismo garante deviene generalmente en la supervivencia de los más fuertes en imponerse frente a los demás y en conducir peligrosamente a sociedades hegemónicas. En tal sentido, se instala una pseudo “diversidad” de pensamientos y prácticas únicas y autoritarias que contraviene su sentido último como expresión de las diferencias.

En segundo lugar, la diversidad es inherente a la condición humana ya sea en lo individual y/o en las pertenencias a múltiples grupos, colectivos y comunidades. Su no reconocimiento, o bien opacarla, impacta en la inteligencia colectiva de una sociedad ya que supone inhibir el potencial de desarrollo y de excelencia de cada persona. La diversidad es por tanto un atributo nítidamente positivo de una sociedad, que da cuenta de su riqueza, así como de su apertura a comprender las diferencias y los diferentes, y que allana el camino hacia genuinas bases de inclusión. Claro esta que la diversidad no opera en un vacío de referencias y apoyaturas ya que requiere contrarrestar las disparidades de diferente orden que impiden que la propia diversidad se pueda apreciar y desarrollar. En efecto, el logro de la inclusión social y educativa implica la conjunción de políticas públicas sólidas y de largo aliento que mitiguen las disparidades y que potencien las diversidades.

En tercer lugar, la diversidad implica el diálogo entre múltiples perspectivas sobre la base del respeto y de la confianza mutuas. No se puede llevar in extremis la diversidad al punto que solo vale lo que se siente y percibe sin bases y fundamentos en realidades en que podemos tomar como puntos de referencia para las acciones colectivas e individuales. No somos de la idea que la diversidad esté dada pero tampoco entendemos que todo es producto de la construcción de las subjetividades de las personas y grupos sin vasos comunicantes y sin tejer sinergias entre los mismos. Por ejemplo, cuando se ideologizan excesivamente los enfoques de género al punto de no reconocer la biología de hombres y mujeres más allá que la misma pueda devenir y expresarse de diversas maneras que las sociedades tienen que respetar y abrigar. El rechazo de la biología lleva a polarizar el debate, apoca la agenda feminista, agudiza la confrontación y complejiza el reconocimiento de los derechos de las personas que se identifican como LGBTQ (es decir como lesbiana, gay, bisexual, transgénero y queer). La diversidad requiere anclarse en realidades compartibles que, si bien pueden admitir múltiples interpretaciones y enfoques, no se les puede desconocer como tales. Ni todo es dado ni todo es construido.

En cuarto lugar, la diversidad en educación es una de las vías fundamentales para su personalización con foco los procesos de enseñanza, aprendizaje y evaluación. No se trata de solo de atender la diversidad, que tradicionalmente ha sido la manera de entender y en cierta medida de contemplar a los diferentes como los salidos de la “norma” sino de abrazarla como el espíritu y la materia del sistema educativo en cuanto a apuntalar el potencial de excelencia de cada alumno. Abrazar la diversidad implica remover los pensamientos y las prácticas binarias de categorización y muchas veces de estigmatización de alumnos o alumnas en especiales o no especiales haciendo caso omiso del todo indivisible que es cada ser humano. El conocimiento en profundidad de cada alumno entendido y respetado como persona es una de las claves fundamentales de una educación equitativa de calidad.

En quinto lugar, abrazar la diversidad implica también cuestionar la idea de currículos y pedagogías prescriptas y altamente instruccionales que presuponen un perfil de alumno entendido como “standard” donde esencialmente se trata de transmitir contenidos por educadores y de recibirlos por los alumnos. La diversidad interpela a los sistemas educativos a diversificar las maneras de enseñar, aprender y evaluar con el objetivo precisamente de fortalecer procesos que conduzcan a igualar en resultados. No es cuestión de adscribir enfoques educativos que implique elegir uno excluyendo a otros sino de buscar integrarlos para que tengan sentido para los alumnos y conecten con sus motivaciones atendiendo esencialmente a las múltiples vulnerabilidades de cada uno de ellos. El punto de partida de la diversidad no son las ofertas y los espacios educativos sino el conocimiento de los alumnos en su diversidad de perfiles, expectativas y necesidades en el marco de visiones educativas sólidas y objetivos universales de formación.

A vía de ejemplo, la evidencia aportada por el renombrado especialista francés en neurociencia, Stanislas Dehane, indica que” leer es desarrollar una conexión eficaz entre la visión de las letras y la codificación de los sonidos del lenguaje” (2015). De acuerdo a lo que asevera el propio Dehane, dicha conexión tiene una incidencia fuerte y positiva en apuntalar las competencias lectoras de las personas y grupos socialmente más vulnerables, lo cual implicaría revisitar las prácticas educativas, curriculares y pedagógicas para precisamente atender la diversidad de situaciones y contextos de los alumnos. Tomado como ejemplo el aprendizaje de la lectura, se puede decir que la concreción de la diversidad se sustenta en triangular evidencias derivadas de enfoques, estrategias e intervenciones para lograr esa deseable personalización de la educación del vestido o traje a medida.

En sexto lugar, abrazar la diversidad significa entender las relaciones de idas y vueltas que resultan del entrecruzamiento de las representaciones, vivencias y prácticas de educadores y alumnos. La diversidad supone empatía intergeneracional ambientada por espacios dentro del currículo, así como su concreción en los centros educativos y en las aulas. Las llamadas competencias socioemocionales pueden potenciarse en espacios de interacción entre educadores y alumnos donde haya la intencionalidad mutua de conocerse mejor. Por ejemplo, las ingeniosas y variadas respuestas que los educadores idearon y concretaron para sostener al alumno y sus procesos de aprendizaje durante el COVID-19, supusieron conocer a los alumnos en sus identidades virtuales. Es de esperar que la diversidad se amplié aun más en la medida en que los sistemas educativos vayan transitando hacia modos educativos híbridos donde se integran espacios formales e informales, presenciales y en línea, para ampliar y democratizar las oportunidades de aprendizaje.

En suma, estos seis apuntes sobre la diversidad – universalismo incluyente de las diferencias y los diferentes, su carácter esencialmente positivo, diálogos respetuosos y aperturistas, personalización de la educación, currículos y pedagogías que conecten con los alumnos, y relaciones de idas y vueltas entre educadores y alumnos - abonan la idea que se trata de un asunto que cruza a la sociedad en su conjunto. Alternativamente a la polarización entre enfoques con vocación de cancelarse y excluirse mutuamente, se requiere de alta y fina capacidad de escucha, así como de determinación para que abracemos la diversidad en educación anclada en la intersección trabajosa y evolvente entre valores universales y su más amplia y plural consideración.

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