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Adiós a la paz en Medio Oriente

Donald Trump parece haber dinamitado las pocas chances de acuerdo en Medio Oriente, pero insiste en que su poder de negociación lo logrará
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20 de mayo de 2018 a las 05:00
Donald Trump ha prometido desde que estaba en campaña, y sigue prometiendo, que logrará la paz entre israelíes y palestinos. En su proclamado estilo "art of the deal" (el arte de la negociación) de gobernar, el mandatario norteamericano siempre ha creído que algo tan complejo como el conflicto palestino-israelí se puede resolver como quien resuelve un due diligence en la adquisición de una empresa.

"Si tú no puedes hacer la paz en Medio Oriente, nadie podrá", le dijo en la cena de gala la noche de su asunción a su yerno Jared Kushner, casado con Ivanka Trump y principal asesor del presidente en la cuestión israelo-palestina. "Toda la vida he escuchado que esa es la negociación más difícil que puede haber, pero confío en que Jared lo conseguirá", remató Trump aquella noche de euforia en Washington.

Quince meses más tarde, la llamada "solución de los dos estados" en Israel parece bastante más lejana y el proceso de paz, herido de muerte. La decisión de Trump de trasladar la Embajada de Estados Unidos en Israel a Jerusalén desató las protestas masivas en Gaza que el lunes terminaron en tragedia, con la muerte de 60 manifestantes palestinos y millares de heridos por disparos de las fuerzas israelíes.

El hecho causó gran consternación a nivel mundial. El Ministerio de Defensa de Israel sostiene que los manifestantes estaban arrojando bombas incendiarias y artefactos explosivos en varios puntos de la valla fronteriza entre Gaza e Israel.

Sin embargo B'Tselem, una organización pro derechos humanos israelí, Humans Rights Watch y Reporteros Sin Fronteras han acusado al gobierno de Israel de utilizar munición real contra civiles desarmados.

La cuestión se saldó el miércoles pasado en las Naciones Unidas, cuando la embajadora de Estados Unidos ante el organismo, Nikki Haley, vetó una resolución del Consejo de Seguridad para investigar las muertes de Gaza. Horas antes, el recientemente investido secretario de Estado, Mike Pompeo, ya había dejado clara la posición de la administración Trump al respecto: "Estados Unidos está firmemente con Israel en esta lucha", dijo el también exdirector de la CIA, quien pocos días antes en rueda de prensa ya había rehuido dar su total respaldo a la solución de los dos estados.

Cuesta trabajo descifrar la estrategia del presidente de Estados Unidos para llegar a un acuerdo de paz por este camino. Sin duda ha mejorado sustantivamente las relaciones de Washington con el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, que se habían agriado de un modo disolvente durante el gobierno de Barack Obama. Pero por el otro lado continúa alieando a las autoridades palestinas, que ya han cortado los contactos diplomáticos con su gobierno. Y después de los sucesos de esta semana, no se ve cómo pueda hacer para algún día traerlos a la mesa de negociaciones.

La idea de Obama para la resolución del conflicto era la creación de dos estados conviviendo en paz de acuerdo a las fronteras previas a 1967, desde que Israel ha mantenido territorios ocupados. Esto fue lo que enemistó al expresidente con Netanyahu y con buena parte de la colectividad judía, que entienden que volver a las fronteras del armisticio del 49 sería condonar las agresiones árabes; agresiones que el estado de Israel repelió en dos ocasiones, y en las que desde luego se impuso.
El mismo reclamo se le hace ahora a Trump de la otra parte. Pero Trump fue bastante más lejos que su antecesor en la dirección opuesta: la polémica decisión de trasladar la Embajada a Jerusalén ha echado más leña al fuego de un conflicto que, si bien siempre latente, había mantenido una relativa baja intensidad en sus hostilidades desde hacía cuatro años.

Israel ha tenido el control sobre todo Jerusalén también desde 1967, cuando tras la guerra de los Seis Días, pasó a ocupar Jerusalén Este, donde está la Ciudad Vieja y los santos lugares de las tres religiones monoteístas (judaísmo, cristianismo e islam): El Muro de los Lamentos, El Santo Sepulcro y el Monte del Templo. Pero la anexión no ha sido reconocida por la comunidad internacional y fue declarada una "violación del derecho internacional" por dos resoluciones de Naciones Unidas, que considera a Jerusalén Este "territorio ocupado". Por eso ningún país tiene embajada allí sino en Tel Aviv. Y todos los gobiernos anteriores a Trump se habían cuidado mucho de no hacerlo.

La idea de las autoridades palestinas era recuperar Jerusalén Este como la capital del estado que surgiera de los diálogos de paz que Obama impulsó en vano. Así pues, la decisión de Trump parece haber encendido un peligroso mechero cuyo fuego no se ve claro cuándo ni cómo habrá de extinguirse.

Menos claro aun se ve cómo su esperado plan de paz logrará convencer a los palestinos de otra solución que no sea la planteada de los dos estados, o para convencer al gobierno de Netanyahu de la propia solución de los dos estados.

El gobierno de Israel siempre ha esgrimido no tener un interlocutor válido del lado palestino. Aseguran que la solución de los dos estados se podría haber alcanzado hace mucho tiempo si Hamas no hubiera echado por tierra toda posibilidad de paz con Israel al negarse insistentemente a reconocer el estado judío. Tampoco han ayudado las actividades terroristas de Hamas —que controla la franja de Gaza— y su retórica incendiaria contra la propia existencia de Israel.

Sin embargo la Autoridad Palestina (AP), que gobierna en Cisjordania, reconoce oficialmente la legitimidad del estado de Israel, coopera con las fuerzas israelíes para evitar las incursiones de Hamas en Cisjordania, y nunca lanza misiles contra Israel ni ha construido túneles hacia su territorio. Y así, desde esta otra campana, tampoco ayuda entonces que Israel haya decidido expandir sus asentamientos precisamente hacia Cisjordania. Aunque, todo sea dicho, si de contribuir a la resolución del conflicto se trata, las recientes declaraciones antisemitas del presidente de la AP, Mahmud Abbas, en Ramala tampoco pueden ser tomadas como una ofrenda de paz.

Cómo se le ocurrió a Trump que el traslado de la Embajada podría contribuir a la paz en Medio Oriente es difícil de imaginar. Había sido una promesa que le había hecho en campaña no solo a la colectividad judía de Estados Unidos, sino también al propio Netanyahu, y aunque suene extraño, a la numerosa comunidad evangélica, que lo votó masivamente, y a la que pertenece su vicepresidente, Mike Pence.

Los evangélicos —conocidos en el espectro político norteamericano como la derecha cristiana— son un sector ultraconservador y electoralmente decisivo en el llamado "cinturón bíblico" de los estados del sur; y creen en la pertenencia de Jerusalén al pueblo judío por razones bíblicas, y algunos, hasta milenaristas.

Varios analistas en Estados Unidos han interpretado la decisión de Trump como una concesión a ese electorado.

Incluso algunos sostienen que Pence tuvo una gran influencia en ello. Es difícil saberlo, ya que las versiones no tienen sustento en fuentes cercanas. Pero la comunidad evangélica se mostró feliz con la decisión de mudar la Embajada, cuyo anuncio además lo hizo el propio Pence en enero pasado ante el Knesset, donde sostuvo que se estaba subsanando "una injusticia que ya tiene 70 años".

Haya sido idea de Pence o de su yerno Jared, si Trump realmente quiere alcanzar un acuerdo de paz entre israelíes y palestinos, cualquiera diría que está mal asesorado. El mandatario norteamericano se jacta que haber logrado que Kim Jong-un aceptase iniciar un proceso de paz con Corea del Sur, y sostiene que fue su línea dura contra Pionyang lo que forzó al dictador norcoreano a sentarse a la mesa. Lo mismo asegura que sucederá con Irán, tras haber abandonado el acuerdo nuclear que Obama había firmado en 2015 con ese país, y contra la presión combinada de sus aliados Francia, Alemania y el Reino Unido.

¿Tendrá Trump en el conflicto palestino-israelí un as en la manga? ¿Podrá su "arte de la negociación" producir el milagro? Después de todo, el único país del mundo capaz de hacer que Israel acepte la solución de los dos estados es Estados Unidos. Que Trump esté realmente dispuesto a hacerlo es otro boleto.

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