Por Martín Viggiano (Twitter: @martinviggiano)
En 2011 en Uruguay, ocho de cada diez kilos de uva cosechada para hacer vino fueron de variedades tintas. Esa diferencia, que claramente responde a la demanda, la costumbre o rentabilidad del negocio, contribuye a una condena injusta que sufren los vinos blancos, tan maravillosos como los tintos.
No es casualidad que en el ranking de variedades de uvas más producidas en Uruguay en 2011 (Tannat es la primera por matanza) aparezca una blanca recién en el tercer lugar (Ugni blanc, con 9,53% del total), según datos de Instituto Nacional de Vitivinicultura (Inavi).
Este es un post dedicado a reivindicar a los blancos, a los vinos blancos, tan criticados, menospreciados y humillados.
Desde que comencé a descubrirlos, he escuchado una sarta de disparates tales como: “el vino blanco no es vino”; “el vino blanco es para las mujeres”; “el blanco es un vino flojo”, etc, etc. No solo no son ciertos, sino que habría argumentos suficientes para rebatirlos a cada uno de ellos.
Una vez que el prejuicioso decide abrir la cabeza y disfrutar de los blancos, debería recordar que esas variedades no son comparables con las tintas. No son lo mismo. A partir de ahí, debería también asumir elementos diferentes para juzgarlos.
La acidez de los blancos es distinta a la de los tintos, el maridaje es otro y la temperatura de servicio también. Para disfrutar los blancos, la temperatura de servicio (que oscila entre los 6 y 12 grados) es básica, lo mismo que la comida para acompañarlos. Se suele decir que van bien con pescados y mariscos, con entradas, quesos y picadas. Es verdad. Pero también es verdad que hay blancos con cuerpo y carácter importante que también se llevan con un pollo al horno o un plato de pasta con salsa caruso. Incluso para postres.
Cada vez que escucho una crítica sin fundamentos hacia los blancos me acuerdo del Sauvignon Blanc, mi cepa blanca preferida. ¿Se privan de eso? No los entiendo.
El Sauvignon Blanc es un vino sorprendente. A la vista, algunos, parecen hasta transparentes, pero en nariz son una bomba de tiempo, con aromas impresionantes de hierbas y cítricos. Y en boca, una acidez elegante que termina de redondear una experiencia exquisita.
Pero claro, los prejuiciosos de los blancos se lo pierden.
Inicio de sesión
¿Todavía no tenés cuenta? Registrate ahora.
Para continuar con tu compra,
es necesario loguearse.
o iniciá sesión con tu cuenta de:
Disfrutá El Observador. Accedé a noticias desde cualquier dispositivo y recibí titulares por e-mail según los intereses que elijas.
Crear Cuenta
¿Ya tenés una cuenta? Iniciá sesión.
Gracias por registrarte.
Nombre
Contenido exclusivo de
Sé parte, pasá de informarte a formar tu opinión.
Si ya sos suscriptor Member, iniciá sesión acá