Refiriéndose a las vísperas de la Primera Guerra Mundial, el historiador John Keegan señalaba las grandes diferencias prevalentes entre las sociedades europeas de 1939 y 1914. En aquel año, Europa asistía, en parte atemorizada, en parte incrédula y en parte, más peligrosa aún, abiertamente complaciente, a la imparable marcha de los procesos totalitarios y su consolidación en el poder, como el comunismo soviético en versión de Iosif Stalin, el fascismo de Italia y Japón, y el nazismo de Hitler, detonante este último, de la Segunda Guerra Mundial.
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