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Aquel hijo perdido de la guerra

El músico británico Eric Clapton nunca conoció a su padre y probablemente este jamás sospechó que su hijo era ese virtuoso guitarrista que arrastraba multitudes. My Father's Eyes encierra esta historia de desencuentros que va desde la segunda guerra mundial hasta los años de 1980 para convertirse, de paso, en un éxito mundial
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14 de julio de 2017 a las 05:00

Edward Walter Fryer nació el 21 de marzo de 1920 en Montreal, Canadá, y dos décadas más tarde se alistó en las fuerzas armadas para combatir en la segunda guerra mundial. Pasó una temporada en Londres cumpliendo servicio y recorriendo los bares en sus horas libres, mientras la ciudad permanecía en suspenso, con el fantasma del blitzkrieg alemán todavía presente, en una guerra que recién empezaba lentamente a disiparse. Una noche de junio de 1944, Edward de 24 años, conoció a una joven de 16, llamada Patricia Molly Clapton. Como todo lo que ocurría en medio de la guerra, aquel encuentro azaroso no duró mucho: Patricia siguió con su vida en Londres mientras Edward desapareció días más tarde.

Por Gonzalo Palermo

Después de la guerra, él volvió a Canadá y dedicó los años siguientes a sus dos grandes pasiones: el arte y la navegación. Cantaba y tocaba el piano en bares y hoteles para mantenerse, y en ocasiones hasta vendía sus propias pinturas; ahorraba con el objetivo de, algún día, tener su propia embarcación. Estuvo casado dos veces, primero con Cecelia Rich, con quien tuvo dos hijos, Edward Jr. y Sandra; y luego con Yvonne Colson, con quien tuvo una hija, Eva Jane. Posteriormente, entre supuestas infidelidades, la pareja se separó.

Aquel veterano de guerra con una notable sensibilidad artística decidiría entonces pasar el resto de su vida en compañía de su Jupiter IV, un bote de más de 30 metros de largo que también le serviría de casa. Un sueño hecho realidad. Pero el azar volvería a intervenir para que Sylvia "Goldie" Nickason se cruzara en su camino y se convirtiera en su nueva esposa, con quien viviría hasta su muerte. Después de que Fryer muriera, el 15 de mayo de 1985 en el hospital de veteranos de guerra de North York, Ontario, Goldie se paró en la cubierta del Jupiter IV y dispersó sus cenizas en el mar.

Nadie es quien dice ser

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Es preciso volver en el tiempo hasta aquel encuentro fortuito ocurrido en un bar de Londres en 1944. Edward y Patricia nunca más volvieron a verse las caras, pero ella quedó embarazada y dio a luz el 30 de marzo de 1945, en Surrey, al sureste de Inglaterra, poco después de que el ejército aliado cruzara el Rin e iniciara los últimos movimientos de una guerra que terminaría un mes más tarde. El recién nacido tomó el apellido materno y durante los siguientes nueve años creció convencido de que sus abuelos eran sus padres y de que su madre era su hermana mayor. Un juego de palabras vuelve todo un poco más confuso: el segundo esposo de su abuela Rose era de apellido Clapp, muy parecido al de su verdadero abuelo, Reginald Clapton.

Y como si todo fuera parte de un guion, su madre Patricia conocería a otro soldado canadiense, Frank McDonald, con quien se mudaría a Canadá. El pequeño Eric se quedó en Surrey con sus "padres". Patricia volvería poco después a Inglaterra de visita, acompañada de su nuevo esposo y su segundo hijo, Brian. Más tarde daría a luz a Cheryl y a Heather. A esta altura Eric ya sabía todo el enredo.

El joven Clapton abandonó la secundaria y fue expulsado del Kingston College of Art porque solo se interesaba por una asignatura: la música. Pero para eso todavía faltaban años. Mientras tanto, trabajaba en la construcción a las órdenes del esposo de su abuela, Jack.

El padre y el hijo

"No conocí a mi padre. Lo más cerca que estuve de ello fue cuando observé los ojos de mi hijo. Me ha tocado vivir un ciclo muy extraño y por eso es algo que quise compartir, fue así como nació la canción". Eso fue lo que respondió Clapton en 1993 a la revista Guitar World sobre My Father's Eyes, tocada por primera vez en 1992 en formato acústico.

El músico compuso la canción para el Unplugged de MTV pero finalmente no la incluyó en el álbum. Más adelante grabaría una versión para Pilgrim (1998), que sería su primer disco de estudio después de una década. La idea —tal como le dijo Clapton a su baterista Steve Gadd— era crear el disco más triste de todos los tiempos e incursionar a la vez en el pop de sintetizadores. My Father's Eyes representa a la perfección ambas ideas: una letra que reza por "una lluvia sanadora" que "restaure mi alma otra vez", mientras los alegres coros femeninos acompañan la búsqueda del padre ausente. Lo que muchos no sabían entonces era de dónde venía toda esa tristeza que Clapton le había impregnado a su música y algunos empezaron a indagar en ese padre, sin encontrar ningún dato certero.

Por entonces ya hacía décadas que Clapton era Dios, tal como rezaban los grafitis británicos de fines de los años de 1960, la época dorada de la guitarra, donde Clapton y Hendrix se disputaban el trono y la psicodelia aparecía para cambiar todo. Clapton ya había pasado por un par de bandas que eran a la vez escuelas para músicos virtuosos: la primera fue The Yardbirds (la dejó en 1965 porque se estaba volviendo demasiado pop y recomendó nada menos que a Jimmy Page, quien a su vez recomendó a Jeff Beck para su lugar) y más adelante llegó la legendaria John Mayall & the Bluesbreakers (donde se volvió divinidad gracias al notable Blues Breakers with Eric Clapton, de 1966).

Clapton siempre fue inquieto, un gran guitarrista de grupo con ADN de lobo solitario. Por eso acumuló créditos con músicos y bandas tan notables y en tan poco tiempo. La más impresionante de todas fue Cream. Ahí llegaría la época de los supergrupos y los power trios, la invasión británica y el éxito mundial de la mano de hits como Sunshine of Your Love y Badge. En este punto sus proyectos se apilan y es preciso mirarlos en perspectiva para poder apreciar el peso real de cada uno. Después de Cream —que fue de 1966 a 1968— llegó otro grupo relámpago: Blind Faith, junto con Steve Winwood, que dejó canciones inolvidables como Presence of the Lord. Igual de breve e intenso fue su paso por Derek and the Dominos, con Bell Bottom Blues y Layla como imprescindibles.

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Mientras Clapton recorría el mundo su padre estaba en algún lugar de Canadá. Es casi un hecho que Edward Fryer conocía al músico Eric Clapton, pero resulta improbable que sospechara que se trataba de su hijo. La única pista, el nexo que los unía, era la pasión por la música. Clapton se preguntó siempre por su padre pero nunca intentó localizarlo. Cuando se publicó My Father's Eyes, la crítica especializada se centró en el giro pop del disco y destacó las virtudes compositivas del músico, que había escrito 12 de las 14 canciones. Pero no todos se quedaron en eso: el periodista canadiense Michael Woloschuk publicó en el periódico The Ottawa Citizen una nota rastreando la pista del padre ausente por medio de una de las hermanastras de Clapton. Woloschuk localizó a Eva Jane Fryer, quien por entonces vivía en una casa rodante a las afueras de Florida. Madre soltera de una niña de 9 años y oficinista, Eva Jane aportó más datos sobre las capacidades musicales del padre de Clapton, diciendo que había sido pianista durante mucho tiempo de la cadena de hoteles Holiday Inn. Al parecer, una de las piezas favoritas de Mr. Fryer era Raindrops Keep Fallin' on My Head, interpretada por B.J. Thomas para la película Butch Cassidy (1969), protagonizada por Paul Newman y Robert Redford.

En 1985, el mismo año en que murió Edward Fryer, Clapton se convirtió en padre de Ruth, fruto de su relación clandestina con Yvonne Kelly, mientras seguía casado con su primera esposa, Pattie Boyd. Clapton y Kelly mantuvieron a Ruth en secreto hasta 1991. Mientras tanto, entre los trámites de divorcio con Boyd, el músico conoció a la modelo italiana Lory Del Santo, con quien en 1986 tuvo a su segundo hijo, Conor, ese hijo al que miró a los ojos para ver a su padre. La muerte accidental de Conor en 1991 daría lugar a otro de sus grandes himnos paternales, Tears in Heaven, cerrando así un círculo emocional y trágico unido por la música.

Las dos caras de la paternidad

El Unplugged de Clapton está sin dudas entre los tres mejores de la historia. Y cómo olvidar Tears in Heaven, que estrenó en aquel show y que iba dedicado a su hijo Conor, muerto en 1991 al caer accidentalmente del piso 53 de un rascacielos en Manhattan, cuando tenía 4 años y medio. Tears in Heaven tiene su lado B en My Father's Eyes.

Ambas son de las más emocionales y melancólicas canciones de Clapton —lo que no es poco, dado su historial— y no es casualidad que las haya apartado de su repertorio en vivo hace años. En una se pregunta: "¿Sabrías mi nombre si te viera en el cielo?". En la otra recuerda: "Él estaba conmigo; miré dentro de los ojos de mi padre".

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