El festejo de Argentina tras ser campeón del mundo

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Argentina campeón: los hombres que lloran y se dicen te quiero, pero que pensaron cuando más se necesitaba

Lo de Argentina fue emocionante y un tributo a su héroe Lionel Messi, pero también una demostración de convicción y de mente fría en momentos clave
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18 de diciembre de 2022 a las 15:53

Los jugadores de Argentina lloran, se abrazan, se dicen que se aman. Eso destacaron miles en Argentina a ambos lados de su grieta. Y tienen razón. Este Argentina fue un equipo vanguardista, no solo adentro de la cancha. Esta Argentina de Scaloni construyó, desde esa emoción al borde de las lágrimas, desde ese poner el corazón en las manos, su principal secreto para entrar en la historia como campeón del mundo.

Di María llora mientras vuelve de anotar el segundo gol ante Francia. Scaloni llora ante la prensa cuando dice que está disfrutando los días prevíos a la final, y que espera que en Argentina esté pasando lo mismo. Vuelve a llorar cuando le muestran un video de su Pujato natal. Su asistente Pablo Aimar llora, en un partido de fase de grupos o mientras en el ómnibus ve en el celular imágenes de los festejos en Buenos Aires.

Y uno se pregunta: ¿no será demasiada demasiada emoción?

Alguna vez me dijo Juanjo Grande, un enorme tipo, psicológico deportivo de Juan Martín del Potro y de Los Teros, que injustamente se nos fue en 2022: "Lo que he aprendido es que la emoción, a diferencia de la racionalidad, no se puede manejar. A veces abrís la canilla del agua y sale tan fuerte que salpica para todos lados y deja de ser conducente, y pasa a ser algo sin control. Con la emoción pasa algo parecido. A veces hay que abrir mucho la canilla y tratar de que el flujo sea más grande. Pero si tenés demasiada emoción, eso termina haciendo que el jugador, al estar tan emocionado, se olvide de jugar”.

Lo pensé de nuevo cuando vi a los jugadores abrazados mientras gritaban el himno. El último símbolo de la emoción colectiva. Este equipo al que tantas veces se lo criticó por no mostrar suficiente emoción, por ejemplo en el himno. Ahora lo dejaba todo antes de empezar el partido.

Pero lo que vino luego fue exuberante. Y valga la ironía, emocionante. Porque fue esa urgencia de todo el mundial, el ganar el Mundial para Messi en su última oportunidad, ahora multiplicada por ser la hora señalada. Pero fue además una mente fría en lo que se necesita, saliendo a morder en toda la cancha, salir a recuperar la pelota y a usarla, ante un rival que por alguna razón no estaba en la cancha. Quizás por la famosa gripe del camello, una versión 2022 de las convulsión de Ronaldo en 1998.

Pero también porque ese técnico joven, sin experiencia. que lloraba en la previa, fue el más frío de todos. Puso a Di María, que había jugado ocho minutos en cuatro partidos, el mismo que le había reclamado tres años antes a través de los medios que merecía tener una chance.

En otra época lo hubiesen matado: que era una capitulación del DT, que Di María era parte del club de amigos de Messi. Lo del Fideo no fue por lo emocional: fue una apuesta que salió perfecto, fue encontrar un factor X en el que Francia no había pensado. Y el Fideo fue la estrella del primer tiempo, en el que Argentina le pasó por encima a Francia. 

Pero había que sufrir. Quizás pensaron demasiado en lo que estaban logrando, o fue mérito de Francia, que por algo era el campeón del mundo anterior y quería vender cara su derrota a pura chapa y pelotazo largo. En 2 minutos cambió todo, Francia metió dos goles y hasta podría haber seguido de largo.

Ahí, más que nunca, había que poner la garra. Pero sobre todo, la cabeza. ¡PIENSEN! Se desesperaba Scaloni. Como decía Juanjo, que la canilla no se abra demasiado en ese momento donde cada uno quiere hacer el gol de la vida en ataque y donde la pelota pesa cinco kilos en defensa.

Y fue así. Guapeando, pero pensando. Sufriendo y haciendo sufrir. A la altura de una final del Mundo: porque un 3-0 hubiese sido muy lindo, pero no la mejor final de la historia. Y lo que terminaron regalando fue eso: un partido de héroes, los ganadores y los perdedores.

Al final fue con penales. Con mente fría para acertarlos, con Dibu Martínez atajando uno y forzando con su figura gigantesca otro para que el francés la tirara afuera.

Así tenía que ser. Con emoción, con lágrimas. Con muchos “te quiero” de un equipo que se brindó al mejor jugador de la historia, de una manera que emociona al rival más frío. 

Argentina es campeón del mundo. Porque hizo lo que había que hacer.

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