Alberto Fernández esta semana.
Romina Manguel

Romina Manguel

Periodista de El Observador Argentina

Opinión > Argentina sin acuerdo

Bailando al ritmo del Fondo Monetario

Sin acuerdos, estabilidad ni conducción, Argentina corre contra el tiempo. ¿Quién es el responsable? La jugada de CFK
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08 de mayo de 2023 a las 05:02

“Vivimos circunstancias excepcionales que requerían un líder excepcional y Alberto Férnandez no lo fue. En otro escenario hubiese sido un presidente aceptable”. Alejado del presidente, quien fuera uno sus más estrechos colaboradores plantea una nueva salida decorosa a esta gestión de gobierno. La pandemia, la guerra en Ucrania, la sequía, la herencia recibida de Mauricio Macri y los obstáculos que le puso en el camino la propia vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner son algunos de los argumentos que exponen del albertismo para explicar el desastroso final que podría arrastrar al oficialismo a la peor elección de su historia.

En medio de un espeso clima electoral en el que la derecha libertaria de Javier Milei crece al calor de las dudas y debilidades de los partidos tradicionales, no termina de aparecer en el oficialismo el candidato ideal: uno capaz de conservar los votos del peronismo y apalancarse en ellos mientras defiende la gestión de gobierno sin tanta vehemencia como para alejar a los electores decepcionados, pero con la suficiente convicción para que los votantes vuelvan a apostar tras el fallido paso del Frente de Todos por la Casa Rosada.

Parece una tarea imposible para cualquier mortal. Y ahí, en la fantasía de lo sobrehumano vuelve a sonar el nombre de Cristina Fernández de Kirchner, más allá de que en decenas de oportunidades manifestó “ya lo di todo” para dejar en claro que no tiene intenciones de ser candidata. Los sectores más kirchneristas del espacio se niegan a creerle. Están convencidos de que ese nombre en la boleta tiene la fuerza suficiente para amortiguar la bofetada que significó para la población un gobierno del que el kirchnerismo ahora intenta despegarse. Y si no va a ser CFK, apelar al dedo ordenador que le permita elegir a su candidato sin necesidad de ponerlo a competir en unas Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (Paso).

Ahí aparece el ministro de Economía Sergio Massa. Un hombre que siempre generó sospechas dentro del kirchnerismo. Pero la necesidad tiene cara de hereje.

Recién llegado de Brasil, la volátil economía nacional no le da un día de respiro. Lula da Silva fue generoso en abrazos, pero no en reales. Pensar que el resultado hubiese sido otro es desconocer la política brasilera y sus férreos mecanismos institucionales. Un préstamo como el que solicitaba la argentina para que el país del norte financie las exportaciones no depende solamente de la voluntad política del primer mandatario. La oposición bolsonarista controla espacios clave en el Banco Central y en la representación ante el Fondo Monetario, por ejemplo. Por eso Lula prometió hablar con el organismo “para que les saque el cuchillo del cuello” y enviar una ley al Congreso. El salvavidas brasileño demoraría unos meses en llegar. Y ya no resultaría un salvavidas. Por eso Massa depende de su habilidad para sortear el abismo de acá a agosto si quiere ser candidato. Massa depende de Massa. Y el país, de Massa y del Fondo Monetario Internacional, que un última instancia tomará la decisión del salvataje económico en función de un interés político. ¿Va a socorrer a este gobierno agónico para evitar un desastre?¿O jugará con los tiempos para que la ayuda sea directamente al próximo presidente o presidenta? Desde el FMI y particularmente desde los Estados Unidos, saben de la importancia de fortalecer a la Argentina como socio en la región ante un Brasil cariñoso con Rusia y China. No hay dudas acerca de qué es lo que tienen que hacer. La gran pregunta es cuándo. ¿Ahora o después de las elecciones? Sin dudas, será el tema central que se debatirá en los corrillos de la cumbre de la Amcham (Cámara de Comercio de los Estados Unidos en la Argentina) el próximo martes. El encuentro congregará a representantes de todo el arco político, las multinacionales que operan en el país, gremialistas y la cabeza de la Corte Suprema de Justicia de la Nación. El título de la convocatoria podría dar alguna pista: “Los protagonistas de la próxima Argentina”.

Argentina corre hoy una carrera contra el tiempo. El pronóstico de los economistas para agosto es un piso de inflación del 7 por ciento y una economía contraída por la falta de dólares.

La oposición se debate entre los que arriesgan un ajuste en términos urgentes y no descartan una nueva moneda como lo fue el Austral -tal es el caso del economista de referencia de Patricia Bullrich, Luciano Laspina- y otros más cautos, como el hombre de Horacio Rodríguez Larreta, Hernán Lacunza, que plantea que sin crédito, el debate de gradualismo o shock es abstracto.

Mientras tanto, Javier Milei, que insiste en su plan de dudosa aplicación que incluye quemar el Banco Central y dolarizar, sigue creciendo en las encuestas.

Más allá de los números que reflejan la inflación, la disparada del dólar que obliga a intervenir constantemente y de los alarmantes índices de pobreza, es difícil encontrar un solo interlocutor que no admita que el problema de fondo es político. Y que los resultados desastrosos que se expresan en términos económicos son la consecuencia inevitable.

Por eso en sus intervenciones públicas suelen fantasear con grandes pactos al estilo la Moncloa o la salida a “lo Shimon Peres” en Israel. Propuestas inviables si se tiene en cuenta que hoy no hay diálogo posible entre el oficialismo y la oposición. Y, sobre todo, que no hay consenso en el diagnóstico: si el problema originario está o no en el déficit.

Sin acuerdos, sin estabilidad, sin conducción. A cien días de las primarias, Argentina se está quedando sin tiempo. Las decisiones que puede surgir en este contexto son cada vez menos: la galera de mago de Sergio Massa tiene un límite y los conejos parecen cada vez menos conejos. La pelota, una vez más, la tiene el FMI. Eso no se discute. Pero alguien volvió a dejársela servida. Ahí, al pie para que patee. ¿Quién es el máximo responsable de este estado de vulnerabilidad y dependencia? Esa es una pregunta que se responderá muy probablemente en las urnas.

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