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Leonardo Pereyra

Leonardo Pereyra

Historias mínimas

Barrilete cósmico

El mediocampista Atilio Catán entró al área con anunciada intención de patear al arco pero le engancharon la pierna derecha y, antes de que terminara de rodar por el piso, el juez Esteban Lafinur ya había cobrado penal.
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31 de diciembre de 2012 a las 23:00

Tras las protestas de uso, la hinchada y los jugadores del Club Atlántico se resignaron a la posibilidad de que el Deportivo Alas Azules les convirtieran otro gol que, sumados a los cinco que ya habían recibido, los dejaba últimos en el cuadrangular.

En las cabinas de transmisión del estadio no había unanimidad en cuanto a la justicia del fallo arbitral ni sobre la tradición que había bautizado al penal como "la pena máxima”.

Efectivamente, un grupo de periodistas deportivos consideraba que esa calificación no era correcta. Argumentaban que para un equipo de fútbol era más perjudicial padecer una tarjeta roja que un tiro sin barrera desde “los once pasos". Sobre esta distancia también existía controversia. “¿Once pasos dados por quién?”, era el argumento recurrente del comentarista Arnaldo Severo.

Ignorante de esta polémica, y de otras muchas cosas, el hábil Catán acomodó la pelota sobre el círculo blanco. Trató de no escuchar al volante izquierdo Juan Madurga quien - en esa tercera persona que acompaña a los deportistas- quería incomodarlo.

“Oíme, si lo llegás a meter, en la primera pelota que toqués Madurga te lastima”, lo amenazó.

La atención que le escamoteó a Madurga, Catán se la prestó a los ojos del arquero. Y notó algo extraño. En lugar de revolear la vista de palo a palo para ubicarse en el lugar más parecido al medio del arco, el golero miraba hacia un impreciso lugar a espaldas del mediocampista quien, con los brazos en jarra, esperaba el pitazo del juez.

Catán giró su cabeza y vio lo mismo que el guardameta: un plato volador de metal plateado, de unos diez metros de diámetro, que sobrevolaba el círculo central de la cancha.

Catán regresó primero de la mutua distracción, pateó al arco y la pelota rodó, lenta, hasta tocar la red. Con un gesto de su mano derecha, el juez Lafinur concedió el gol y generó la previsible protesta. 

La refriega llegó hasta las tribunas y hacia allí subió también el enorme disco volador. Con suma hostilidad, los hinchas arrojaron proyectiles contra el aparato que les impedía ver el inicio de la gresca que había estallado en la cancha.

Con un agudo silbido, la nave se ubicó frente a las cabinas de transmisión.

-Bueno, lo que faltaba... Una especie de cohete nos impide ver el terreno de juego. ¡Estas son las cosas que le hacen mal al fútbol, señores! Esta falta de organización, estas interrupciones, estos desmanes son los que están alejando de los estadios a las familias y a la afición toda. A ver Mauricio a nivel de campo si nos podés contar lo que está pasando, exclamó el popular relator Roberto J. Roberto.

Entonces el plato volador se ubicó encima del volante Madurga y procedió a su abducción. Los suplentes del Atlántico - ávidos por ganarse un puesto entre los titulares- le avisaron al juez que su equipo había quedado con diez jugadores.

Después de entretenerse con la idea de que el volante se había tomado al pie de la letra su función dentro de la cancha, Lafinur repasó mentalmente el reglamento sin encontrar siquiera un inciso que lo habilitara a llenar el puesto que Madurga dejó vacante.

Para conveniencia del juez, la nave se colocó al lado de una de las torres de iluminación del estadio y, tras recibir el impacto de varios vasos de cerveza, se tragó toda la luz eléctrica de la zona.

El artefacto se perdió en la negrura de la noche dominguera y Lafinur, correcto, suspendió el partido.

Pero al otro día, el árbitro fue destratado por buena parte de los periodistas deportivos. El principal diario del país publicó una fotografía en la que dos futbolistas caen dentro del área.

Detrás de los jugadores quedó plasmado, con notable nitidez, el enorme plato volador desde cuyas escotillas asomaban cabezas lizas y blancas.
"Documento exclusivo: ¡Esto no es penal, señor Lafinur!", tituló el diario.

II

Informe primario de la aproximación al planeta ubicado en las convenidas coordenadas del sistema solar RKF. Los enviados confirmamos las características de su idioma y la propensión de la especie al uso de la violencia.

Esta violencia es practicada fundamentalmente a través de una disciplina física que, según se escuchó, muchas veces es "infartante" - hiere con riesgo de vida el principal órgano de los homínidos- tiene finales "dramáticos” y ganar se torna "vital”.

Hemos presenciado el inicio de una rebelión contra el mamífero que hace cumplir las reglas. Lafinur, lo llaman. Se recomienda explorar otros planetas hasta que finalice la revuelta.

No ha sido posible entablar un diálogo fluido con el bípedo que estamos analizando. Aunque se resiste a los exámenes, detectamos en su cuerpo a un ser parásito que defiende con agresividad el escondite. “A Madurga no lo vas a pinchar, pelado", le hace decir al invadido.

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