Estilo de vida > Columna

Bodas de oro de la infelicidad

Se cumplieron 50 años del casamiento entre Jorge Luis Borges y Elsa Astete
Tiempo de lectura: -'
23 de septiembre de 2017 a las 05:00
Elsa Astete Millán (1931) aún está viva. Hace 50 años por estos días, el 21 de setiembre de 1967, se casó con Jorge Luis Borges, a quien había conocido en 1931, cuando ambos creían que en esta vida la felicidad es posible. Borges tenía 68 años, la mujer, viuda reciente, 57. Según Astete, en los comienzos de la relación el escritor le había jurado amor eterno. Debió pasar una eternidad antes de que llegaran a convivir.

Sobre la vida de Borges en este período se conoce poco, si bien una foto de ambos ya casados permite vislumbrar dos mundos totalmente diferentes conviviendo bajo el mismo techo, un apartamento en la avenida Belgrano de Buenos Aires. En la foto, Astete está mirando televisión, en tanto Borges, sentado a su lado, tiene la mirada perdida, como preguntándose, ¿qué estoy haciendo aquí? Tal como esa imagen, tan realista como premonitoria, permitía suponerlo, el matrimonio duró poco para los parámetros de la época, apenas tres años.

Norman Thomas Di Giovanni (1933-2017), traductor de Borges al inglés, tiene un libro, Georgie & Elsa, sobre esa historia de amor eterno que no fue y en la que Astete aparece como la mala de la película, una mujer, según Borges, "oscura y posesiva", alguien que "no ha mostrado el menor interés" en su "obra literaria, pero sí en los resultados pecuniarios de esa obra".

Dos años después del divorcio, Borges publicó El oro de los tigres, libro que incluye el poema El amenazado. El primer verso dice: "Es el amor. Tendré que ocultarme o que huir", y el último: "Me duele una mujer en todo el cuerpo". Es uno de los poemas de Borges más citados. Lo oí recitado incluso en suajili, lengua africana en la cual sonaba con amplificada resonancia.

En 1980 entrevisté a Borges en el hotel Crillón de la calle Andes –la entrevista aun está inédita–y me comentó que escribir ese poema había sido el peor error literario de su vida, pues "es de mal gusto hablar de la intimidad de uno". Varios años después, un estudiante me dijo que había faltado a clase por una semana porque estaba deprimido. Su novia, con la cual planeaba casarse, lo había abandonado sin decir agua va. Le dije que en lugar de entregarse a la depresión, el alcohol o el psicoanálisis, leyera cuanto antes a Neruda, los poemas de amor de la primera época, y dos poemas específicos de Borges. Uno era El amenazado, en el cual dos de los versos lo harían sentirse reflejado en la pena similar de un semejante ("El nombre de una mujer me delata. /Me duele una mujer en todo el cuerpo"), y el otro 1964 (sobre la ceguera), que dice: "Ya no seré feliz. Tal vez no importa. / Hay tantas otras cosas en el mundo; / un instante cualquiera es más profundo/ y diverso que el mar".

Borges murió en Ginebra de cáncer de hígado el 14 de junio de 1986. En esa ciudad suiza está enterrado y ahí seguirá, bajo tierra y rodeado de árboles, pues el escritor argentino pidió que el descanso eterno de sus restos fuera lejos de su país natal. Según me contó Zunilda Gertel, una de las principales estudiosas de la obra de Borges y quien visitó al escritor semanas antes de que muriera, los días finales en Ginebra conocieron el horror propio de alguien que desesperadamente no quería morir y sin embargo tenía a la muerte encima recordándole a cada rato que la cuenta regresiva había comenzado.

A pesar de su edad y de su enfermedad, Borges quería seguir escribiendo y dándole al mundo frases y observaciones notables sobre la realidad, como las que caracterizan a su inconfundible estilo. Hay una que viene al pelo para el paisaje político de estos días: "La ética es una ciencia perdida. Este es un mundo de sobornos, de coimas, de amenazas. Habrá que esperar 50 o 100 años. O 200 tal vez".

Borges no se quería morir y, sin embargo, en un país que hizo suyo, la muerte le llegó vestida de desolación, repitiéndole por varios días seguidos, los de la agonía, que aquella devastadora hora final carecía de escapatoria. Debido al tipo de cáncer que terminó matándolo, sufría de constantes escalofríos, algo así como un "caluroso congelamiento". Era una fiebre helada. También allí, en ese momento incomparable, hizo literatura, su cuerpo abatido la hizo, pero de eso, de sus últimos momentos, lo mismo que de su vida amorosa, se ha hablado poco, casi nada.

Se desconocen sus "últimas palabras", y si las dijo, ni se sabe tampoco si pidió, como deseo final, que lo enterraran en Suiza y que no llevaran sus restos de regreso a Buenos Aires, ciudad a la que tanto cantó y a la cual no lo unió "el amor sino el espanto".

Borges está enterrado en el cementerio de Plainpalais, en Ginebra, cerca del lago del mismo nombre donde a los 29 años murió ahogado Percy Bysshe Shelley (1792-1822), uno de los más originales poetas románticos (hay quienes dicen que fue el poeta favorito de Karl Marx y de Oscar Wilde), cerca de donde la mujer de este, Mary Shelley (1797-1851), escribió Frankenstein o el moderno Prometeo (1818), novela fabulosa –mejor, con el perdón de Boris Karloff, que todas las películas que se han hecho basadas en ella–, la cual inició la literatura gótica moderna, y cerca también de donde Lord Byron (1788-1824), por entonces en la plenitud de su fortaleza física y mental, salía cada tarde a darle de comer al deseo.

Qué tiempos aquellos, cuando la literatura moderna, llamada entonces romántica, conocía su primera infancia, afirmada entre excesos, desmesuras y ratos continuos de genialidad compartida, pues se conocían entre todos. Por lo tanto, tal como consta, Suiza no es solo el gran fabricante mundial de quesos y relojes finos, además de ser el banco universal de tanto dinero sucio, que no es lo mismo que mal lavado. Además cuenta con un patrimonio de grandes historias literarias para contar. La de Borges, con su último tiempo en esta vida, es una de ellas.

Resulta difícil aceptar que Borges, alguien que escribió con maravillosa exactitud lírica –superior a la exactitud proporcionada por las matemáticas– sobre la muerte (sus mejores poemas, cuentos y ensayos hablan de esta), haya sentido extrema vulnerabilidad ante la llegada del fin, ante la disolución del cuerpo.

Qué diferente fue el final de su vida al del valiente personaje del cuento El Sur, que encontró en la muerte el cumplimiento de su más ancestral deseo. Releyendo días atrás el que posiblemente sea, junto con Jacob y el otro, el mejor cuento de la literatura hispanoamericana, me puse a pensar en lo tan diferente que en ocasiones pueden ser la ficción de la realidad, y la visión del mundo de un escritor y la de sus personajes.

Borges es un ejemplo perfecto al respecto. De esta forma termina El Sur, cuento extraordinario: "Salieron, y si en Dahlmann no había esperanza, tampoco había temor. Sintió, al atravesar el umbral, que morir en una pelea a cuchillo, a cielo abierto y acometiendo, hubiera sido una liberación para él, una felicidad y una fiesta, en la primera noche del sanatorio, cuando le clavaron la aguja. Sintió que si él, entonces, hubiera podido elegir o soñar su muerte, esta es la muerte que hubiera elegido o soñado: Dahlmann empuña con firmeza el cuchillo, que acaso no sabrá manejar, y sale a la llanura".

Cuando los estudiantes que recién empiezan a leer en serio me preguntan, con una osadía cómplice de la ignorancia que solo a esa edad se puede exhibir tan bien, para qué sirve la literatura, en caso de que sirva para algo, recurro a Borges y a Onetti, maestros no tan sigilosos en el supremo acto de representar los momentos límites de la condición humana, aquellos cuando la mente necesita de la ayuda del espíritu para sentirse menos insignificante. Les digo que los escritores imprescindibles son aquellos cuya literatura sirve para entender, en la medida de lo posible, tanto los mejores como los peores momentos de la vida, aquellos protagonizados por el amor y la muerte. Hay en esas complejas literaturas, tan rioplatenses como totalmente universales, lecciones de vida, oro en polvo y en palabras.

Comentarios

Registrate gratis y seguí navegando.

¿Ya estás registrado? iniciá sesión aquí.

Pasá de informarte a formar tu opinión.

Suscribite desde US$ 345 / mes

Elegí tu plan

Estás por alcanzar el límite de notas.

Suscribite ahora a

Te quedan 3 notas gratuitas.

Accedé ilimitado desde US$ 345 / mes

Esta es tu última nota gratuita.

Se parte de desde US$ 345 / mes

Alcanzaste el límite de notas gratuitas.

Elegí tu plan y accedé sin límites.

Ver planes

Contenido exclusivo de

Sé parte, pasá de informarte a formar tu opinión.

Si ya sos suscriptor Member, iniciá sesión acá

Cargando...