Nacional > Conflicto rural

Campo versus ciudad: miradas desconfiadas desde hace 200 años

En la puja que se produjo en el siglo XIX entre ambos, la gran vencedora, sin dudas, fue Montevideo
Tiempo de lectura: -'
21 de enero de 2018 a las 05:00
La distancia entre una arenga criolla, con caballos que se encabritan nerviosos y relinchan, y un mensaje a un grupo de WhatsApp podría semejar aquella escena inicial de 2001: Odisea del espacio, cuando un hueso prehistórico lanzado al aire cae transformado en una nave espacial.

A lo largo de los dos siglos que han transcurrido, a grandes rasgos, entre las guerras de independencia y esta segunda década del siglo XXI la tensión entre el campo y la ciudad en el territorio que hoy compone Uruguay ha sido una recurrencia.

Si se analiza la historia nacional, rara vez pueda pasar un trienio o un quinquenio sin conflictos entre Montevideo, capital y centro comercial, y el resto de los departamentos que aglutinan la producción agropecuaria.

Los actuales reclamos del sector rural contra las políticas y decisiones que tomó el gobierno central son parte de una cadena histórica, compuesta por aspectos políticos, ideológicos, sociales, semióticos y económicos, cuya preeminencia vuelve a aflorar con fuerza en este inicio de 2018 y tendrá el próximo martes uno de sus momentos fuertes.

El origen del divorcio

Las relaciones entre Montevideo, quintaesencia de la ciudad y lo urbano, y el campo han tenido desde los inicios del siglo XVIII puntos de enfrentamiento pero también de complementación: en un lugar se produce carne, tasajo y cuero, en otro hay un puerto de aguas profundas desde donde se comercia.

Durante las guerras de independencia, el símbolo humano del conflicto campo/ciudad fue José Gervasio Artigas. "Detestaba bastante a Montevideo", dice la historiadora Ana Ribeiro, autora de varias investigaciones y ensayos que abordan el tema.

El caudillo se embanderó con la peonada, y si bien algunos estancieros lo apoyaron, la mayor parte de los dueños de la tierra, desde la colonia, vivía en Montevideo.

Como Artigas dos décadas antes, durante la Guerra Grande, las fuerzas blancas y federales al mando de Oribe sitiaron Montevideo durante ocho largos años.

El campo cercaba a la ciudad, que reunía en su interior un enorme porcentaje de extranjeros que le otorgaron una impronta europeísta y liberal, germinal para el naciente Partido Colorado, solo fue capaz de sobrevivir gracias al puerto y al comercio, al intercambio con el exterior y no con el interior.

A partir de entonces, Montevideo construirá una imagen de desconfianza y recelo con los departamentos de tierra adentro, donde, según su visión centralista, además de las siembras y los ganados, solo crecía la barbarie retrógrada, mientras una imagen semejante se construirá en el ámbito rural sobre los vicios de la ciudad, fruto de las diferencias políticas y culturales de ambos contextos.

Los dos tomos de Historia de la sensibilidad en el Uruguay, del historiador José Pedro Barrán, repasan esta alteridad identitaria.

"Entre 1820 y 1880 –escribió Ribeiro en Montevideo, la malbienquerida (Editorial Planeta, 2007)–, la capital vive cambios determinantes porque sustituye la legitimidad monárquica española por un nuevo orden simbólico, de la que ella se constituye como una de las piezas más importantes.

Abanderada de la modernización y el cosmopolitismo, Montevideo libra una encarnizada lucha con su territorio, al que procura doblegar.

En medio de esa tarea se consolida el Estado uruguayo".

La gran vencedora

En la puja que se produjo en el siglo XIX entre campo y ciudad, la gran vencedora, sin dudas, fue Montevideo.

El período militarista dará el impulso definitivo a la imposición de los criterios de la ciudad, que se transforma en administradora del poder, el capital, la disciplina, la producción y los grandes lineamientos políticos.

"Desde entonces, es Montevideo quien ha cercado al campo", escribió Ribeiro.

A comienzos del siglo XX, además del poder político, Montevideo albergaba también el poder intelectual. Salvo excepciones, la brillante generación del 900 despreciaba el campo y sus costumbres, alejadas de los círculos de dandys montevideanos que añoraban paraísos artificiales.

Las últimas patriadas revolucionarias de 1897 y 1904 fueron reclamos rurales para compartir poder político y económico, y se encontraron con la negativa del poder capitalino, centrado en José Batlle y Ordóñez.

En ocho tomos, Barrán y Benjamín Nahum intentaron explicar la gran puja durante las primeras tres décadas del siglo XX entre los sucesivos gobiernos colorados y las masas rurales representadas por los estancieros, muchos de ellos blancos.

El Estado se amplió y creció en sus funciones, con una fuerte carga impositiva al campo, con el consiguiente reclamo constante de los últimos. Si la vanguardia intelectual despreciaba e ignoraba al campo, los rurales trataban de zánganos y parásitos a los urbanos, a los que acusaban del disfrute de una vida opulenta gracias a su esfuerzo cotidiano.

En esos años, las asociaciones y federaciones rurales tuvieron en José Irureta Goyena a un auténtico y filoso vocero.

El antagonismo hizo eclosión luego de la crisis económica y social de 1929.

Un año después, al mismo tiempo que Uruguay se coronaba como primer campeón del mundo en fútbol luego de haber construido en tiempo récord un estadio de vanguardia, el investigador económico Julio Martínez Lamas publicó Riqueza y pobreza en el Uruguay, un voluminoso estudio crítico sobre la vida en el campo y la ciudad y que no reflejaba precisamente la Suiza de América.

Las responsabilidades, en muchos casos, eran compartidas: el estado estaba ausente, pero los patrones rurales no proveían trabajo de calidad y en buenas condiciones.

En los primeros años de esa década de 1930, y en clara imitación del modelo del fascismo italiano, varios líderes políticos con influencia sobre el ámbito rural llamaron a "marchar sobre Montevideo", con el fin de terminar con el estado "despilfarrador" que sobrevivía en opresión impositiva al campo. Hacia 1933, esas fuerzas confluyeron en el golpe de Gabriel Terra, que desplazó del poder al batllismo, con apoyo explícito de Luis Alberto de Herrera.

Luego de 1942, con la restauración del batllismo en el gobierno, los principales actores del campo avanzaron en organización y núcleos gremiales, que tuvieron como resultado una reelaboración de todos los mitos y las realidades anteriores en el movimiento ruralista, de la mano de Benito Nardone, Domingo Bordaberry y varios integrantes de la familia Gallinal.

El mundo había cambiado y al país le costó entenderlo: ahora el principal rubro productivo era la lana.

En 1944, en plena época "dorada" de exportaciones por la guerra mundial, Juan Vicente Chiarino y Miguel Saralegui, dos investigadores católicos vinculados a la Unión Cívica, publicaron Detrás de la ciudad, ensayo de síntesis de los olvidados problemas campesinos, un libro que desmenuzó las enormes falencias de la vida dentro del ámbito rural uruguayo.
.
Las políticas de Luis Batlle Berres, que apostaron a un modelo industrial de sustitución de importaciones y en muchos casos potenciaron la agricultura frente a la ganadería, movieron al ruralismo como nunca en la historia uruguaya, en los llamados "cabildos abiertos", de inspiración artiguista.

Las críticas arreciaron sobre el gobierno: las riquezas generadas en el campo iban a la ciudad a engordar la cifra de empleados públicos, mientras un inexorable éxodo urbano despoblaba la campaña. La unión de Nardone con Herrera en 1958 produjo, entre otras consecuencias, que el Partido Colorado dejara el poder luego de 93 años.

Nardone había aglutinado a su alrededor a un conjunto de intelectuales de fuste, un auténtico think tank compuesto Washington Reyes Abadie, Alberto Methol Ferré, José Claudio Williman y Carlos Real de Azúa, entre otros, y parecía que por primera vez en la historia nacional lo rural, lo político y lo académico se daban la mano de forma productiva.

Pero un gobierno blanco tampoco fue la solución para el campo.
20ac09campo4col LC.jpg
undefined

A pesar de algunas ayudas concretas y de los planes del CIDE, la política económica de apertura comercial en un contexto global diferente y complejo, más la negativa a la reforma agraria que propuso el entonces ministro Wilson Ferreira, tuvo escasas consecuencias positivas y los intelectuales huyeron a otras tiendas.

Durante la dictadura, el miedo provocó silencio y no hubo mayores cambios entre los factores, con algunas crisis de precios, y hacia 1983 y 1984 federaciones rurales reclamaron el retorno a la democracia.

La reapertura y los sucesivos gobiernos democráticos han promovido cambios en la matriz productiva, que repercutieron, con avances y problemas, de manera directa en el campo, como la forestación, la soja y los sistemas de siempre directa, sumados a la veloz revolución de la tecnología agrícola.

La década de 1990 tuvo un crecimiento económico que acompañó el crecimiento agropecuario, pero con la entrada al Mercosur, el país benefició algunos sectores y perjudicó a otros.
.
Los gobiernos democráticos tuvieron diversos reclamos del sector rural, no siempre comprendidos por la población urbana.

Es particular por su dimensión la protesta a lo largo de 1999 y 2000, en medio de una enorme sequía y la devaluación de Brasil, sumado a otros componentes internacionales, y se canalizó bajo la frase de reminiscencias lavallejianas "Rentabilidad o muerte" y se reunían en cabildos abiertos como los que organizaba Nardone en los cincuenta. "Identificaban al Estado y hacia él apuntaban con el grueso de las reivindicaciones, con dos ejes claros: el alivio del endeudamiento con la banca y la reducción de la carga tributaria sobre el sector", escribió en 2004 Diego Piñeiro, investigador del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales.

Walter "Serrano" Abella, periodista radial de Melo y referente comunicativo en el medio rural, leyó la proclama en aquella protesta. Su opinión sobre los gobernantes refleja la visión que pretende el campo con respecto a Montevideo.

"Jorge Batlle fue el único presidente –dijo Abella en una reciente entrevista a Galería– desde que tengo uso de razón que dejó al país con menos empleados públicos y le sacó una cantidad de impuestos que estaban apretando al campo porque entendía que iba a cobrar después, porque eso es así. El Estado no puede ser un socio leonino en la ganancia e indiferente en las pérdidas. Yo no pido que pongan plata en el bolsillo de la gente, pero sáquenle la mano del bolsillo".

En la crisis de 2002, varios productores salieron a cortar rutas e incluso alguno se encadenó frente al Parlamento, pero en un contexto tan marcado por la necesidad los reclamos cayeron en saco roto.

Durante los gobiernos del Frente Amplio, las tensiones entre campo y ciudad estuvieron atravesadas por un largo período de bonanza internacional en los precios de los productos agrícolas y algunas leyes que sancionó el Parlamento, como la debatida ley de ocho horas para el trabajador rural, en 2008.

Desde entonces, y de manera intermitente, diversos reclamos desde el llamado Uruguay "profundo" han protestado en Montevideo en busca de oídos estatales, en contra de la política fiscal y del precio de los servicios.

En enero de 2016 hubo una protesta de productores lecheros que se movilizaron al borde de varias rutas. Ahora en el alba de 2018, con grupos autoconvocados, no parece ser la última en la larga cadena histórica.

Consciente de que el campo no tiene una percepción positiva por parte de la mayor parte de los uruguayos, urbanos y alejados de la tierra –y agravada la impresión negativa por episodios como el del capataz y el peón en una estancia de Paysandú–, el MGAP tenía en las gateras una campaña de comunicación para acercar ambas y encarar las diferencias culturales a través de un diálogo genuino y cultural.

Pero tras la tormenta que se llevó puesto al ministro Tabaré Aguerre y con la incertidumbre de lo que podrá venir en pocos días, el futuro de las campañas (la física y la publicitaria) es incierto.

Comentarios

Registrate gratis y seguí navegando.

¿Ya estás registrado? iniciá sesión aquí.

Pasá de informarte a formar tu opinión.

Suscribite desde US$ 345 / mes

Elegí tu plan

Estás por alcanzar el límite de notas.

Suscribite ahora a

Te quedan 3 notas gratuitas.

Accedé ilimitado desde US$ 345 / mes

Esta es tu última nota gratuita.

Se parte de desde US$ 345 / mes

Alcanzaste el límite de notas gratuitas.

Elegí tu plan y accedé sin límites.

Ver planes

Contenido exclusivo de

Sé parte, pasá de informarte a formar tu opinión.

Si ya sos suscriptor Member, iniciá sesión acá

Cargando...