Cartas de los lectores

Carta abierta a Cabildo Abierto

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01 de junio de 2020 a las 05:04

Leyendo y escuchando las diferentes notas sobre la propuesta del general Guido Manini Ríos y su partido Cabildo Abierto de “prohibir la plantación de eucaliptos en los mejores campos del país”, me tenté a escribir estas líneas a modo de aporte.

Cuando alguien dice prohibir, basta ir a la definición en Google: es imponer [quien tiene autoridad para ello] que no se haga cierta cosa. En otras palabras, se atenta contra la libertad de poder elegir.

La vida militar está llena de prohibiciones y al militar le cuesta tanto como a un preso reinsertarse en la sociedad después de muchos años de servicio abocados a cumplir órdenes, reverencias de respeto y mucho garrón duro para soportar muchas injusticias de los superiores y de también de una sociedad ajena a lo militar. Y los políticos que se han encargado de menospreciar a los comodines del Estado para cualquier catástrofe y también para limpiar la basura cuando a ese Estado paquidérmico se le trancan los engranajes de los funcionarios públicos que se olvidan que son servidores públicos.

Por eso lo entiendo a Manini, que quiere estar con la gente de su entorno y presentar propuestas acordes a su entorno, pero se olvida se olvida de la realidad que es más cruda y realista.

Como cuarta generación abocada a la forestación –que comenzó mi bisabuelo plantando las islas del Rio Negro, las primeras plantaciones de eucaliptus del Estado como impulsor de esa política–, le puedo decir que le falta un gran baño de realidad a Manini, porqué no le hace una encuesta a la gente que vive en pueblitos del interior como Grecco, Merinos, Montevideo Chico (Tacuarembó), donde la forestación mueve una microeconomía de almacén, alquiler de casas a empresas contratistas, gomerías, talleres, etc.

De otra forma esos pueblos hubieran desaparecido porque el Estado se olvidó de ellos. Muchas veces me tocó llevar maestros porque el ómnibus no llegaba, porque el camino o la ruta estaban en mal estado. Ellos hacían un sacrificio enorme para poder brindar educación.

El transporte forestal cumple un rol social en esas zonas, muchas veces arrimando algún viejito hasta alguna ciudad para cobrar la jubilación y pagar las cuentas públicas porque en esos pueblos no llegó la bancarización y no hay un cajero ni un Abitab.

El Banco República –“el banco país”– gastó millones de dólares en el cambio de un software que dio varios dolores de cabeza a los usuarios y se olvidó de sus clientes más vulnerables.

¿Y para ir al médico? Si conseguir un especialista en Montevideo es una odisea, imagínese salir de esos pueblitos para ir al médico, que muchas veces llegan tarde porque son el “doctor fulano de tal”.

A algún pueblerino que habla de la forestación como una producción paria, les digo que hasta las intendencias se olvidan de su gente. Ese gobierno cercano con la figura del señor intendente de sonrisa fácil en épocas de elecciones, también cierra los ojos para reservar plata para poner linda la ciudad cuando se vienen las elecciones.

Y los caminos vecinales, donde no hay correligionarios, posibles votos o aportantes para la campaña, no los arreglan. Esos caminos vecinales donde esas madres corajudas llevan a sus gurises en moto, en bicicleta o a caballo, esquivando cráteres –no pozos, cráteres–, cañadas, donde no hay un simple caño para cruzar. No hay 4x4 que pase y las empresas forestales son las únicas que arreglan para poder sacar la producción.

De la seguridad ni hablemos. Un destacamento con un policía en moto que justo tenga nafta para ir al lugar de los hechos, que justo no le haya tocado franco y que cuando te pase algo justo esté en el pueblo es un milagro.

Por eso cuando hablan de la despoblación de la campaña pregúntenle a esa gente si no se quiere ir para el pueblo.

En la forestación que llegó con la tecnología, los carniceros, motosierristas, domadores de caballos se transformaron en graperos, forwardistas, mecánicos de llave en mano que pasaron a utilizar software para facilitar los diagnósticos de la maquinaria, que trabajan ocho horas y se vuelven a su casa.

Antes los peones de campo que ni un termofón tenían porque el patrón estaba en Montevideo y venía solo cuando hay embarcar ganado o en turismo.

Las viviendas de las empresas forestales son monitoreadas mensualmente siguiendo un protocolo y normativa vigente.

Varias intendencias pusieron trabas a la forestación en defensa de la lechería y yo le pregunto a esos políticos qué pasará cuando la lechería no dé para sobrevivir y pagar las cuentas. ¿La intendencia se va a hacer cargo de esa situación?

La forestación no es el todo, es un complemento, es el segundo piso del campo y no cualquier campo sino donde la  ley ordena.

Muchos políticos y opinólogos deberían recorrer el interior profundo, conocer las realidades y abrirse a conocer y entender una producción que no es nueva en el Uruguay.  Soliciten visitas a los predios de las empresas, que ninguna empresa se va a negar. Es más ya han llevado ediles departamentales a recorrer y seguro les cambió la forma de ver la producción forestal.

Matías Acosta

Técnico Forestal

 

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