Eduardo Espina

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Carta al pasado

Estos documentos son una de las víctimas más notorias de los usos y costumbres del presente, época de cambios sin vuelta de hoja
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20 de julio de 2017 a las 05:00

Días atrás, hablando sobre sus estudios y sueños profesionales con un muchacho de 17 años, nacido y criado en un barrio de Montevideo, me dijo en un momento de la conversación algo que me sorprendió: que nunca había escrito ni recibido una carta, me refiero a las escritas a mano, las que uno pone en un sobre y moja la estampilla con la lengua.

Seguramente para él la sorpresa fue la misma, es decir, que alguien le preguntara sobre una práctica que para su generación es parte de un pasado finiquitado, mejor dicho, de un pasado que nunca conocieron por completo y solo por referencias.

En ese mundo entre mucho antes y pasado mañana, las cartas son una de las víctimas más notorias de los usos y costumbres del presente, época de cambios sin vuelta de hoja. En eso el mundo es uno solo. A ver. Tiempo atrás, bastante, el correo estadounidense repartía cartas dos veces por día, seis días a la semana. Las cosas, con el deterioro económico en proceso, han cambiado.

Las dos veces diarias quedaron reducidas a apenas una y ahora, debido a la crisis que enfrentan los estados, el correo corre riesgo de volver a los tiempos del Pony Express, cuando las cartas se repartían cada muerte de obispo, y como estos no mueren a menudo, ergo, la correspondencia llegaba cuando las oficinas de correo y los carteros podían.

El retroceso en los servicios postales, que será una de las primeras consecuencias de las crisis económicas repartidas por todos los servicios estatales del mundo en fase de crisis, nada tiene de retro y mucho de ajuste de cinturón.

En muchas partes falta presupuesto para pagar a los carteros y comprar nuevos equipos. Como consecuencia, los servicios están siendo afectados en forma si se quiere fenomenal, sobre todo en Estados Unidos, donde el correo ya no es el de antes ni lo volverá a ser.

La vieja tradición de la modernidad, de repartir correo también los sábados, desaparecerá pronto y hasta es posible que el horario de las oficinas se reduzca. Aunque estos son tiempos de Internet y de mensajes cibernéticos, cuando la gente ya casi no escribe cartas, y por ende, tampoco las recibe, el correo, también por los servicios que brinda, pinta para convertirse en rareza en extinción.

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