En escuelas rurales habría agrupamientos.

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Cinco maestras en vez de una: la propuesta de ANEP para que el pasaje de la escuela al liceo sea “menos traumático”

Robert Silva explicó que, a partir de 2024, los docentes de los últimos grados de Primaria trabajarán por áreas y rotarán entre sí para asemejarse a Secundaria
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29 de octubre de 2022 a las 05:03

"El alumno, en todo su proceso educativo, es una continuidad que avanza desde la clase jardinera hasta el fin del liceo. Este proceso, sin embargo, está hoy fraccionado como si fueran dos trozos de carretera unidos por un puente roto”. El maestro Julio Castro —detenido y desaparecido por la dictadura— advertía en 1949 con estas palabras sobre un problema que, siete décadas después, Uruguay no logró reparar. Pero las autoridades educativas apuestan a que, con el nuevo plan integrado, poco a poco empiece a zurcirse ese “puente roto”.

De un lado del puente está la maestra que conoce uno a uno a los estudiantes. Del otro está la decena de profesores. De un lado está la escuela que tiene un acercamiento a las familias y al barrio. Del otro están los liceos magnos y lejanos. De un lado, una convivencia más permanente y que no corta el apuro de un reloj. Del otro, un timbre que suena cada 40 minutos. Un programa a un lado y otro al otro.

Por eso “en 2024, cuando inicie la transformación curricular en los últimos grados escolares, vamos a trabajar por áreas y que, en vez de una única maestra, los estudiantes tengan cuatro o cinco que roten”, dijo a El Observador Robert Silva, presidente del Codicen. 

La idea —que por ahora es una idea— es que en las escuelas que cuentan con más de un grupo por grado —ejemplo: quinto A y quinto B—, las maestras roten de acuerdo a su expertís e interés: espacio científico-matemático, espacio humanístico, de comunicación, creativo-expresivo o cualquiera de las divisiones que ya fija el nuevo plan de estudios. Entonces, entre los dos grupos de quinto y los dos de sexto —o bien podría agregarse los grupos de cuarto— haya circulación de los docentes.

¿Y qué pasa en aquellas pequeñas escuelas rurales en que una única maestra atiende a una decena de alumnos de diferentes grados? “Puede que haya agrupamientos de escuelas, que trabajen en proyectos en común y exista más transporte para reunirse cada tanto, o puede haber otras soluciones… hay que pensar fuera de la caja”, insistió Silva desde su despacho del tercer piso de la Administración Nacional de Educación Pública que, como una metáfora de la reforma, acaba de ser transformado con muebles rescatados.

El “puente roto” entre la escuela y la educación media se expresa en una gráfica de barras: en sexto de Primaria repite menos del 1% de los alumnos, pero, tras el salto al liceo o la UTU, quedan rezagados entre el 13% y 25%, dependiendo el año.

Pero el impacto no acaba en la repetición. Los técnicos de la ANEP siguieron a los escolares que terminaron la escuela en 2013. Cada año que pasó desde entonces, se acentuó la caída de quienes seguían estudiando.  Tanto es así que en 2019 un tercio ya había quedado fuera del sistema. Y ese mismo año solo un tercio seguía estudiando en tiempo y forma — el resto lo hacía con rezago—.

A Luis Correa, psicólogo especializado en educación, le preocupa una sintomatología “más potente” que cualquier estadística: “el sentimiento de fracaso enmascarado de otra manera”. Porque a su entender, el sistema educativo uruguayo no está acompañando el pasaje de la niñez a la adolescencia: “El niño que se porta mal en clase, o el que está desmotivado, por lo general está manifestando algo que la institución no se está haciendo cargo”.

En este sentido, el psicólogo entiende que el “puente roto tiene que repararse desde ambos tramos de la carretera, desde la escuela y también desde Secundaria y UTU”. Porque, explicó, no solo “puede ser excesivo el compartimento que existe en el liceo, sino que se necesita un acompañamiento más personalizado como tiene la maestra con el niño”.

Al respecto, la directora de Planteamiento de la ANEP, Adriana Aristimuño, contó a El Observador que “se está trabajando para dar inicio a esos acompañamientos en séptimo grado —lo que antes era primer de liceo o UTU —”. Serían ayudas no solo disciplinares, “sino también personales”.

Pero, “¿por qué rotar entre cinco maestros y no reducir el compartimento de diez profesores?”, se preguntó el sociólogo Pablo Menese, especializado en equidad educativa. “Después de todo, la enseñanza por competencias no requiere tantas disciplinas y tenemos el modelo de la media básica rural como un buen ejemplo”. Y enseguida se respondió: “Pero como siempre que Secundaria compite con UTU — como ocurrió en los 90 — o con Primaria —ahora—, Secundaria, con el modelo más obsoleto y problemático, es quien gana”.

La génesis

“El pecado de origen es cómo se concibió Secundaria”, dijo Correa con esa jerga confesional que le dio haber trabajado 38 años en una institución católica. El liceo fue, en Uruguay, una extensión de la universidad: “la impronta de las disciplinas está circunscripta a la lógica preuniversitaria”.

¿El liceo es para ir a la universidad o debería ser otra cosa? Esa es la pregunta que, a juzgar por Correa, el sistema uruguayo no resolvió. “Más de cien años después sigue habiendo el mismo régimen y el mismo puente roto”.

¿Esto se soluciona con solo rotar a las maestras en la escuela? Julio Castro, también en 1949, recomendaba una revisión de los programas y planes de estudio. El nuevo plan de estudios “va en esa línea”, explicó Silva, el presidente del Codicen. Desde la educación inicial hasta noveno grado hay un tronco común.

La continuidad de áreas del conocimiento es una forma de hacer el pasaje por el puente “más llevadera”, explicó a El Observador Sonia Scaffo, quien en la reforma de Rama propuso un cambio en ese sentido cuando integraba Planeamiento de la ANEP.

El problema es que los subsistemas todavía no se pusieron de acuerdo del todo, y el mejor ejemplo es la evaluación: mientras en la escuela quieren quitar notas, en Secundaria es resistente a repensar el régimen de exámenes.

Al respecto, el psicólogo Correa concluyó: “Sin que se tenga en cuenta que el niño o adolescente es una persona, sin que se considere que hay cambios hormonales, emocionales y de interés, la transformación educativa es como una aspirina para tratar un cáncer: no te hará mal, pero tampoco te va a curar ese tumor”.

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