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Cómo educar a los niños para que sean protagonistas de su aprendizaje

Tres educadoras explican cómo los afectos, la escucha y el vínculo con los padres se convierten en los principales valores para marcar la diferencia en la educación
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28 de septiembre de 2018 a las 14:17

Tres educadoras en diferentes ámbitos apuestan a lo emocional, lo afectivo y a la escucha como el principal valor para marcar la diferencia. Ellas entienden que el rol del docente es fundamental en la relación que existe entre la escuela, la familia y los niños.  

Para conocer los aspectos vitales de la pedagogía centrada en el niño, El Observador dialogó con Leticia Viera, educadora, maestra y directora de un centro de primera infancia especializada en dificultades del aprendizaje; Valentina Siniscalchi, maestra en escuela pública y privada y diplomada en dificultades del aprendizaje; y Natalia Torres, profesora de educación física y directora de un club deportivo. 

Ellas refuerzan la idea de que el niño es el protagonista de su propio aprendizaje y, por lo tanto, resignificar la tarea de los educadores y docentes es prioritaria en el cambio social que se necesita para generar las instancias y entornos adecuados. Coinciden en que el vínculo es lo que sana y hace crecer niños felices. 

¿Cómo se construye ese vínculo entre padres, niños y docentes para una educación integral del niño?

LV: Los niños son el objetivo que une a las familias y a las escuelas. Son el centro por el cual nos encontramos. Familia e institución son coeducadores, cada uno desde su rol, cada uno con sus límites, pero la comunicación es esencial. Vamos a acompañar al niño en el proceso de desarrollo, cuidando las necesidades de ese niño y las habilidades pero no de un logro específico, de un aprendizaje concreto, sino que cada niño tenga su tiempo y su proceso. Hoy muchos papás tienen que dejar a los niños a muy temprana edad en instituciones educativas y debemos trabajar en ese vínculo con los padres. El motor es el vínculo. Si no construís vínculo, difícilmente puedas lograr algo positivo para el niño.  

“Parece difícil de encontrar, pero a veces es lo más sencillo; la esencia es esa, ser un docente presente, pero que se corre y deja al niño como lo central.  (Hay que) dejar al niño ser niño, sin dejar de ser escuela”, dijo Leticia Viera

¿Qué rol juega el ambiente en ese aspecto?

VS: En las edades tempranas me parece importante darle la posibilidad de habilitar espacios donde ellos puedan crecer desarrollándose con sus fortalezas y debilidades y teniendo la posibilidad de crecer felices cognitiva  y emocionalmente. El ambiente también hace al desarrollo. En ambientes más vulnerables el educador se enfrenta a realidades donde debe tratar de cortar las brechas que se presentan. Los niños llegan con vocabulario muy pobre, con falta de estimulación; por lo tanto, hay que concentrarse en otras cosas y lograr atrapar su atención. 

¿Cómo dar entornos saludables y propicios para ese impulso lúdico que naturalmente tiene la infancia?
LV: Respetando al niño. Tienen en sí mismos las capacidades para avanzar y desarrollarse. Confiar, pero saber que debemos darles un marco de contención afectiva, libertad para que ellos se construyan a sí mismos y límites. Creo que el límite tiene que ver con dar seguridad, con dar afecto. Cuando se aprende así es un aprendizaje que perdura. 

NT: Habilitar a ese nene a que pueda vivenciar. Lo que se vive se aprende.

Si hablamos de hacer la diferencia en la educación, ¿en qué aspectos hay que centrarse?
LV: Mirar más al niño. Escucharlo más. A veces las estrategias de educación no están alineadas a lo que el niño necesita. Cuando uno conoce al niño se entiende que lo que hay que hacer es respetar sus tiempos, su ritmo, para que vayan encontrando los caminos. Y ahí el rol del docente es el de provocar.

VS: En los hábitos, en las rutinas fundamentales para la convivencia. Luego en lo que tiene que ver con las provocaciones. Depende de nosotras motivarlos y proponer actividades que los entusiasmen. Generar un trabajo de elaboración y atender esas individualidades.

¿Cómo se potencian esas individualidades?
LV: La diversidad es una riqueza en un grupo de niños. Como docente debemos estar dispuestos a observar y generar un espacio donde los niños sean ellos y se manifiesten con naturalidad. Que el niño entre en contacto con el otro  va a generar una situación de aprendizaje que solo se da entre ellos. Aquel docente que habilite ese encuentro con el otro seguramente sea más respetuoso de lo diverso del niño y pueda generar ese diferencial. Parece difícil de encontrar, pero a veces es lo más sencillo; la esencia es esa, ser un docente presente, pero que se corre y deja al niño como lo central. Se corre para estar alerta, para observar, para generar. (Hay que) dejar al niño ser niño, sin dejar de ser escuela.  
 
NT: La diferencia es el respeto por ese niño que está aprendiendo. El docente interviene en la provocación, pero considerar la individualidad es reconocerlo en su diferencia, escucharlo, estar atento. Debemos cambiar la mirada. Entender que el niño puede, confiar, dejarlos salir al mundo.

¿Cómo se incorpora esta visión en la educación?
LV: Las escuelas deberían cambiar su propia mirada y verse a sí mismas como espacio de oportunidades donde cada proceso sea un descubrimiento. Un lugar donde el niño no solamente desarrolle sus habilidades sino que también se desarrollen valores (creatividad, curiosidad, espíritu crítico); el gran valor a desplegar es el de comunidad. Que sea una escuela que escucha a los niños, en el amplio sentido de la palabra y que respeta la cultura de la infancia. 
Se debe dar libertad al niño para ser y hacer, pero para eso se necesitan padres y madres comprometidos, partícipes, presentes. Además es importante que los adultos aprendan a valorar lo que se logra, cuidando las habilidades de ese niño en todos los aspectos. Es muy importante la comunicación del centro educativo, de los maestros con la familia, generar lazos que permitan ese ida y vuelta de manera fluída, generar vínculos y también afecto. Los afectos son los que hacen singular al niño. Y el centro educativo, el club, la escuela deben permitir y potenciar esa singularidad. 

Muchas veces el recreo o las actividades libres se ven como una pérdida de tiempo; sin embargo, para ustedes, el juego es todo lo contrario. ¿Cómo se generan esos ámbitos?
LV:  La escuela no debe ser un lugar “poco real” sino un lugar que refleje la vida misma, es decir, donde los materiales que aparezcan sean de uso cotidiano en sus hogares, materiales inacabados, de desuso, cajas, bidones, elementos que ellos encuentran en su casa utensilios de uso habitual. La escuela no debe tener solamente el material didáctico o los juguetes con un fin determinado, sino que debe habilitar experiencias donde los  niños encuentren a diario los elementos de la vida cotidiana. 

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