Cómo está tu instinto de supervivencia y tres tannat

Ya comienza el Pícnic! de las cosas buenas –y frecuentemente muy simples– de la vida, esas a las que ahora, más que nunca, debemos aferrarnos para sumar fortaleza, para mantener la disciplina y ayudar en este proceso que nos tocó vivir a la humanidad entera. En estos días empecé a ver una serie documental maravillosa, de esas relatadas por el gran David Attenborough, en las que descubrimos los vericuetos de la vida misma y no solo de las construcciones imaginarias que construimos para blindar nuestras psiquis humanas. Se llama A Perfect Planet y en cinco episodios muestra la fragilidad y el poderío de este planeta y cómo los volcanes, los océanos, el sol, el clima y el ser humano lo han moldeado con consecuencias la mayoría de las veces asombrosas.
 
Mientras miraba el primer capítulo me surgió esta pregunta: ¿hemos perdido los humanos parte del instinto de supervivencia que caracteriza a los seres vivos, ese impulso que nos lleva a vivir antes que nada (con lo bueno y lo malo que eso acarrea)? Lo pensé mientras miraba la historia de una variedad de flamencos que se trasladan miles y miles de kilómetros para hacer sus nidos en las superficies de sal que se forman en uno de los volcanes más activos del mundo, en Tanzania. Nadie entiende cómo, pero ellos saben cuándo es momento de dirigirse hacia ese lugar en el que pocos seres sobreviven y cuyas aguas pueden causar heridas a la piel humana. Cuando nacen las crías es hora de volver a migrar y, en el camino, muchas son presa de otras aves más grandes que también se adaptaron a un ambiente tan poco amable para la vida.

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