Un muy buen amigo me suele repetir que él no mira para atrás ni para tomar carrera. Y creo que, en general, es un buen consejo. Pero hoy, que se cumplen 30 años del nacimiento de El Observador, me parece que es justo mirar un poco para atrás pero pensando en el futuro. Cuando nació El Observador, el 22 de octubre de 1991, ninguno de quienes estábamos involucrados en aquella aventura nos imaginábamos algo más que un periódico. Con más o menos días a la semana, con más o menos páginas y suplementos, pero compuesto, al fin y al cabo, de tinta y papel. En ningún momento nadie visualizó una marca con proyección y alcance global, multiformato y multiplataforma. Una marca en la que la versión digital tomara la delantera por sobre el papel.
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