Pexels

El conflicto de clases vuelve al centro de la economía

El inesperado poder de negociación de los trabajadores también pudiera contribuir a aumentar los beneficios de las empresas

Tiempo de lectura: -'

19 de agosto de 2021 a las 14:37

Estás por alcanzar el límite de notas.

Suscribite ahora a

Pasá de informarte a formar tu opinión.

Suscribite desde US$ 3 45 / mes

Esta es tu última nota gratuita.

Se parte de desde US$ 3 45 / mes

Martin Sandbu

"Págales más". Con estas dos palabras, el presidente Joe Biden resumió el más sorprendente resultado de la pandemia: en algunos países, los trabajadores parecen tener la ventaja en relación con los empleadores gracias a la escasez generalizada de mano de obra. Aunque esta sensación es más poderosa en EEUU, informes de empresas que están luchando por encontrar personal también se escuchan en gran parte de Europa.

No debemos adelantarnos. Millones de personas todavía están desempleadas o con suspensiones temporales financiadas por el gobierno. Las anécdotas de presiones salariales no equivalen a altas tasas de crecimiento salarial sistemáticas y sostenidas. Los picos sectoriales de los precios están relacionados con los cuellos de botella de las cadenas de suministro, no con los costos salariales.

Así que la actual percepción de escasez de mano de obra puede ser sólo eso. Pero, si se acumula evidencia de que los trabajadores están sistemáticamente exigiendo más de sus empleadores que antes, la importancia del cambio será profunda.

El hecho de que nadie lo predijera es, en sí, significativo. Todavía estamos esforzándonos por entender qué está ocurriendo. Los informes sobre la escasez de mano de obra coinciden con los informes acerca de las penurias, especialmente entre los trabajadores mal pagados. Incluso dentro de sectores individuales — como algunos sectores de la hotelería en el Reino Unido — numerosos empleadores han mantenido a sus empleados en suspensión temporal cuando otros están desesperados por tener más trabajadores.

Es posible que estos desajustes sean los ‘dolores’ de transición ocasionados por una gran reestructuración de la economía, con el trabajo remoto arraigándose para quedarse. Sin embargo, los trabajadores parecen ser menos víctimas que agentes de esta transición. Esto contrasta con los últimos 40 años de reestructuración del mercado laboral, la cual ha sido, en gran medida, infligida a los trabajadores, no impulsada por ellos.

Durante la pandemia, han abundado las historias de trabajadores decididos a decirle no al trabajo al que anteriormente se habrían resignado a hacer y a esperar hasta conseguir algo mejor. Tampoco es algo simplemente anecdótico. Un nuevo estudio ha revelado que más de una quinta parte de los trabajadores estadounidenses — y el 30 por ciento de los menores de 40 años — han considerado seriamente un cambio de carrera desde que comenzó la pandemia.

Freepik

Esto parece ser el regreso de algo que estuvo exiliado del debate político centrista y del análisis económico convencional durante décadas: el conflicto de clases y sus consecuencias económicas. Para ser precisos, podemos estar presenciando la manifestación de dos anticuadas ideas: que el poder relativo de las clases económicas altera los resultados macroeconómicos; y que la política macroeconómica inclina ese poder relativo.

También se está poniendo a prueba una tercera y novedosa idea: que fortalecer las "fichas de negociación de los empleados", tal como dijo Biden, puede alentar a los empleadores a aumentar tanto la productividad laboral como la producción si anticipan que el crecimiento de la demanda será sólido.

El pensamiento económico convencional tiene poca cabida para estas posibilidades. En los modelos estándar, la oferta y la demanda de trabajo coinciden cuando a los trabajadores se les paga exactamente su contribución marginal a la producción. Si exigen más — o los gobiernos lo hacen en su nombre — el resultado será desempleo e ineficiencia, ya que las empresas prefieren reducir la producción.

¿Puede una economía de pleno empleo, contrariamente a esos modelos, ser compatible con toda una gama de acuerdos salariales entre los dueños de los negocios y los trabajadores, en función de su poder relativo? ¿Puede la productividad de las compañías responder a la alta presión de la demanda? Si es así, ¿puede un "gran impulso" por parte del gobierno aumentar los salarios, el empleo y el crecimiento de la productividad al mismo tiempo, con una inflación más alta pero contenida? El gran experimento de “Bidenomics" puede darnos respuestas a estas preguntas.

Si las respuestas son afirmativas, le darán un vuelco a una serie de supuestos no sólo económicos, sino políticos. Serán profundamente disputados.

Cada recesión reaviva el interés por John Maynard Keynes. Ésta debería atraer la atención hacia Michal Kalecki, contemporáneo de Keynes. En su artículo de 1943 titulado "Aspectos políticos del pleno empleo", el economista polaco no sólo expuso un sucinto argumento a favor del estímulo fiscal, sino que también analizó por qué los intereses empresariales pueden oponerse a la política de pleno empleo, incluyendo a los empresarios que, paradójicamente, pueden obtener mayores beneficios en un régimen de alto crecimiento de la demanda.

Kalecki ofreció tres razones. A los dueños de los negocios puede que no les guste el activismo gubernamental como tal, porque "una vez que el gobierno aprende el truco de aumentar el empleo mediante sus propias compras, este poderoso dispositivo de control [de hacer que el empleo dependa de la confianza empresarial] pierde su eficacia". Puede que no les guste la inversión pública por temor a que deje menos cabida para la obtención de beneficios privados. Incluso si aceptan la necesidad de poner fin a una recesión, pueden oponerse a políticas que mantengan el máximo empleo porque cambiarían el equilibrio del poder en el lugar de trabajo.

No hace falta ser un economista marxiano para ver el riesgo de un razonamiento políticamente motivado. Si “Bidenomics" tiene éxito, el activismo fiscal para mejorar el poder de negociación de los trabajadores gozará de un fuerte apoyo que se mantendrá también durante los buenos tiempos. Kalecki advirtió: "En esta situación, es probable que se forme una poderosa alianza entre las grandes empresas y los intereses rentistas, y ellos probablemente encontrarían a más de un economista que declarará que la situación es manifiestamente insostenible". Esto debería sonar familiar.

Una mejor aspiración es lo que Kalecki llamó "capitalismo de pleno empleo". Esto dependerá de promover una visión ilustrada del interés propio de los propietarios del capital: lejos de que el conflicto de clases sea un juego de suma cero, los incentivos a la productividad derivados de un mayor poder de los trabajadores también pueden aumentar los beneficios.

CONTENIDO EXCLUSIVO Member

Esta nota es exclusiva para suscriptores.

Accedé ahora y sin límites a toda la información.

¿Ya sos suscriptor?
iniciá sesión aquí

Alcanzaste el límite de notas gratuitas.

Accedé ahora y sin límites a toda la información.

Registrate gratis y seguí navegando.