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Correr más allá de la edad: la historia de Isabel y Rocco

No empezaron a correr siendo jóvenes, llevan décadas corriendo miles de kilómetros y planifican seguir haciéndolo; él tiene 67 y ella 75 pero la edad no los frena
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23 de julio de 2019 a las 05:00

Hay gente que corre únicamente cuando está por perder el ómnibus. Otros, cuando piensan que alguien de atrás les quiere robar. Varios más lo hacen para entrar en calor o ejercitarse un poco. Y claro, muchos otros corren kilómetros y kilómetros subidos a la ola de runners que explotó hace algunos años –que se manifiesta, por ejemplo, en la numerosa oferta de carreras comerciales, en la evolución de la indumentaria deportiva y en la diversidad de aplicaciones y artefactos para correr–.

Pero también hay otros que desde hace décadas se apropiaron del running como su pasión primera, fueron autodidactas y marcaron un recorrido en el que, los primeros contrincantes vencidos fueron los estereotipos volcados socialmente sobre sus edades.

Isabel Castro y Rocco Spadola son dos corredores de fondo de élite B que con 75 y 67 años, respectivamente, viven sus días de jubilados en compañía del deporte. Con cientos de medallas y trofeos acumulados –entre los que hay varios descartados y otros empolvados – los dos deportistas dialogaron con El Observador

Ella siente que no tiene “nada de especial” que con 75 años corra como corre. Duda si su historia es digna de ser contada y admite que no le gusta sobresalir. Pero una vez que accede a ser entrevistada, habla, recuerda y le brillan los ojos. Supera ampliamente todos los cánones de calidez posibles.

Él comienza a charlar y no para, epifanía de lo que es cuando abre la puerta de su casa para salir a correr diariamente. Todo en él está cargado de intensidad. Es un hombre lleno de historias, fechas y recuerdos que no tienen fin. Es un italiano que vivió desde los 9 años en Uruguay, pero aún conserva dicciones y frases por las que varias personas lo reconocen como “tano”.

Rocco Spadola

Probablemente varias personas que vivan o circulen por Carrasco y las zonas aledañas lo vieron –y observaron– alguna vez. Porque no pasa desapercibido. Un metro setenta de agilidad que corre a un ritmo admirable en un cuerpo delgado y fibroso. Un hombre que reluce su calvicie con venas que le sobresalen de la frente y arrugas en su cara que denotan el paso del tiempo que todo el resto de su cuerpo oculta. Pero lo más estridente y característico en su imagen: una frondosa y larga barba blanca que adelanta que quien anda de aquí para allá a puro fondo es Rocco Spadola.

Rocco está a punto de cumplir 68 años. Pero su salud rozagante, su semblante y la forma en la que encara el día a día lo alejan del veterano promedio. Tano apasionado, de discurso entreverado y voz bien alta, habla del correr como el amor de su vida. Muestra sus trofeos y las mejores fotos. Va y viene. Cuenta cuáles fueron las carreras que más le apasionaron. Perdió la cuenta de las ganadas. 

La rutina runner de Rocco ocupa casi toda su semana y más de 100 kilómetros. Lunes, miércoles y viernes –que son los días “tranquis”, según dice– corre de 10 a 12 km sin cambios bruscos de ritmo ni velocidad extrema. Eso sí, los martes, jueves y sábados el entrenamiento es más fuerte y corre unos 20  km con subidas y bajadas y cambios de ritmos con pasadas al mango. Los fines de semana que no tiene carrera aprovecha el sábado para hacer un tramo más largo y se va hasta Pocitos, que supone unos 24 kilómetros. 

Si bien Rocco ha coincidido con mucha gente capacitada en el deporte y de la que ha ido aprendiendo, es todo un autodidacta. Desde que empezó a correr hasta ahora, siempre fue escuchando a su cuerpo y probando. “Es algo que te viene de adentro”, explica. Se escucha, se mueve y si puede seguir, sigue.

Pero ¿cómo llega un hombre de casi 68 años a correr con la facilidad de quien se levanta y se lava los dientes todos los días y a competir y salir siempre entre los primeros de su categoría? La vida de este italiano estuvo siempre conectada con la actividad física.

Rocco recuerda al detalle que desde 1964 hasta 1965 practicó boxeo, de 1966 a 1972 ciclismo, luego paró por unos años cuando fue a trabajar en el ejército italiano y reenganchó con karate en Uruguay desde 1976 hasta 1982. También jugó en la quinta de Peñarol en 1965, aunque se ríe de eso y pregunta, “¿qué iba a hacer yo si en esa época estaban jugadores de niveles altos como (Alberto) Spencer, (José) Sasía y (Luis María) Maidana?”. Pero entre tanto probar distintos deportes y coquetear un poco con el running en 1985, el flechazo final fue en 1993, cuando el italiano empezó a correr con frecuencia por la zona del Parque Rivera. 

En 2003 Rocco empezó a competir en diversas carreras y se sumó al un grupo de corredores los Ñandúes. Ahora está en los Zapadores. “Hace más de 16 años que estoy compitiendo. Ya sé más o menos cuáles son las condiciones de cada carrera, qué hay que preparar y cuáles son los puntos más débiles”, afirma el atleta.

El veterano agradece sus condiciones físicas y fortuitas, porque nunca tuvo problemas de salud, dolencias, ni accidentes de ningún tipo. Recién hace algunos días pausó su entrenamiento por dos semanas –y nunca había dejado por tanto tiempo desde que empezó a correr en 1993– porque consideró que no era necesario exponerse a las temperaturas bajísimas que invadieron Montevideo.

De su primer año compitiendo –cuando terminaba en el doceavo puesto– hasta la actualidad, donde si no gana, sale entre los 3 primeros (su categoría va de 65 a 69 años), Rocco recuerda el 2008 y afines como su época dorada. Por aquel entonces mediaba la cincuentena y podía hacer 10 kilómetros en 37 minutos. 

Porque aunque el corredor entrene y mantenga su resistencia, la reducción de la velocidad con el paso del tiempo es inevitable. Pero todo esto es normal. En diálogo con El Observador, el médico deportólogo Gastón Gioscia dijo que generalmente, a partir de los 60 años los deportistas de fondo comienzan a disminuir de a poco su rendimiento y que, en el caso de las mujeres, esto se nota aún más. De todas formas, Rocco ni se inmuta por el paso del tiempo y sus efectos. Lo disfruta y celebra poder correr día a día, sabe que lo va a seguir haciendo hasta que su cuerpo se lo permita. “Si yo me siento bien sigo nomás”, dice.

En los últimos años, Rocco compite en las 16 carreras que organiza la Agrupación de Atletas del Uruguay (AAU). Antes también participaba en las de la Confederación Atlética de Uruguay (CAU). Y ha corrido varias más fuera de estas competencias como las que organizaba Nike –que las tiene entre sus preferidas– y las que organiza el Inju todos los años. Son más de 16 años recorridos con cientos de carreras a cuestas.

Al consultarle al deportista sobre sus mejores hazañas, las anécdotas denotan su fuerte carácter competitivo. “Me acuerdo de una que se hizo en Sauce. Había un muchacho con el que siempre competíamos y al que siempre más o menos le ganaba. En una me pasó y uno que venía conmigo me dijo, ‘dale, alcanzalo’. Yo decía, ‘no, no llego’, y él, ‘¡metele!’. Fui y lo pasé. Él se me cruzó por adelante y no me dejaba pasar. Y me la dieron ganada a mí”, recordó el italiano.

El corredor compitió varias veces en medias maratones (21 km), aunque ahora prefiere los 10 km. “Estas me gustan más porque no quedás tan cansado y seguís, y seguís. Si haces un maratón tenés que prepararlo todo el año y ¿qué haces? Yo quiero competir para estar con la gente, que es lo lindo”, afirma.

El novelista japonés Haruki Murakami cuenta en De qué hablo cuando hablo de correr que, para él, correr es una “metáfora útil” en la que el contrincante más real siempre es el Haruki del ayer. Y algo de eso hay en cada corredor. Pero también es cierto que los corredores de élite son una calculadora andante de milésimas de segundo. Y son muy competitivos. Isabel cuenta que ahora no lo es tanto, aunque supo serlo. Rocco admite serlo. “Me gusta competir. Si gano, gano. Y si pierdo no me hago mala sangre, pero busco los detalles y veo dónde me ganó el que me ganó y qué tengo que mejorar. Afuera somos todos amigos”, aclara el deportista.

Si bien el atleta destacó el aspecto saludable de que ahora el running esté de moda, al igual que Isabel problematizó que hay determinadas personas u organizaciones que buscan de esto un rédito económico. “Lo malo es que hay muchos que se aprovechan. Ahora cobran todo”, opina el corredor y destaca, “la gente que tiene buen sentimiento, como Isabel, que viene desde hace muchos años corriendo, no tiene esa característica”.

“Yo, piano piano se va lontano”, enseña Rocco.

“Correr es mi vida, más que cualquier cosa. La plata va y viene, conseguir cosas, tener coche. Pero sin correr no puedo estar, lo llevo adentro. Se sufre, pero lindo. Es sacrificio, pero lindo”, concluye el hombre que a pocos años de llegar a los 70 define al running como el amor de su vida, celebra las amistades que se ha hecho en las últimas décadas y disfruta de cada competencia como si subiera un escalón más hacia la felicidad infinita.

Isabel Castro

Lunes, miércoles y viernes Isabel Castro –75 años, menuda, cabello rojizo y coqueta hasta después de entrenar varias horas–  va al Club Náutico de Punta Gorda de 9 a 12.30 horas. Empieza con una clase de ritmos (le encanta bailar), luego hace natación y, por último, se sube a la cinta con vista al mar para correr media hora. Cuenta que ahora está en una época más tranquila, aunque se anota en cuanta carrera haya y participa de los campeonatos de la AAU y la CAU.

Isabel llevó adelante siempre una vida saludable. Desde hace más de 40 años es socia del Náutico, donde durante varios años entrenó religiosamente de lunes a viernes sin parar. Con 54 años descubrió el running. Empezó trotando suavemente 5 km, desde la salida del club por la rambla hasta la altura del Hotel Carrasco y viceversa.

“Cuando empecé, corría y me faltaba el aire. Porque lo más difícil de correr es la respiración. El cuerpo lo movés”, dice Isabel que al poco tiempo de arrancar, ya estaba compitiendo en los 5km de la AAU. “Y al mes y medio ya era una careta bárbara, me puse a competir en los 10 km”, agrega.

La corredora admite que entre los 65 y 70 años comenzó  a subir sus tiempos de carrera y que, cada vez, va demorando un poco más de tiempo en completar los 10 km. Actualmente los finaliza en 1 hora y 6 minutos aproximadamente, antes de los 65 rondaba los 50 minutos. “Hice lo posible, pero después chau. Tampoco se trata de desarmarse. Después terminás enfermo o lesionándote”, afirma. De hecho ahora, Isabel corre más por placer y hobby que por competir en sí mismo. Dice que con el tiempo de cinta en el club le alcanza para luego ir a correr una carrera porque el físico “tiene memoria y está entrenadito”.

Y sí. Correr 10 kilómetros para Isabel es casi que un paseo por la manzana si se considera todo lo que ha corrido durante esta veintena de años. Hasta el año pasado participó de medias maratones y hasta 2009 o 2010 (no recuerda el año con exactitud), cuando tenía más de 65 años, participó de maratones (42km).

A diferencia de Rocco que admitió que come “de todo” –desde una amplia gama de frutas y verduras hasta platos potentes con papas fritas–, Isabel llevó siempre una dieta liviana. Su día comienza con una granola casera y un café con leche, tras estar más de 3 horas en el club se vuelve en ómnibus a su casa con un tupper que contiene frutas cortaditas y su almuerzo puede consistir en una milanesa de pollo casera al horno con verduras, por ejemplo. En la tarde y noche las opciones suelen ser bastante suaves. Eso sí, la runner advierte que no se pierde nunca de disfrutar eventos sociales y tomarse, cuando tiene ganas, un vasito de cerveza.

Isabel visita médicos únicamente para renovar el carné de salud y realizarse análisis que le exigen para correr. Tiene todos los valores estables y no toma ningún tipo de medicamento. El único inconveniente de salud que tiene es que padece glaucoma, por lo que dice que su visión no es tan buena. Pero ella agradece, “es lo único que tengo gracias a dios”.

La corredora cuenta que nunca tuvo problemas de salud que le impidieran correr, pero en 2005 tuvo un accidente de tránsito que le costó una fractura de tibia y peroné. Aunque el médico le dijo que probablemente no iba  a poder correr más, a los meses Isabel se recuperó y hoy muestra su pie derecho como todo un trofeo mientras señala que ese es su “triunfo más grande”.

“Soy hija de gallegos, gente trabajadora que no tuvo muchas oportunidades”, indica Isabel que no recibió desde chica ningún tipo de incentivo hacia el deporte pero desde joven supo aferrarse al movimiento como principal motor de su vida.

Isabel es parte del grupo de corredores Ruteros 60, donde se reúnen frecuentemente y celebran juntos los cumpleaños. La ganancia a nivel social es de las principales motivaciones para correr que admite tener. Porque cada carrera que suma se vuelve parte de una lista infinita y cada trofeo que acumula es uno más entre el montón (de hecho, aunque conserva los primeros, regaló varios porque ya no sabe qué hacer con ellos). Lo valioso para esta mujer está en cada paso, cada momento. En cada gota de sudor que termina en la meta de llegada, cuando el extremo de su sonrisa la frena.

Más allá de la corriente

Isabel y Rocco están despojados de celulares con aplicaciones que midan su rendimiento. No tienen la necesidad narcisista de lustrar cada uno de sus trofeos para ver en ellos el reflejo de sus éxitos y tampoco la contaminación de las redes sociales –que obligan a publicar cada movimiento a la velocidad de un clic–. Pertenecen a una generación de seres apasionados que no requieren más que del peso efímero de los momentos para sentirse plenos.

Corren para que el viento los refresque de frente en la cara. Corren para sentirse vivos. Corren porque en el camino hacen amigos, comparten y se ríen un rato. Corren porque confían en sus cuerpos. Corren porque tienen la voluntad para hacerlo. Y corren porque en ese fluir lo conjugan todo: placer, sufrimiento, adrenalina, diversión, amor.

Cuerpos y mentes agradecidas
¿Qué beneficios sobre la salud disfrutan personas como Isabel y Rocco, que llevan la tercera edad de forma activa? El deportólogo Gastón Gioscia lo respondió .
  • Mejora la capacidad funcional del individuo, reduce riesgos de mortalidad por causas cardiovasculares o metabólicas y enlentece la pérdida de la masa ósea.
  • Beneficia la salud mental y las funciones cognitivas. Menores riesgos de padecer deterioro cognitivo, depresión y angustia.
  • Amplios beneficios a nivel social
¿Cómo se llega a esa edad así? El deportólogo afirmó que depende de varios factores pero lo fundamental es mantenerse siempre activo física y mentalmente, comer de forma moderada y saludable y tener un control clínico médico periódico básico.

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