La "foto familiar" tras el encuentro entre presidentes sudamericanos en Brasilia

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Cortocircuito en Sudamérica

La gran unión sudamericana que Lula impulsa como un polo alternativo a las grandes potencias tuvo un comienzo accidentado por discrepancias de Lacalle Pou y Gabriel Boric
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02 de junio de 2023 a las 05:01

Desde Maracaná, es casi un clásico que el pequeño Uruguay le termine aguando la fiesta a Brasil cuando está todo dispuesto para que el gigante sudamericano se consagre a nivel global.

La mesa estaba servida. Lula da Silva haría una simbólica toma de posesión como líder regional de talla mundial. Espoleado por quien siempre ha sido su ideólogo de cabecera en materia de política exterior, el ex canciller Celso Amorim, el mandatario brasileño buscaba dar la campanada desde el hemisferio sur del planeta y posicionar a Brasil como una potencia con peso específico en las decisiones del mundo multipolar que ambos avizoran.

Jugaba de local. El escenario era Brasilia, el Palacio Itamaraty, símbolo por antonomasia de la legendaria diplomacia brasileña que heredaron de los portugueses y han sabido cultivar con excelencia y profesionalismo metódicos.

Allí se había convocado primero a un retiro –que luego devino en cumbre– de líderes sudamericanos, haciendo hincapié en que se trataba de un evento sudamericano, y no regional; porque Lula no quería fisuras en la postura geopolítica que buscaba adoptar frente al mundo. Y porque, a no dudarlo, siempre es más difícil imponer una agenda regional con los países centroamericanos, que tienen otra problemática, cada uno presenta la suya propia, además de ubicarse geográficamente en lo que algunos teóricos de la política exterior brasileña llaman el “primer anillo de la periferia” de Estados Unidos.       

Hasta ahí, todo bien. En el mundo de hoy, en plena guerra fría entre Washington y Beijing, se impone delinear una estrategia sudamericana independiente. Diría que es imprescindible. Incluso Lula quería con ello profundizar la integración en el subcontinente y explorar nuevos caminos en dicho empeño.

No sé si la herramienta más idónea para ello era la que estaba planteada: reflotar la Unasur; probablemente no, o no al menos en los términos que el organismo funcionó en su corta vida, de 2011 a 2018; pero sin duda la intención es de recibo. 

El problema estuvo en la forma que eligió hacerlo el mandatario brasileño, metiendo a Nicolás Maduro con calzador en una reunión donde el propio Lula sabía que había líderes que lo resistían y, por si fuera poco –y esto es lo más insólito–, presentando al venezolano como una víctima de una “narrativa construida”.  Como si los millones de venezolanos que a diario vemos dando vueltas por las capitales sudamericanas, como un recordatorio de la represión, la tragedia y el fracaso del régimen de Maduro, fueran producto de una narrativa ficcionada por quién sabe quién en quién sabe dónde.

Por eso Lacalle Pou le salió al cruce en lo que terminó siendo la noticia regional más difundida de los últimos tiempos. El uruguayo dijo sentirse sorprendido por el desatino del brasileño al calificar el drama que viven los venezolanos como una narrativa, y rechazó la intención de lavarle la cara al régimen de Maduro. “No podemos tapar el sol con un dedo”, dijo mientras trasmitía su discurso en vivo por Instagram, ya que la transmisión oficial se había interrumpido por orden del gobierno brasileño cuando Lula terminó su intervención.   

A Lacalle se sumó el chileno Gabriel Boric, quien recordó precisamente que la situación en Venezuela “no es una construcción narrativa” porque él la ve todos los días “con sus propios ojos en los venezolanos que llegan” a su país.

Los medios brasileños hicieron mucho énfasis en el contrapunto de Boric porque se trata de un líder de izquierda; pero la realidad es que el chileno dio su mensaje en un aparte de prensa, afuera de Itamaraty, cuando la intervención de Lacalle ya se había viralizado. El uruguayo se lo había dicho de frente a Lula, y con Maduro y los demás líderes presentes en la sala. De hecho, cuando Maduro toma la palabra, le contesta solo a Lacalle Pou, no a Boric.

Por un lado se entiende la jugada de Lula de querer traer otra vez a Venezuela al redil sudamericano, porque si quiere marcar un perfil regional en la política global, resulta indispensable tener el apoyo del país que cuenta con las mayores reservas de petróleo del mundo. Pero se apresuró demasiado. Además, al hacerlo, pasó por encima de sensibilidades regionales muy intensas contra el régimen de Maduro. Entre ellas, por supuesto, la del presidente uruguayo, cuya postura era archiconocida por el brasileño y no le importó.

Lacalle de todos modos no le iba a dejar pasar la bajada de pulgar que Lula le había hecho en Beijing al TLC que Uruguay pretendía firmar con China. Pero esta pequeña revancha del uruguayo tomaría la forma de un simple rechazo a la restitución de la Unasur, que Lula busca denodadamente para articular su política regional con aspiraciones multipolares.

Lo que Lacalle no esperaba era encontrarse con tamaño dislate del brasileño en su premura por blanquear a Maduro. Y parece haber sido una reacción espontánea, de principios, la del mandatario uruguayo.

Lo que no me pareció muy atinado fue la negativa de la delegación de Uruguay a suscribir la alusión al “mundo multipolar” en la declaración final, calificándola de “retórica geopolítica izquierdista”. Me parece una burda simplificación de lo que es una teoría de las relaciones internacionales que desde hace al menos cuatro décadas está en los debates académicos y diplomáticos. Pero por razones de espacio, al respecto me explayaré en otra oportunidad.

Como sea, Lula está demasiado apurado por resucitar el viejo esquema que había formado en Sudamérica con el fallecido Hugo Chávez, cuando ejercieron el mayor contrapeso que el poder de Washington ha enfrentado históricamente en la región.

Pero no solo los tiempos han cambiado y Maduro no es Chávez, sino que además están ampliamente documentados los abusos del régimen venezolano, las violaciones a los derechos humanos, los presos políticos, las ejecuciones extrajudiciales… Decir que todo eso es una mera narrativa es un insulto a los sudamericanos que el mandatario brasileño quería, con buen criterio, unir tras de sí.

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