Entre las tantas cosas que suelen traer las campañas electorales, una de ellas es un destacado desprecio de la elite política hacia ciertos sectores de la población, a los que creen o suponen creer que pueden engañar con facilidad. No importa tanto si lo logran como el hecho de que, en ocasiones, resulte evidente este descrédito a su capacidad de raciocinio.
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