Al allanar uno de los apartamentos, la Policía relevó varias cédulas que vieron apiladas. Cuando empezaron a revisarlas, entendieron inmediatamente por qué los rodeaban computadoras, plastificadoras y una sofisticada impresora. Esas cédulas, que a primer golpe de vista parecían veraces —el plastificado era perfecto y tenían el chip correspondiente—, evidentemente no lo eran. Podían notarlo porque, pese a que todas tenían un nombre y un número de cédula distinto, tenían la misma foto.
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