Opinión > EL HECHO DE LA SEMANA

De nuevo los K al otro lado del Río

La crisis argentina va para largo. Menos turismo y comercio bilateral, y más fuga de capitales y reestructuras de deuda
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14 de diciembre de 2019 a las 05:03

Alberto y Cristina Fernández iniciaron una nueva andadura peronista, variante K, en el gobierno de Argentina, plagada de interrogantes para propios y ajenos. De todos modos, la gestión de Mauricio Macri desde 2015, la mitad de ese tiempo en medio de una grave corrida cambiaria, no fue muy estimulante. La caída relativa de Argentina ante el resto del mundo lleva ya muchas décadas.

La inminente zafra turística uruguaya, una exportación de servicios crucial, de nuevo será pobre, con su efecto nocivo sobre empresas y trabajadores; el comercio bilateral, hundido desde los gobiernos de Cristina Fernández, no levanta cabeza; y Uruguay capta una parte pequeña pero significativa de la nueva oleada de fuga de capitales.

Tal vez el saldo más positivo para Uruguay, en lo inmediato, haya sido el viaje a Buenos Aires, juntos y amables, de Tabaré Vázquez y Luis Lacalle Pou para asistir a las ceremonias de cambio de gobierno.

Ellos representan dos bandos políticos, compitieron fieramente entre sí por la Presidencia en 2014 y su relación fue mala o nula desde entonces.

Ya se habían visto el lunes 2 de diciembre, en una reunión que Lacalle calificó de “sanadora” de antiguas heridas.

Juntos expresan, de la forma más convincente, que ciertos valores y prácticas están por encima de los asuntos personales o de las luchas de facciones políticas.

Las relaciones entre Argentina y Uruguay fueron seriamente contaminadas por el conflicto por la construcción de la fábrica de Botnia en Fray Bentos y el corte del puente binacional contiguo, que se extendió hasta 2010.

Las malas relaciones bilaterales –las peores desde los primeros gobiernos de Juan Domingo Perón, entre 1946 y 1955– se reflejaron en la caída del comercio mutuo, la falta de dragado de los canales de navegación comunes, una nueva “guerra de puertos”, la presión a través de OCDE para que finalmente se aprobara un tratado de intercambio de información tributaria (y la radicación en Uruguay de empresarios y capitales argentinos, que impulsaron la construcción de inmuebles, la compraventa de campos y la producción agrícola y ganadera).

Argentina seguirá siendo un vecino complicado en el futuro previsible, aunque mejoren las relaciones personales entre sus presidentes. Habrá que ver cómo incide la intransigencia radical que representa Cristina Fernández, ahora vicepresidenta.

El presidente Alberto Fernández se muestra mucho más conciliador, después del amargo capítulo que desarrollaron Néstor Kirchner y Tabaré Vázquez a partir de 2005. Pero sus fuentes ideológicas, y las malas condiciones de la economía argentina, que incluyen el riesgo cierto de un nuevo default, prometen más proteccionismo, nula inversión extranjera y sobresaltos cambiarios y políticos.

Brasil, cuya economía por sí sola representa el 75% del Mercosur, ahora predica la apertura comercial, un gran viraje histórico que acentúa las diferencias con Argentina, el 20% del bloque. La incontinencia verbal de Jair Bolsonaro agranda las distancias.

Esas diferencias son graves, pues Brasil es el primer cliente y proveedor de Argentina y su principal inversor; en tanto Argentina ha sido el tercer socio comercial de Brasil y el primer importador de sus productos industriales, particularmente vehículos automotores.

Una mirada de largo plazo muestra el completo desmoronamiento de Argentina como comprador de bienes uruguayos. De adquirir cerca del 20% del total exportado por Uruguay en la década de 1990, cayó a 14,9% en 2001, en la antesala del crack regional, y a 5,7% en 2002, en lo más profundo de la crisis.

Las colocaciones en Argentina se recuperaron lentamente hasta 2007-2008, cuando subieron a 8,5% del total. Pero entre 2012 y 2014, cuando Cristina Fernández apretó el “cepo” cambiario y de importaciones, las ventas uruguayas hacia allí cayeron a un pobrísimo 4,4% del total.

Mientras tanto Brasil, que todavía compraba el 23% de las exportaciones uruguayas en 2002, cayó a 15% en 2018.

El gran cambio estratégico en lo que va de este siglo fue la irrupción de China como comprador masivo. Ese país, que adquiría un modesto 5% de las exportaciones uruguayas en 2001, pasó a representar casi 22% del total en 2018, sin contar las compras de celulosa en las zonas francas de UPM y Montes del Plata.

Si se agregan las exportaciones desde zonas francas, entonces la importancia de China trepa al 26% del total, Brasil cae al 12% y la Unión Europea sube al 18%.

La sola perspectiva de un enfriamiento de la economía china, que cada vez crece más lento, hace temblar al mundo.

El segundo gran cambio estratégico del comercio exterior uruguayo, también estimulado por las compras de China y por la inversión internacional, fue la creciente oferta de soja y celulosa, dos nuevos rubros productivos avasallantes.

Esos cambios estratégicos, que también involucraron a otros países de América Latina, cada cual a su manera, derivaron en cierta independencia uruguaya –un “desacople” parcial– de los síncopes económicos y financieros de sus vecinos.

La economía uruguaya ya no calca los ciclos económicos argentinos y brasileños, aunque los refleje en parte. (El anodino crecimiento económico uruguayo del último quinquenio, que promedia 1,3%, está más en línea con el conjunto de América Latina que con sus deprimidos vecinos).

Pero Argentina sigue siendo esencial para el turismo receptivo, la principal exportación de servicios uruguaya. De allí provienen más del 60% de los visitantes. Muchos de ellos son propietarios de viviendas en esta banda del río, y es probable que sigan comprando ahora.

Otra señal alentadora es la recuperación económica de Brasil, lenta pero consistente, que debería aumentar la demanda de importaciones, incluidas las de Argentina y Uruguay. Su moneda, el real, se ha fortalecido este año ante el peso uruguayo y el argentino, lo que promueve la competitividad de los países del Plata y espolea a los turistas brasileños.  

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