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El amianto, la pandemia silenciada que ya ha costado 100.000 vidas en la España del siglo XXI

La investigación internacional “Asbestos: LethalLegacy”, que reúne a periodistas de nueve países de toda Europa revisa las causas y consecuencias de la presencia de este material en el territorio europeo
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27 de noviembre de 2022 a las 05:03

Un buen día, Carmen Elarre comenzó a perder el aliento. No podía respirar y se fatigaba al poco tiempo de iniciar un paseo. Navarra de 64 años, falleció en 2020 por mesotelioma, un tipo de cáncer causado por la inhalación de fibras de amianto que se incrustan en el tejido que recubre los pulmones. Le habían diagnosticado su dolencia tan sólo unos meses antes: el mesotelioma mata en cuestión de meses una vez que se diagnostica, aunque puede actuar en estado de letargo durante decenas de años.

Esta víctima del amianto no estuvo empleada en una fábrica de uralita, ni en una fundición, tampoco en un astillero ─lugares comunes donde han enfermado trabajadores por su exposición crónica a ese peligroso mineral─, ya que Carmen Elarre era enfermera en la Clínica Universidad de Navarra. Pero no enfermó en su lugar de trabajo, sino durante su niñez y primera juventud.

Su viudo, Javier Sala, relata cómo tras el demoledor diagnóstico su mujer tuvo que echar la vista atrás para indagar dónde y cuándo había estado en contacto con el amianto. La única conexión razonable que encontró fue que hasta los 25 años vivió junto a una empresa de Pamplona que fabricaba frenos para vehículos.

Hasta 1990, esa empresa manufacturó componentes con amianto. Tuvo la mala suerte de que la ventana de su dormitorio mirara al almacén exterior de la fábrica. “Allí almacenaban el amianto”, sostiene Javier. “A quien le toca, le toca, y tan sólo por vivir al lado de una fábrica”, cuenta con resignación.

El caso de esta enfermera es uno más entre las decenas de miles de fallecidos y enfermos por la exposición laboral, ambiental o doméstica al amianto y que no constan oficialmente y, por tanto, no están reconocidos. A pesar de que en España el uso del amianto fuera prohibido por ley en 2002, sus víctimas continúan multiplicándose debido a enfermedades respiratorias como la asbestosis o afecciones de pleura, y de cánceres como el mesotelioma, de pulmón, bronquio, laringe o de ovario.

El amianto es un devastador cancerígeno y un potente destructor de los pulmones, cuyos efectos perniciosos para la salud se conocen desde los años treinta del siglo pasado.

La investigación internacional “Asbestos: Lethal Legacy”, que reúne a periodistas de nueve países de toda Europa y en la que participa Moncloa.com, ha ahondado en las causas y consecuencias de la presencia de este material en el territorio europeo.

En España, el legado mortal de las más de 2,6 millones de toneladas de materia prima de amianto y 21 millones de toneladas de fibrocemento presente en edificios e instalaciones del país sigue siendo una amenaza para los trabajadores que manipularon e instalaron productos con amianto.

Pero también lo fue y lo es para los ciudadanos que, como Carmen Elarre, se expusieron a sus fibras letales de forma accidental y ambiental, o para las esposas y otros familiares de los empleados de compañías como Uralita, que accidentalmente inhalaban las fibras de amianto ocultas en las prendas de trabajo que lavaban y planchaban.

De hecho, el científico finlandés Jukka Takala, uno de los grandes expertos mundiales en la materia, recalca a este medio que hay un aumento de mortalidad en Europa “originado por la masiva instalación de amianto en edificios e infraestructuras en los años sesenta y setenta”. Sin embargo, la gravedad in crescendo de esta pandemia que nos afecta a todos está fuera de la discusión pública y política de primer orden. Este silencio hace invisible a sus víctimas para el conjunto de la sociedad.

Pese a ello, el alcance del impacto pernicioso del amianto se va asentando en la jurisprudencia. En marzo de 2021, una sentencia del Tribunal Supremo validó una demanda colectiva y condenó a Corporación Industrial de Materiales de Construcción S.A. (heredera de Uralita) a pagar indemnizaciones por valor de 2,3 millones de euros a 39 familiares de trabajadores y vecinos de la fábrica de esa empresa en Cerdanyola del Vallès (Barcelona) que enfermaron por contaminación ambiental y doméstica.

Los jueces concluyeron que Uralita “pese a conocer el peligro que conlleva la inhalación de fibras de amianto, no actuó con la diligencia exigible al emitir sin control adecuado dichas fibras al ambiente exterior”.

El amianto es el factor que más muertes causa en el mundo y en Europa por exposición laboral. Hasta el 78% de los cánceres profesionales reconocidos en la Unión Europea está vinculado al amianto. De acuerdo con un estudio de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el amianto provoca un cuarto de millón de muertes en todo el mundo cada año, la gran mayoría de ellas por exposición laboral a sus nocivas fibras, que pueden llegar a ser 500 veces más finas que el cabello humano.

Esa cifra de defunciones la confirma el Dr. Takala a los periodistas de esta investigación periodística internacional llamada ‘Asbestos: The Lethal Legacy’*. Takalacoescribió uno de los estudios de referencia mundial: Global Asbestos Disaster, cuyos autores hablan de 255.000 muertes anuales. Una cifra similar ofrece la última estimación del Institute of Health Metrics and Evaluation (IHME) de la Universidad de Washington para el 2019, ampliamente respetado por la comunidad científica.

Sin embargo, no existen en España estadísticas oficiales fiables sobre muertes por la exposición laboral, doméstica y ambiental al amianto en las últimas décadas. Se trata de un enemigo silencioso y silenciado. Este hecho provoca que los científicos y los periodistas tengan que realizar análisis de estimación.

En nuestro país, fallecieron 96.804 personas por exposición laboral al amianto entre 2001 y 2019, un promedio de 5.100 muertes anuales, según el cálculo del IHME. Una estimación propia y basada en las defunciones recogidas por el Instituto Nacional de Estadística, a las que se les han aplicado ratios avalados por científicos como Jukka Takala o Alfredo Menéndez, entre otros, da como resultado que entre 2001 y 2020 murieron 91.601 trabajadores por su exposición al amianto.

Si se aplica el promedio de defunciones para esos dos decenios, 4.580 anuales, a finales de 2022 habrán fallecido más de 100.000 trabajadores en lo que llevamos de siglo.

El problema en nuestro sistema de salud del trabajo radica en que existe un elevado porcentaje de infrarreconocimiento de enfermedades laborales atribuibles al amianto y se carecen de datos concluyentes sobre cuántos trabajadores conviven cotidianamente con ese material peligroso. Así lo afirman en sus investigaciones científicos como Montserrat García Gómez, experta en Medicina del Trabajo, o Alfredo Menéndez, catedrático de Historia de la Ciencia de la Universidad de Granada.

Para el periodo 2007 a 2020, ese déficit de reconocimiento fue del 97%. Desde que en 2007 se creara el protocolo de Comunicación de Enfermedades Profesionales en Seguridad Social (CEPROSS) al menos 1.479 trabajadores han enfermado por inhalar amianto, dando lugar a 1.681 reconocimientos de enfermedad laboral.

La razón por la que existen más partes de enfermedad que trabajadores es que, excepcionalmente, a un mismo trabajador se le pueden reconocer varias enfermedades en momentos diferentes.

Sin embargo, para ese mismo tramo de años, las muertes relacionadas con la exposición laboral al amianto fueron al menos 65.755, si se tienen en cuenta las muertes por mesoteliomas (5.535), asbestosis (414), y cánceres de pulmón (55.717), laringe (1.551) y ovarios (2.538).

El cáncer de ovario no está reconocido en España como enfermedad profesional asociada al amianto, pero ya lo está en países de nuestro entorno como Alemania o Bélgica; en Francia está cerca de ser incluido por las sobradas evidencias científicas. La OMS lo reconoce desde 2009.

Es decir, que las mutuas, las empresas que las contrataron y el Instituto Nacional de la Seguridad Social sólo reconocieron la enfermedad laboral a un tres por ciento de las personas que fallecieron por dolencias motivadas por el amianto mientras trabajaban entre 2007 y 2020. Ese porcentaje se reduciría a un 2% si se tuvieran en cuenta las muertes por cáncer de ovario atribuibles a la exposición laboral al amianto.

La OMS cifra en 125 millones los trabajadores expuestos al amianto en sus lugares de trabajo. Esto no sólo ocurre en los 125 países que aún autorizan la producción y uso del amianto ─entre ellos Estados Unidos y Rusia─, sino también en los 70 estados que la prohibieron, ya que su legado letal sigue presente en edificios públicos y privados, construcciones agrícolas y ganaderas o infraestructuras de saneamiento de agua, como es el caso de España.

Todos los trabajadores de la construcción, mantenimiento y limpieza están en riesgo de estar expuestos al amianto, según advierte la Agencia Europea para la Seguridad y la Salud en el Trabajo. De acuerdo con el Programa de Vigilancia de la Salud de los Trabajadores que han estado Expuestos al Amianto (PIVISTEA) de Ministerio de Sanidad, son los trabajadores en astilleros, empresas de saneamiento, distribución del agua y transporte interurbano de ferrocarril, entre otros, los que más expuestos están a este nocivo material.

Esos trabajos están generalmente masculinizados que, según un informe de 2018 de Sanidad, ponen en riesgo la salud de 22.500 trabajadores -450 mujeres y el resto hombres- al estar en contacto diario con más de 3.000 materiales fabricados con amianto.

Amianto: un legado letal en España

El mundo lleva produciendo materiales con amianto a escala industrial desde hace 150 años. Sólo en España, entre 1909 y 1980, 310 empresas fabricaron o distribuyeron productos con amianto, de acuerdo con el mejor estudio colectivo sobre su presencia en España, elaborado  en 2003 el Institut d’Estudis de la Seguretat de Barcelona.

Todo eran ventajas. El amianto es un mineral ignífugo, imbatible como aislante acústico, térmico y eléctrico; además de ser indestructible y, por tanto, muy resistente al deterioro. Cualidades que sólo se tornaron peligrosas cuando, 90 años atrás, se advirtió de la letalidad de sus fibras para la salud.

En el momento de su prohibición en 2002, algunas de esas compañías habían puesto en el mercado español 21 millones de toneladas métricas de fibrocemento de amianto entre placas (uralita) y tubos de presión y bajantes. Ese peso equivale a 2.877 veces el de la estructura metálica de la Torre Eiffel o 452 veces el del Titanic.

No se sabe cuál es la cantidad de ese amianto mezclado con otros materiales de construcción. La mayor parte de esa herencia sigue entre nosotros. Según ese estudio, el periodo de máxima utilización es el comprendido entre los años 1960 y 1984.

La herencia de todo aquel material transciende los años de producción, distribución e instalación del amianto. Y también trasciende a los trabajadores que se han visto expuestos de forma crónica a ese mineral y a sus familiares. Toda la ciudadanía en general podría ser víctima de sus efectos nocivos para la salud.

Así lo defiende el neumólogo Josep Tarrés, neumólogo de Cerdanyola del Vallès y autor varios trabajos científicos, cuya advertencia es lapidaria: “Hemos pasado de unos pocos macrofocos epidémicos en torno a las grandes fábricas a millones de microfocos por la descomposición de fibras de amianto de infraestructuras que han rebasado su vida útil de 35 años”.

Dada la ausencia de datos oficiales en España sobre la magnitud del daño que está ocasionando ese mineral, tras la consulta de los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) de defunciones provocadas por las enfermedades profesionales reconocidas y la aplicación de una metodología de cálculo avalada por varios científicos, este medio ha realizado un análisis que estima que entre 2001 y 2020 hubo 91.601 muertes por exposición laboral atribuible al amianto.

Nuestro cálculo arroja que la mayoría de las defunciones entran dentro de la categoría agrupada de cáncer de pulmón, tráquea y bronquios hasta las 78.104. Le sigue el mesotelioma con 7.151 muertes, el cáncer de laringe con 2.364 y la asbestosis con medio millar de casos. Sin embargo, no todas estas muertes constan como laborales.

 

(Este informe es parte de ‘Asbestos: The Lethal Legacy’ (‘Amianto: el legado letal’), una investigación periodística transnacional sobre la nociva exposición laboral, ambiental y doméstica al amianto)

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