Adolfo Garcé

Adolfo Garcé

Doctor en Ciencia Política, docente e investigador en el Instituto de Ciencia Política, Facultad de Ciencias Sociales, Udelar

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El año de los experimentos (2)

El nuevo año llega con muchas más preguntas que respuestas, se vienen tiempos de experimentos, tiempos difíciles.
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26 de diciembre de 2018 a las 05:00

La política uruguaya entró en fase experimental. Por todos lados asoman iniciativas novedosas. La semana pasada me ocupé del Frente Amplio, de La alternativa (nueva coalición de centroizquierda articulada en torno al Partido Independiente) y de la Unidad Popular. Quiero analizar, ahora, otros experimentos políticos en plano desarrollo.

Empecemos por el PN. Luis Lacalle Pou protagonizó uno de los experimentos más llamativos de la campaña electoral pasada: logró saltar sin escalas desde su banca de diputados a la nominación presidencial. Cinco años después su liderazgo se ha consolidado: es el precandidato preferido por los votantes nacionalistas según la información de opinión pública disponible. A su alrededor, en cambio, la interna se agita. Hay varias operaciones políticas en marcha. 

Una de las novedades más importantes dentro del PN es la irrupción de “Mejor País”, una nueva fracción vertebrada en torno a intendentes del interior como Enrique Antía, Sergio Botana, Eber Da Rosa y Dardo Sánchez. Esta corriente (de inspiración wilsonista, de vocación popular) tiene importantes zonas de coincidencia con la que lidera Jorge Larrañaga. El experimento en marcha consiste, precisamente, en desplazar al líder de Alianza Nacional de su posición de predominio en el “ala wilsonista”, inaugurada en 2004 y confirmada en las elecciones internas siguientes. 

Al desafío formulado por “Mejor País” se ha sumado el de la senadora Verónica Alonso, que también se alejó de Alianza Nacional. Larrañaga no se cruzó de brazos. Por el contrario, puso en marcha la campaña “Vivir sin miedo”. Contra viento y marea logró recoger más de 370 mil firmas con la finalidad de someter a plebiscito una propuesta de reforma constitucional orientada a dar una respuesta más severa al in crescendo del delito. La gran pregunta que queda formulada es qué porcentaje de quienes apoyaron esa campaña terminarán votando por Larrañaga como candidato a la presidencia en junio del año que viene.  

El panorama de los experimentos curiosos en la interna del PN se completa con otros dos nombres opuestos. La figura severa de Carlos Iafigliola, diputado de convicciones políticas y religiosas muy firmes y bien conocidas, contrasta con la sonriente irrupción de Juan Sartori, de quien se sabe poco y nada: apenas han trascendido algunos hitos de su tan breve como brillante trayectoria empresarial. El “experimento Sartori”, en términos analíticos, es de los más importantes de cuantos están en marcha en este ciclo electoral. Consiste en qué medida el éxito electoral depende del dinero en la alicaída política uruguaya.

El PC también está en fase experimental. La tempranamente anunciada retirada de Pedro Bordaberry levantó olas grandes. En una de ellas, a instancias de Jorge Batlle, llegó Ernesto Talvi. La conversión de Talvi desde su papel de economista independiente al de líder político en el viejo partido de la Defensa, tiene destino incierto. Su principal desafío es, precisamente, anclar su sólido discurso programático con la tradición colorada, en general, y con el legado de su mentor, Jorge Batlle, en particular. En este sentido, el experimento Talvi enfrenta un desafío muy concreto: también el senador José Amorín Batlle compite por liderar ese espacio. 

El gesto de Talvi, bien “jorgista” para mi gusto, de rechazar el apoyo de la estructura política encabezada por Julio María Sanguinetti, tuvo una consecuencia que era difícil de prever: el ex presidente está a un milímetro de volver a postularse como candidato presidencial. El regreso de Sanguinetti también representa un experimento llamativo. Suele decirse que la ciudadanía uruguaya viene reclamando líderes nuevos. En ese contexto, ¿cuánto apoyo podrá suscitar, llegado el momento, una personalidad como Sanguinetti que, lleva más de medio siglo siendo protagonista central en el tablero político uruguayo?

Dejo para el final el experimento más ambicioso de todos. Edgardo Novick, un empresario exitoso hecho de abajo, se ha propuesto competir por la presidencia valiéndose de recursos institucionales y discursivos novedosos, y por eso mismo, de resultado poco previsible. En el plano institucional, Novick, optó por la estrategia de crear un partido nuevo: el Partido de la Gente. Pudo haber intentado competir dentro del Partido Colorado. Dado su excelente desempeño en la elección departamental de Montevideo en 2015, y dadas las obvias dificultades que están experimentando los dirigentes colorados para darle un nuevo impulso al viejo partido, hubiera sido muy bien recibido. ¿Hay espacio en Uruguay, un país reconocido por la estabilidad de su sistema de partidos, para una oferta nueva?

En el plano discursivo, es evidente que Novick no vacila en ir contra la corriente. Desde hace muchos años, los líderes que apuestan a crecer se desvelan por desplazar su discurso desde algunos de los polos del espectro ideológico hacia el centro. Lo hizo, en su momento, Tabaré Vázquez, especialmente desde que se creó el Encuentro Progresista en 1994. Lo hizo, veinte años después, Lacalle Pou cuando estructuró su campaña sobre la consigna de “la positiva”. Novick no. Él le habla sin tapujos al Uruguay de derecha, a ese Uruguay poco visible, vergonzante, que anhela “mano dura”, porque está harto de la delincuencia pero también del poder de los sindicatos y de la “revolución de los derechos”. Este discurso, tan transgresor para la políticamente correcta “polis” uruguaya, circula además por canales comunicacionales novedosos: desde su irrupción en el espacio público a comienzos de 2015, Novick viene apelando, más que cualquiera de los otros líderes políticos, a las redes sociales como mecanismo de diseminación de sus preferencias sustantivas y posiciones políticas.

2019 llega con muchas más preguntas que respuestas. Se vienen tiempos de experimentos. Tiempos difíciles.  
 

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