En los últimos veinte años, la irrupción de empresas tecnológicas como Apple, Amazon, Google y Facebook ha cambiado de raíz al acceso a la intimidad de las personas, las fuentes de creación de riqueza y, por extensión, hasta ciertas modalidades de funcionamiento de las democracias. Todo ello les ha conferido una gran responsabilidad social, que de a poco ha ido concitando el deseo de los gobiernos de compatibilizarla con el interés general a través de la intervención pública.