Cartas de los lectores > OPINIÓN

El caso Talvi

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10 de agosto de 2020 a las 16:06

Por Joaquín Zas Barsantini

Para cambiar la política hay que saber moverse primero en ella, si no esta te devora. La política no es para todos, eso está claro. El problema más grande que le encontraba a Talvi es que no era político y hoy me di cuenta que su problema es mayor. No es un tema meramente político, sino que no logró estar a la altura de la situación por su propio egocentrismo, reconociéndolo en la carta de abandono.

El plan de Talvi era cambiar la política siendo un político diferente, pero las acciones que tomaba eran más esa vieja política que tanto criticaba; una cosa era lo que decía y otra lo que hacía. Se burlaba de la propuesta de Sartori mientras pregonaba una forma distinta de hacer política. Argumentaba que no se sentaría en una mesa con Manini, mientras defendía el diálogo y la democracia. Le negó la ayuda a Sanguinetti (sujeto que no es nada santo de mi devoción, pero su astucia política es innegable) y a Bordaberry (a pesar que esta la entiendo), mientras hablaba sobre la unión del Partido Colorado.

Hubo otros episodios que le generaron mucho daño, como el haberse quejado por casi un mes de que no lo hayan invitado a debatir. Esto último es harina de otro costal, pero demostró su actitud reaccionaria y egocéntrica, en pensar entender la política a lo largo del período electoral.

Inclusive, hubo decisiones que son puramente errores políticos, como asumir la cancillería. En este cargo, no podemos olvidar que quiso mostrar su “nueva forma de hacer política” y marcar presencia en su partido con un suceso como el episodio del hijo de Sanguinetti. Pero se quedó en esa, en la chiquita.

Hay sapos que hay que tragarse y la política consiste en ese do ut des. Él, en lo mas recóndito de su ser sabía, pero lo ignoró por ponerse primero. Era la Comisión administradora del Río Uruguay (CARU), no estaban pidiendo la embajada de Estados Unidos.

Insisto: do ut des y sapos que hay que tragarse.

Nadie pone en tela de juicio su actuación como canciller. Es muy difícil hacerlo, pero se olvidó que cuando estás en los ministerios actúas por nombre del presidente, no podés hacer lo que se te dé la gana.

Las políticas las fija el presidente, si no le gustan las condiciones no hubiese aceptado la cancillería y se hubiese quedado en el Parlamento, donde tiene mayor autonomía. Esa decisión de integrar la cancillería fue creerse que la tenía claro hacia dónde iba.

Desde que ganó las elecciones internas pensó que ya era presidente, se creyó Batlle y Ordóñez. Su ego puede ser el enemigo que no lo deja crecer más, y así fue. Pensó que su nueva forma de hacer política lo iba a llevar lejos, cuando lo que hizo fue lejos de política.

El sistema se tiene que cambiar desde adentro y tenés que saber moverte en ese ambiente primero. Por ello los episodios con Sanguinetti debió de haberlos pasado de largo y los episodios con Lacalle también, al igual que los otros eventos que mencioné.

Seré muy cliché, pero se transformó en lo que él quería cambiar. La dualidad del mensaje que difundía era notoria, soy liberal pero progresista, nacional pero internacionalista. Y quien mucho abarca poco aprieta, como fue en este caso.

La decisión está tomada. Y no podemos hablar de que lo renunciaron, o de que se fue por culpa de Sanguinetti.

La historia ha mostrado eventos mucho peores. A Lacalle Herrera, Juan Raúl Ferreira lo bajo del ómnibus de campaña; a Jorge Batlle, Sanguinetti “le cortó un brazo”; Vázquez trató a Lacalle Pou de “pompita”; y sucesos como estos hay cientos, inclusive batidas a duelos.

Aun así, no se quedaron en esa y siguieron, y algunos terminaron siendo presidentes.

Al ser una figura pública estás expuesto a ciertas cosas. La inteligencia emocional que debes tener para dedicarte a la política ha de ser mucha, y Talvi no la tiene, ni la tuvo si estudiamos todo sucedido. Políticamente quedándose en la chiquita y con la película de entender perfectamente cómo es la política.

Muchos políticos, en fechas importantes de sus vidas no pudieron estar presentes, pero eso es el truque que se hace, “abandonas” tu vida privada por la de ser un servidor público a la patria.

En la vida pasan esas cosas, y los políticos deben saber bailar en ese constante equilibrio entre la vida privada y la vida pública, que uno no consuma al otro y viceversa.

Se cae de maduro que no todos reaccionamos de la misma manera; pero si no se puede bailar, entonces se deberá tomar una decisión sobre que priorizar.

Por eso, no estoy de acuerdo con que la política tiene que estar antes que uno, antes que la salud. Primero está el ser, y su salud mental y la salud de su familia. Si nosotros seguimos priorizando el trabajo por encima de nuestra salud, no es sorpresa que tengamos tan altas tasas de suicidio.

 Pero acá está la paradoja que se me plantea, y es que si vas a prometer el Edén, más vale que nos lleves al Edén y no dejar de lado a los militantes que estuvieron meses apoyando tu causa, a los financieros que aportaron miles de dólares y sobretodo a los votantes que creían en el proyecto de “Un Pequeño País Modelo”.

Si querés ser un político de peso, tenés que saber que la responsabilidad que uno tiene es inmensa, y no podés dejarlos a la deriva.  No es casualidad la frase de Lacalle Herrera de ser “corto en la promesa, pero largo en el cumplimiento”.

El Partido Colorado carece de líder, no surge ningún liderazgo natural. Y sin él, el proyecto país de este partido se ve muy debilitado. Sin Talvi sus tropas no están organizadas, su plan es imposible de hacer, y esta “renovación” que prometía del Partido Colorado quedó en la nada.

A pesar de ello, la coalición no corre riesgos ya que creo en el republicanismo del Partido Colorado y sobretodo sus legisladores. El problema es si la interna colorada se podrá mantener a flote en una época en donde el capitán abandonó el barco.

Su salida, ¿fue por problemas personales? ¿Por conflictos en su partido político? ¿Se desencantó de la política? ¿Vio algo raro en la política?

La respuesta la sabe él. Pero lo que es público es que sobreestimó su capacidad y eso es el egocentrismo que tanto hablaba cuando la gente me preguntaba por qué lo consideraba egocéntrico.

Pensó que al país y al electorado habría que tratarlo como hacía con el Centro de Estudios de Realidad Económica y Social (CERES). Y que la tenía clara, se dio cuenta que no, dejando a la deriva a miles de personas que confiaban en él.

En una nota anterior escribí: “A pesar de todo, sigo pensado que Talvi es un lujo del cual no deberíamos privarnos. Si vamos a correr a todas las personas de nivel extraordinario solo porque son egocéntricos, vamos a seguir gobernado por mediocres pero ‘humildes’”.

 Sigo pensando lo mismo, pero Talvi no es político, y no está capacitado para serlo. Su personalidad lo prohíbe. Su aporte deberá ser desde lo académico.

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