Por Federica Cash
Si tenés hijos, seguro te encontrás en una época del año en la que estás “ajustando” tu vida; acomodando el cuerpo, la cabeza y los tiempos familiares. El comienzo de clases exige de un día para otro acordarnos de horarios, viandas, mochilas y una lista interminable de cosas que, con el correr de los días, se van organizando, a los tropiezos, pero encaminándose al fin…
Si tenés chiquitos de uno, dos o tres años que están empezando su vida escolar, ahí sí que los días se trastocan. Las adaptaciones al jardín pueden llegar a extenderse semanas -o más-, y cuando el niño/a parece haberse acomodado ¡vuelven las vacaciones y regresa el caos familiar! Eso sí, después de eso, según muchos, comienza el año de verdad (por tercera vez consecutiva, ¿será la vencida?).
Así que si te encontrás en estos trotes, tranquila, no estás sola, somos muchas las que estamos intentado llegar a todos lados mientras consolamos a nuestros hijos que no quieren separarse. Son momentos de gran exigencia que nos obligan a estar muy “despiertas”, preparadas, ágiles, pero en calma. Porque a pesar de tantas responsabilidades y tiempos acotados, no hay trabajo más importante que el de acompañar y respetar a nuestros hijos para que tengan un gran comienzo de clases.
Con respecto a este punto que sin dudas es el CLAVE, hace poco leí un texto de Florencia Basaldúa, formada en la Asociación Attachment Parenting International, que hablaba de la “etapa sensible” de los seres humanos, que transcurre desde que somos concebidos hasta los primeros tres años -hay quienes consideran que va hasta los cinco-. Cómo sea, es probable que muchos niños ingresen al jardín de infantes en este tiempo. Florencia dice que durante este período se completa la primera etapa del desarrollo psico-neurológico, por lo que las experiencias que vivimos en este tiempo no solo nos condicionan sino que nos “configuran”.
Lograr una sana adaptación al jardín es por este motivo, vital. Para ello es necesario que se ponga al niño en el centro de la cuestión, en donde se respeten sus tiempos, se responda con sensibilidad a sus demandas y se prioricen sus emociones. Todas estas consideraciones llevan tiempo, energía y mucha generosidad por parte de los adultos, pero nada puede ser más importante que acompañar con empatía el comienzo de nuestros hijos a la escolaridad… Estaremos imprimiendo un gran recuerdo en su memoria y lo estaremos “construyendo” de buenos materiales…
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