Disculpe, vecina. Disculpe esos viernes y sábados de frío intenso en los que 10 o 12 adolescentes se juntaron en el jardín de mi casa, sin música pero con risas y gritos. Disculpe porque se volverán a reunir en pequeños grupos y aunque seguiré supervisándolos y pidiendo que “bajen el tono” una y otra vez, igual se reirán a las carcajadas, como nos reímos todos cuando teníamos 16 o 18 años y creíamos que éramos invencibles y que todo es posible y que tu madre y tu padre son seres molestos que solo vinieron a este planeta para romperte los cataplines.
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