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El día de la larga noche

A 40 años del golpe de Estado, Uruguay recuerda hoy la caída institucional con heridas aún abiertas
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26 de junio de 2013 a las 19:35

El 27 de junio de 1973 amaneció frío en Uruguay. Los más madrugadores fueron los primeros en enterarse que oficialmente Uruguay dejaba de ser democrático. Esa mañana, temprano, a las 5 y 22, la población se enteraba por las radios tomadas por los militares, que hubo un golpe de Estado. El hasta entonces presidente constitucional Juan María Bordaberry firmó el decreto 464/973 que lo mantenía en el poder y disolvió las cámaras. Con poca credibilidad en la opinión pública, prometió que no permanecería en el poder un día más del tiempo para el que fue electo.

Así comenzaron 11 años y nueve meses de oscuridad. Para algunos, el pacto con los comandantes se había sellado antes, en febrero, en la base de la Fuerza Aérea de Boiso Lanza, cuando el mandatario aceptó las exigencias militares para sobrevivir. En ese febrero, los uniformados desconocieron al nuevo ministro de Defensa, Antonio Francese, que sólo la Armada respaldó. Los marinos se abroquelaron en la Ciudad Vieja y el Ejército respondió sacando los tanques. El país ya era gobernado, desde Jorge Pacheco Areco como Presidente, con medidas prontas de seguridad.

Cuarenta años después –que se cumplen hoy– algunos de los protagonistas de entonces están presos, otros murieron, algunos son gobernantes, otros volvieron del exilio, varias heridas no cerraron y se continúa buscando a desaparecidos.

El país estaba en llamas, los tupamaros derrotados militarmente y su dirección detenida –entre ellos el hoy presidente José Mujica– los trabajadores y estudiantes se manifestaban en las calles, el transporte estaba parado, la CNT (Convención Nacional de Trabajadores) inició una huelga de 15 días y se apagó la llama de la refinería de La Teja, que fue un símbolo de la resistencia. Los militares, llamados por Bordaberry, con la fuerza ilegal de los fusiles y los tanques, asumieron el control. La resistencia fue vencida, aunque tomó una forma más silenciosa.


Parlamento

El 26 de junio de 1973, un día antes del golpe, el Parlamento se aprontaba para su última sesión que nada tenía que ver con lo que estaba pasando. Por eso hubo dos plenarios. El primero sobre ANCAP y el segundo sobre la inestabilidad política que se vivía.
Ese día, el presidente Bordaberry estaba en la residencia de Suárez y Reyes afectado de gripe, según las crónicas periodísticas. Ese fin de semana se había reunido con los comandantes. Un día después, una epidemia de gripe fue lo que adujeron los militares para cerrar los liceos.

Las noticias que llegaban al Parlamento desde el Prado no eran buenas. Un diputado, Martín Buada, de Por la Patria (Partido Nacional), confirmó que ya estaban redactados los decretos que disolverían las cámaras. La sesión extraordinaria del Senado se fijó para la hora 22 y 30. Ese día, la Cámara Alta resolvió investigar la muerte por tortura ocurrida en un cuartel de Paysandú.

Al principio no hubo quórum hasta que llegó, enfermo, el senador del Movimiento Por la Patria, Carminillo Mederos. También había ausencias notorias como la de Zelmar Michelini, que había viajado a Buenos Aires y alertó al senador Enrique Erro para que no regresara porque sería arrestado.

En sala había varios diputados. Algunos legisladores estaban armados. La sesión no fue muy larga. Poco después de medianoche del miércoles 27, el senador Wilson Ferreira Aldunate, líder del Partido Nacional, pidió la palabra y se concentró en los rumores que había para terminar con la democracia. “Si ello llegara a cumplirse es correcto decir que a Bordaberry y a sus cómplices los juzgará la historia”, dijo.

El senador usaba un tono alto y estaba rodeado de los suyos. “Estamos dispuestos a negociar, a lograr acuerdos con todos los hombres y mujeres, con todos los partidos, con todas las organizaciones que honradamente quieran defender la causa de la República. Con mi emoción más intensa, permitirán que antes de retirarme de sala arroje al rostro de los autores de este atentado el nombre de su más radical e irreconciliable enemigo, que será, no tengan la más mínima duda ,el vengador de la República ¡Viva el Partido Nacional!, gritó Wilson, golpeando su puño contra el pupitre. Wilson era de los que esa noche estaba armado y fue el policía que lo escoltó a la puerta quien le ofreció esconderlo en su casa.

Luis Hierro Gambardella (colorado) recordó a Baltasar Brum, el expresidente que se había suicidado para no entregarse. Y Amílcar Vasconcellos (colorado) dijo que los tiranos “sentirán el látigo de la historia sobre sus nombres y el de sus hijos como una mancha indeleble por la inmensa traición que cometen contra Uruguay”.

El Senado había rechazado el desafuero de Enrique Erro, a quien los militares vinculaban con la guerrilla tupamara.

Francisco Rodríguez Camusso (Frente Amplio) habló de los problemas sociales del país, de los jóvenes que se iban y exhortó al pueblo a organizarse.

Su colega, Enrique Rodríguez (comunista) tras un largo discurso dijo que más allá de todo surgiría un pueblo libre. “Después de esta jornada aciaga, en la calle, en la dura lucha, en las confrontaciones, en la sangre que seguramente verterán los que llevaron al país a esta encrucijada, más allá de todo esto, surgirá un pueblo que como aquí se ha dicho no ha nacido para ser esclavo y en el centro de ese pueblo, que nadie lo dude, estarán las fuerzas que componen el núcleo político que nosotros representamos y dentro de él estará, lo digo con orgullo, con la bandera desplegada en su forma más alta y gallarda, la bandera, la clase trabajadora que nunca ha fallado a las causas populares y no fallará ahora”, dijo.

Paz Aguirre (colorado) cerró la sesión en su calidad de presidente. “No sé por cuánto tiempo las voces serán silenciadas. Sé que volverán más tarde o más temprano a hacerse oir”, afirmó. El reloj marcaba la hora 1.40 de la madrugada. Un aplauso cerró la sesión. Todos se fueron, algunos al exilio. Vasconcellos fue el último legislador en salir.

Los Senadores


La sesión del Senado empezó sin quórum. Asistieron Amilcar Vasconsellos (Partido Colorado lista 315), Eduardo Paz Aguirre, Luis Hierro Gambardella, Héctor Grauer y Nelson Constanzo todos colorados de Unidad y Reforma. Por el Frente Amplio estaban Américo Plá Rodríguez, suplente de Juan Pablo Terra, Francisco Rodríguez Camuso y Enrique Rodríguez. Los blancos: Walter Santoro, Wilson Ferreira Aldunate, Pedro Zabalza, Alembert Vaz y Dardo Ortiz, de Por La Patria, Carlos Julio Pereyra del Movimiento Nacional de Rocha y Francisco Jaso Anchorena, de Unidad Nacional Blanca que había jurado ese día en sustitución de Washington Beltrán. El quórum se completó cuando llegó Carmilillo Medero, que asistió a pesar de estar enfermo.

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