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El dilema de la ganadería holandesa

El dilema de la ganadería holandesa: la opinión de Eduardo Blasina
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13 de mayo de 2023 a las 05:04

Pocos países hay en el mundo con una mejor democracia que lo que conocemos como Holanda. Pocos donde sea mayor el respeto que se tiene en las urbes por la producción de alimentos en general y por la ganadería en particular. Al mismo tiempo pocos países hay que se tomen tan en serio el principal problema de la humanidad, frenar el calentamiento del planeta. Eso ha generado tensiones que tuvieron como corolario un paquete voluminoso para atender el tema.

 Lo que coloquialmente llamamos Holanda, se denomina oficialmente Países Bajos. Es el país que más exportaciones de productos agropecuarios tiene en el mundo por unidad de superficie -en términos absolutos solo detrás de EEUU-. El país de las célebres “Holando” es de los países donde el cambio climático puede causar consecuencias más devastadoras. Una buena proporción de un país está por debajo del nivel del mar.  Si de algo saben quienes han vivido allí durante siglos es de agua. La manejan con canales para navegación, para riego y para expandir su pequeña comarca ganándole hectáreas al mar, lo que incluye a la bella Ámsterdam.

Ya saben de ese riesgo. En 1953 el Mar Norte penetró el territorio y arrasó, murieron 1.800 neerlandeses y 700 belgas. La propia reina de aquel entonces, Juliana, se calzó las botas de goma y se sumó a la batalla por frenar las aguas que inundaron más de 100 mil hectáreas y causaron centenares de muertos.

Para Holanda el ascenso del mar no es chiste ni conspiración. Tampoco es un tema de largo plazo. Saben que ya el propio calentamiento del agua de los océanos -actualmente con temperatura récord- está causando ese gradual pero inexorable problema Para ellos es un asunto muy serio. Sus tierras no son solo bajas, también son planas, más planas de lo que un uruguayo puede imaginar. Todo horizontal. La suba de pocos centímetros en el nivel del mar lo puede inundar todo, es una amenaza para la propia supervivencia del país. Lo que han logrado muy trabajosamente al mar través de los polders en un esfuerzo durante siglos de construcción de terrazas, represas y canales que podrían colapsar.

Y si de algo saben es de agricultura. El trauma que generó la hambruna del final de la Segunda Guerra Mundial llevó a una de las intensificaciones más radicales y exitosas en cuanto a rendimiento, usando masivamente fertilización nitrogenada. Desde la ganadería a los invernaderos, durante aquellos años en los que la agronomía era fundamentalmente sacar la mayor cantidad de kilos por hectárea, fueron los campeones mundiales. Altas fertilizaciones, altas cargas ganaderas, alta prolijidad, nutrición sanidad, muy alta productividad.

Hasta la década de los años 80 no se tuvo claro el efecto de los gases que calientan la atmósfera. Y después que se supo, se demoró todavía unas décadas en tener claras las implicancias de las emisiones de estos gases. Pero ahora que ya se sabe, para ellos ha llegado el momento de actuar.

Por otra parte, aman a la naturaleza tanto como a la producción agropecuaria. Y entonces de pronto irrumpió la contradicción. El agro neerlandés es un fuerte emisor de gases de efecto invernadero, especialmente derivados del nitrógeno. Tiene problemas de calidad de agua en los bañados que albergan su vida silvestre. Pero tiene un nivel de intensificación que no puede sostenerse sin fertilizar.

La justicia, cuya independencia no se discute dictaminó necesariamente una baja drástica de las emisiones para acordar los Acuerdos de París que otros países firman pero no cumplen y eso hizo eclosionar la rebelión pacífica de los ganaderos.

Fieles a su criterio de prohibir lo menos posible, el gobierno ofreció un sobre precio de 20% en zonas ambientalmente sensibles a los productores que quieran vender sus campos en un esquema completamente voluntario.

La decisión junto a otras limitaciones a la producción tiene ahora a un sector agropecuario organizado como nunca a través de un partido que ganó en todas y cada una de las 12 provincias del país en las elecciones realizadas a fines del año pasado, que pasará a ser la mayor fuerza en el Senado y que ya se está expandiendo a otros países de Europa donde los productores se sienten avasallados por las regulaciones vinculadas al clima que impone la Unión Europea.

La rebelión de los productores debe convencer a una población culta, informada, cosmopolita, donde la mirada global y racional es frecuente. Debe acordar con una población que  entiende la gravedad del calentamiento planetario pero a la vez tiene una relación muy estrecha con el campo y de mucho respeto a los productores. La mayoría de la población conoce los datos y las causas y considera el calentamiento del planeta y de su país como un tema de alta importancia. Pero conoce también o es pariente de algún productor agropecuario y muchas veces ganadero que se siente avasallado por el poder central. En el país más libre del mundo, las discusiones son acaloradas y mucho más en este tema. ¿Subsidiaremos a los emisores de metano? Se preguntan en la ciudad. ¿Dejaremos de producir carne y leche para que se importe de Brasil donde se deforesta? Reclaman los productores.

El partido de los agricultores no niega el cambio climático ni deja de reclamar medidas al respecto pero por ejemplo reclama un radical aumento de la vegetación en las ciudades, si hemos de ser neutros climáticamente seámoslo todos.

También en aquella zona del mundo el verano pasado fue de sequía y de calor agobiante. Algo que ha llamado la atención de todos. De modo que también hay fuerzas políticas que reclaman que respecto al cambio climático se tomen las medidas necesarias por drásticas que sean para llegar a la neutralidad lo antes posible y cuestionan los abundantes subsidios que recibe el agro.

El presidente Mark Rutte lleva años en el gobierno mediando exitosamente entre posturas muy diversas y su gobierno anunció la  pasada semana un fondo de US$ 1.600 millones (1.470 millones de euros), para comprar opcionalmente a un sobreprecio generoso de 20% sobre el valor de mercado las fincas con un impacto climático y ambiental más fuerte. Pero eso en los productores hasta ahora no suele ser aceptado, quieren seguir en sus campos. Todo un desafío para preservar la calidad de aguas -donde hay problemas- y para alcanzar las metas de neutralidad climática.

Desde la agronomía se buscan soluciones tecnológicas que permitan superar la situación, ya se habla de establecimientos agrovoltaicos que produzcan generando energías limpias y estudiando como al mismo tiempo aumentar la biodiversidad de los predios. Ovejas pastando bajo paneles solares o vacunos pastoreando bajo molinos de viento. Los invernaderos ya son ejemplos de productividad alta con impacto ambiental mínimo.

En un país, tan devocional a la agricultura como un trigal o un girasol de Van Gogh, pero tan vulnerable al mundo inestable que está llegando, lo intenso del debate ha llamado la atención, hasta causar asombro en toda la ciudadanía. Y no es para menos, dada la importancia y complejidad del asunto a resolver. Seguramente sea la ciencia y creatividad que los caracteriza la que encuentre la solución virtuosa que valdrá la pena observar con atención. Llegar a una ganadería climáticamente neutral sin renunciar a producir y con productores que logren un buen nivel de vida. El camino que los neerlandeses buscan junto a irlandeses, neozelandeses, daneses, canadienses y al que Uruguay debería sumarse, tal vez más explícitamente.

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