Leonardo Pereyra

Leonardo Pereyra

Historias mínimas

El domingo hecho pelota

El desasosiego que avanza con la tarde del domingo no necesita explicación científica. Son legión quienes sienten algo parecido a la angustia. Y, para peor, está el fútbol...
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05 de junio de 2012 a las 00:00

Guardo el recuerdo feliz de una tarde de domingo en las calles de Buenos Aires jugando a esquivar los relatos futboleros que, de tanto en tanto, se escapaban de alguna radio. Lo recuerdo porque es rara la felicidad dominguera ya sea en la Reina del Plata como en la tacita oriental.

El desasosiego que avanza con la tarde no necesita explicación científica y son legión quienes sienten algo parecido a la angustia cuando se juntan el final de la fiesta del fin de semana –si es que hubo fiesta- y la víspera del lunes que nos espera puntual.

La tristeza del domingo por la tarde deviene mayormente de una esperanza que empieza a nacer el viernes y que finalmente no es colmada. Aquel que debía llamar no llamó, aquella que debía llegar no llegó y lo que ya no sucedió no sucederá. El domingo es usted yéndose de una fiesta a las cuatro de la mañana mientras la mujer que miró toda la noche se va con otro; es un cumpleaños en el que no pudo juntar ni un caramelo de la piñata.Y no intente salir a tomar aire, ni busque entretenerse en un shoping o en un cine: el domingo es una plasticina pegajosa que no deja agujero sin cubrir.

Pero, volviendo al principio, ese juego precioso que es el fútbol solo sirve para aumentar la ansiedad dominguera. Esto seguramente no le sucede a aquellos que se abisman con la transmisión de cualquier partido –ya sea de primera o de morondanga- pero hay quienes sufren bastante con la conjunción del domingo, del relato histérico y de los comentarios barullientos. El grito de la tribuna –como si hiciera falta- reafirma la condición del domingo. Y esto corre para aquellos que no se lo imaginan sin partidos como para los que padecen la coincidencia como si fuera un penal en la hora.

Que el domingo sea fatal –que siempre ocurra- es inevitable. Pero los hombres podrían haber repartido la contingencia del fútbol en cualquier otro día en lugar de elegir el peor de todos.

El arte, que casi todo lo remienda, es una de las pocas cosas capaces de espantar a los marcadores de punta y a sus relatores replicantes que se afanan por empeorar el primer día de la semana.
Prueba de ello es el video que acompaña esta narración en donde Rubén Juárez –un Gardel sin avión- canta “Se juega” y define de taquito hilvanando el futbol, el domingo, la música y el amor en las calles de Buenos Aires.

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