Gabriel Gurméndez como orador en acto por el No en Paysandú en 1980

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El heredero de seis generaciones coloradas que Lacalle eligió para presidir Antel

Gabriel Gurméndez, a quienes muchos conocen por su perfil empresarial, zigzagueó entre la actividad pública y privada en los últimos 30 años y ahora dice que su compromiso actual está en la política
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17 de julio de 2022 a las 05:00

Colgados desde la pared, en sonrientes fotos junto a él, lo miraban todos: Bill Clinton, Fernando Henrique Cardoso, Jimmy Carter, Vicente Fox, Carlos Saúl Menem, el príncipe Charles, Felipe Calderón, los reyes Juan Carlos y Felipe y Jorge Batlle ubicado en el centro de todos ellos. El teléfono de Gabriel Gurméndez sonó y él leyó el nombre del presidente de la República. Ya sabía por qué lo llamaba, cuál sería la oferta y qué le respondería en ese mismo instante. 

“¿Te querés comprar un problema?”, le preguntó Luis Lacalle Pou y Gurméndez le contestó exactamente lo mismo que le había dicho a Jorge Batlle 18 años antes, cuando dos artículos de otra ley que suponían una asociación y transformación de las telecomunicaciones había concitado una juntada de firmas que generó una marcha atrás de otro gobierno de coalición e hizo saltar al presidente de Antel (Fernando Bracco) en el amanecer de otra crisis.

Las circunstancias en las que Gurméndez volvió a asumir la presidencia de Antel tras la salida de Guillermo Iglesias, bajo la amenaza de un referéndum por la Ley de Urgente de Consideración y con la pandemia tocando la puerta del Uruguay le recuerdan al contexto en que agarró casi dos décadas atrás.

En aquel momento sabía que podía ser convocado porque formaba parte de “la reserva” de Batlle, pero esta vez no lo vio venir. En la intimidad  de su casa había tenido tiempo para discutir el paso, más como una expresión de deseo que con la expectativa de que la propuesta realmente llegara. 

Por eso cuando llegó el llamado, en junio de 2020, no dudó en dar una respuesta afirmativa porque, según dice, tiene arraigado el sentido del deber. “Recibí el ofrecimiento con gran gratitud y distinción”, dice a El Observador en el escritorio de su casa de Punta del Este –el mismo desde el que llamó a Norma, la primera clienta en pasarse a Antel desde que entró en vigencia la portabilidad numérica–, en la que vive desde 1994. “Es ser leal a lo que a uno le gusta hacer”, subraya.

Como en 2002, Gurméndez volvió a renunciar a la actividad privada –en ese momento gerenciaba el consorcio que tenía la concesión del Aeropuerto de Laguna del Sauce y ahora Codere– para dedicarse al servicio público, aunque eso significara renunciar a una a una buena cantidad de dinero. 

“Las decisiones no se toman con la billetera, sino en función de lo que uno siente, de lo que querés hacer y lo que creés que debés hacer. En otros momentos hubo que pensar en la familia y en este momento yo podía hacerlo. Mi mujer que es quien más me conoce y sabe que, de alguna manera, cuando no estaba lo sufría”, dice.

Aunque algunos lo conocen solo como un ingeniero con un perfil ejecutivo y empresarial, Gurméndez también es un hombre que respiró política desde sus primeros años. “Toda mi vida estuve en la actividad política. Siempre tuve compromiso, filiación y sensibilidad. Evidentemente hice una carrera profesional en la que tuve que optar por la exclusión de la actividad partidaria. Pero cuando hubo que hacer un sacrificio, lo que me motivó con más pasión fue la opción por lo público”, dice con libros de historia nacional, rusa, española y británica a sus espaldas. 

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Gabriel Gurméndez Armand-Ugón (1961) heredó un legado de seis generaciones coloradas integrada por riveristas, terristas, independientes y también batllistas, filiación que él mismo abrazó desde los diez años cuando transformó a su cuarto en un club de la 15 y salió a repartir listas para la elección del 71. 

Su pariente Francisco Joaquín Muñoz fue miembro del Gobierno Provisorio de la Provincia Oriental instalado en Florida en 1825, su tatarabuelo José María Muñoz perdió la Presidencia de la República por un voto comprado en un controvertido episodio del siglo XIX, su bisabuelo fue presidente del club del Partido Colorado Independiente y su tío bisabuelo, Carlos Gurméndez, combatió en la Guerra del Paraguay, fue uno de los deportados a Cuba la barca Puig luego de oponerse al golpe de estado de 1875 y murió como mártir de la Revolución Tricolor en manos del ejército de Latorre que lo decapitó y dejó tirado en Puntas de Guayabo. Entre sus parientes también hubo jefes de guardias de batallón nacionales en 1903 y 1904.

Su abuelo, Carlos Gurméndez, fue un diplomático uruguayo que durante su misión en  Holanda refugió alrededor de 30 judíos en su casa luego de la invasión alemana de 1940. Los amparó y salvó utilizando todas las tradiciones jurídicas del Uruguay y haciendo “una cantidad de trampillas” como nombrarlos funcionarios de la embajada y darles pasaportes diplomáticos truchos, con los que abandonaron el país en un tren blindado. Los hijos de esos sobrevivientes han estado en contacto con Gurméndez durante 20 años. 

Su padre, Máximo, fue un abogado, ministro de la Corte Electoral, que alcanzó su cuarto de hora político al integrar la llamada “comisión de los seis”, que negoció con los militares en la dictadura. Luego fue embajador de Uruguay en México durante la primera presidencia de Julio María Sanguinetti.

Su madre, Margarita Armand-Ugón, era una profesora de Matemáticas que daba clase en UTU y tenía una relación familiar con los Batlle, quienes vivían en la esquina de su casa, por Bulevar España a pasos de la rambla. Su abuelo materno había sido muy cercano a Luis Batlle e incluso lo había suplantado en el Consejo Nacional de Gobierno. 

En ese ambiente político creció Gurméndez pero su zambullida en la militancia ocurrió a los 19 años, en el contexto del plebiscito de 1980 y bajo el ala de una figura inspiradora para él. “Jorge Batlle me deslumbró a esa edad. En la madurez y con él proscripto te cautivaba intelectualmente”, dice.

Pero no solo fue el vendaval de libros que le daba para leer o su insistencia en la figura de Prudencia Vázquez y Vega para conocer el pensamiento original de José Batlle y Ordóñez. También lo obligó a la acción y su arma de combate fue un viejo mimeógrafo del Diario Acción que Batlle ocultaba en su casa y con el que se hicieron los primeros panfletos por el No y un diario llamado Politeia, cuya primera página partida a la mitad exhibía dos editoriales: uno de él y otro de Washington “el turco” Abdala. Las matrices se hacían de contrabando en El Día y se imprimían en el sótano de un secretario de Batlle en Ciudad Vieja. “Mi paralelo en esa vida ha sido el turco Abdala. Nos conocimos en la militancia por el No. Él era el joven de Julio”, recuerda Gurméndez. 

Jorge Batlle junto a Gurméndez y Abdala en Anchorena, durante la cumbre de Sanguinetti y Alfonsín (1985)

Abdala lo caracteriza a su amigo como un hombre “honesto, serio, metódico, sistemático” y con una “profunda vocación política”. En los últimos 40 años coincidieron trabajando para varios gobiernos y el destino llevó a que, siendo colorados, ambos fueran una elección personal del presidente de la República para ocupar importantes cargos en la actualidad. “Él adoraba a Jorge. Yo terminé en la otra vertiente. Pero pasaron las décadas y mantuvimos la amistad intacta”, dice Abdala.

Las publicaciones que se hicieron con el mimeógrafo le valieron a Gurméndez una estadía de tres días en la sede de Inteligencia, luego de que  unos oficiales de la Fuerza Aérea lo agarraran repartiendo material político por la rambla, el 30 de noviembre de 1981. La reclusión culminó cuando Sanguinetti intercedió ante la  Comisión de Asuntos Políticos de las Fuerzas Armadas (Comaspo). Pero para ese entonces ya no se había presentado al examen de Análisis II en la Facultad de Ingeniería. En tanto, Batlle –con el pijama rojo que bautizó a una generación de seguidores intelectuales y militantes políticos– recibió una visita militar esa noche. Iban tras el mimeógrafo, pero el aparato ya andaba por la casa de un vecino. 

En la Facultad de Ingeniería formó parte de la generación febril que militó con convicción y efervescencia a partir de la caída de la intervención, pero pocas cosas lo motivaron más que la militancia por el No: el acto en el Cine Cordón que organizó junto a la coordinadora de la juventud colorada y su discurso de apertura durante el primer acto colorado en el interior los recuerda especialmente. “No vamos a avalar con nuestro voto un régimen constitucional en que en alguna forma estén institucionalizadas la arbitrariedad y el gobierno militar”, dijo ese 8 de noviembre de 1980 en Paysandú, en un discurso de dos página y media que aún conserva. 

Discurso de Gabriel Gurméndez en acto por el No en Paysandú

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Hay integrantes del gobierno que se sorprendieron de la capacidad oratoria del presidente de Antel. Algunos se desayunaron de sus dotes de habla el día que asumió en la Torre de las Telecomunicaciones y otros lo fueron descubriendo a medida que lo vieron recorrer el interior o a raíz de sus participaciones en medios de comunicación.

Gurméndez se ríe del comentario y mira de inmediato a su biblioteca en busca de un libro. En silencio da con él y lo abre: “The W. E. Castleton Memorial Prize for Public Speaking”, lee en la primera página en la que también aparece el logo del British School, su nombre, un año (1978) y una clase: 4C. “No es tan nuevo”, dice entre risas, en alusión a su capacidad oral. 

De hecho, el 15 de diciembre de 1988 había sido el joven que le tocó hablar en el acto multitudinario que Batlle hizo para lanzar su candidatura en la interna contra Tarigo luego de la ruptura del Batllismo Unido. 

Sin embargo, también reconoce que la Presidencia de Antel le ha dado visibilidad, sobre todo a partir de las polémicas públicas que ha mantenido con Carolina Cosse, quien dio el salto de su carrera política desde ese mismo sitio, y que se perfila como uno de los números cantado para la candidatura presidencial del Frente Amplio en 2024.

“Tengo carácter y firmeza en las posturas personales y las cosas en las que creo. Y eso lo voy a defender. Pero nunca fui a buscar una confrontación, siempre que actué fue porque primero se refirieron a mí”, dice Gurméndez sobre sus intercambios con Cosse. “Si me torean no me voy a dejar, pero nunca tomé una iniciativa en un debate que en algunas cosas casi fue personal”, vuelve a aclarar.

Gurméndez es cauto a la hora de hablar. Piensa con detenimiento en lo que dice y escoge las palabras con cuidado, en un ejercicio de autocontrol constante. Y ese resguardo es el que mantiene cuando se lo consulta sobre su futuro político, sobre todo porque la Constitución de la República lo inhibe de opinar de temas políticos.

“Siempre que he podido he dado una mano y he estado. Evidentemente que dí un paso a favor de la actividad pública. Pero hay que ver el cómo y si uno es útil. Francamente hoy siento que me han dado una misión y un mandato muy claro que es lo que me motiva. Lo estoy haciendo con ganas y con lealtad. Después se verá”, se limita a decir.

A Beatriz Batlle, la hija de Jorge que lo conoce desde la niñez, le encantaría verlo en la primera fila de la defensa de los ideales batllistas. “Es brillante intelectualmente”, dice y también destaca su humor, sus dotes para hacer imitaciones, así como una conducta intachable para hacer lo “éticamente correcto”. Además certifica el cariño mutuo que había con su padre. “Se divertían mucho. Se entendían”, acota. 

Su actividad pública había comenzado justamente de la mano de Batlle, primero como asesor en AFE y en el BCU durante la apertura democrática, y luego como director de Antel que fue su primera vez que sintió en los hombros el peso de la responsabilidad.

El 21 de junio de 1990, Batlle lo mandó llamar a él y a Marcelo Graniero que lo visitaron en el apartamento que tenía en la calle Duvimioso Terra. En la pantalla de su televisor corrían ingleses y egipcios por un lugar en octavos de final. Batlle interrumpió y les preguntó: “¿Dónde creen que estarán las reformas importantes en este gobierno?”. La respuesta de Gurméndez provocó que, a los días, se enterara que iría al directorio de Antel a defender la ley de empresas públicas. Tenía 28 años, estaba recién casado y recibido.

Tras su primer pasaje por Antel comienza su alternancia entre lo público y lo privado: Sudantex primero y Laguna del Sauce después, en donde tuvo el desafío de hacer de cero y gestionar el primer aeropuerto privado de América Latina. Allí reconoció su perfil directivo y ejecutivo. El hombre que le gusta hacer así como plantearse metas, cronogramas y evaluaciones. 

El segundo pasaje por Antel –ya como presidente– y un corto periodo como ministro de Transporte y Obras Públicas, sobre el final de la administración Batlle concluyeron con una nueva vuelta a la actividad privada.

En Cancún lo esperaba uno de los desafíos más grandes de su carrera: el aeropuerto con mayor movimiento internacional de América Latina, que crecía a razón de un millón y medio de pasajeros por año. Si los US$ 70 millones de inversión al año lo mantenían estresado, la llegada del huracán con mayor poder destructivo de la historia del Caribe lo enfrentó al momento más difícil de su carrera profesional. 

Wilma hizo tierra sobre Cancún con una grado cinco de la escala Saffir-Simpson y detuvo su trayectoria arriba de la ciudad para azotar al balneario turístico durante casi 60 horas, en las que desapareció todo aspecto de normalidad.

Los vientos de 250 kilómetros por hora golpearon lo que se interponía en su camino y la ciudad se quedó sin comunicaciones, sin energía eléctrica, sin transporte, con poca comida y sin aeropuerto. “Fue uno de los momentos más tensos de mi vida”, recuerda el actual presidente de Antel y agrega que la normalización llevó prácticamente un año.

***

Aunque mayoritariamente ha disfrutado su vuelta la Presidencia de Antel, reconoce que hay momentos en los que le vuelve la pregunta inicial del presidente a la cabeza y hay noches que no logra dormir por “las presiones, la intensidad y la toma de decisiones”. 

A diferencia de sus pasajes anteriores, en este tiempo sufre otra cosa: las redes sociales, que lo mantienen más atento de lo que desearía. “Lo peor del mundo moderno son las redes. Generan ruidos. Pero es parte de la nueva realidad”, dice. 

En ese nuevo escenario también está inmersa Antel, a la que ve “fortalecida”, mejorando cualitativamente el servicio de Internet en todo el país y con “los mejores resultados económicos de su historia”, pero con varios desafíos que atender. Cree que parte de la clave del éxito es hacer un “manejo financiero profesional” de la empresa y, como ejemplo, pone la cantidad y el foco del gasto en publicidad. 

“En el quinquenio 2010-2015 se gastaron US$ 91 millones de publicidad y el presupuesto actual es del orden de US$ 7 millones anuales. Estamos intentando que la publicidad básicamente se dedique a la oferta de bienes y servicios desde el punto de vista comercial y no tanto a la presencial institucional de marca”. Entiende que la relación de afecto entre la ciudadanía y Antel ya está lograda.

La filosofía de Gurméndez es que la libre competencia fortaleció y fortalecerá a la empresa estatal y rechaza la política del “amurallamiento”, que la califica como aislacionista y perjudicial.

“No es el más fuerte ni el más grande el que sobrevive, sino el que se adapta y tiene mayor plasticidad”, dice sobre los desafíos de esa industria, que requiere tiempos de respuesta ágiles que chocan con el marco “rígido” de actuación de Antel.

Ha defendido públicamente como pocos la decisión del gobierno de que algunos cableoperadores ofrezcan servicios de Internet, pero también cree que puede competir con ellos en otros ámbitos. 

“Ahora que se abre más la competencia vamos a estar enfrentándonos con gente que tiene contenidos. Nosotros tenemos comunicación y menos contenidos. Seguramente tendremos que fortalecer otros aspectos del contenido para ser más competitivos”.

No ve a Antel como una productora pero sí considera la distribución o integración de contenidos como “un factor diferenciador”, que puede “ayudar a generar tráfico y fidelidad”, tal como argumentó Cosse en algún momento. “Siempre dije que en la medida que sea un recurso para competir no voy a renunciar a nada ni me voy a amputar ninguna chance”, subraya Gurméndez. 

La apuesta es a la compra de espectáculos deportivos, como el Mundial de Qatar que ya fue adquirido por la administración anterior, entre otras opciones de impacto que Antel está considerando. Además hay una idea de apostar al “furor” del egaming (juegos electrónicos). 

Gurméndez solo lanza el título y no da más detalles porque “las estrategias no se proclaman, se ejecutan”, dice mientras hojea El camino de la servidumbre de Friedrich Hayek que perteneció a Batlle y considera uno de los tesoros de su biblioteca. El libro está cerca de un pequeño busto de Winston Churchill y rodeado de fotos de sus tres hijos. Él se levanta de la silla, ante la atenta mirada de todos esos expresidentes y monarcas que lo acompañan en la pared de enfrente, y señala un cuadro solitario: “Lancero del Partido Colorado”.

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