Maximilian Riedel
Martín Viggiano

Martín Viggiano

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El hijo de las copas

Maximilian Riedel estuvo en Uruguay, en el marco de una gira latinoamericana. En el Conrad Casino & Resort presentó sus copas y sus decanters
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09 de abril de 2013 a las 00:00

Max es un joven ejecutivo que pertenece a la 11ª generación familiar. En 1756, los Riedel comenzaron a fabricar cristalería en Bohemia, famosa región que ya en siglo XVII abastecía a toda la nobleza europea con sus cristales.

Delgado, elegante en su traje oscuro y corbata clara, nos habló en un inglés bien nítido. Le tocó a Soledad Basini hacer la traducción para una audiencia de casi 60 personas. Pronto su padre Georg, le dejará la conducción de la empresa familiar. Por su lado Max, en los últimos años condujo con mucho éxito las operaciones de Riedel Crystal en Norteamérica. Su dedicación y reconocido talento empresarial le permitieron obtener un significativo crecimiento de las operaciones en esa zona del mundo. Su visión, al aproximarse el momento de asumir al cargo máximo de la firma, es expandir la subsidiaria en China y abrir nuevos mercados en América Latina en los próximos tres años.

El tasting o la cata.

Cada participante tenía adelante cinco copas de distintos tamaños y formato. Con un Chardonnay Roble y dos tintos: Pinot Noir y Syrah, Max actuó como si fuera un mago, llevando a su auditorio de una copa a la otra, con el mismo vino y verificando las diferencias de aroma y sabor que se producía entre una y otra. Pudo demostrar sin duda alguna como cambiaba cada vino al cambiar de copa. Al final pasó a los decanters. Grandotes, inusuales: el Eve y el Mamba, ambos tienen un cuello muy largo como si fuera una culebra.

Al verter el vino dentro del recipiente, este diseño le obliga a recorrer una distancia de medio metro ventilándose al caer. Por supuesto que en el caso de los vinos de crianza, con mucho tiempo de guarda, pueden liberar sus olores de encierro para ofrecer luego los más delicados y sutiles formados en su larga estadía dentro de la botella. Soplados a boca por los artesanos austríacos, son piezas de arte cristalino.

En resumen fue una experiencia que insumió dos horas y que todos los presentes valoramos porque nos permitió aprender mucho más, sobre el buen servicio del vino.

*Publicado en la Sociedad de Catadores (www.catadores.net)

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