Una multitud reunida ante la bolsa de Wall Street el 24 de octubre de 1929
Miguel Arregui

Miguel Arregui

Milongas y Obsesiones > Milongas y Obsesiones

El “jueves negro”: cuando los cimientos del capitalismo comenzaron a temblar

A 90 años del Crack de Wall Street y la Gran Depresión
Tiempo de lectura: -'
16 de octubre de 2019 a las 05:00

El 24 de octubre de 1929, el “jueves negro”, los valores cotizados en la bolsa de Wall Street cayeron en promedio 30%. Ahorristas grandes y pequeños enloquecieron de miedo, pusieron en venta sus acciones y estimularon aún más la espiral que en las semanas siguientes los llevó hasta un Infierno. 

Fue el fin de los “locos años 20” en el Occidente industrial y el inicio de la “Gran Depresión” internacional, una oscura era de crisis económica y radicalismo político, que ayudaría a la peor guerra de la historia.

Habría otras grandes depresiones bursátiles, pero serían mucho más breves y menos destructivas: parte de un proceso natural de corrección, y ya no un incendio que se alimentaría a sí mismo. 

Vínculos entre las bolsas y la economía real

La bolsa de Wall Street, ubicada en el extremo sur de la isla de Manhattan, Nueva York, era —y aún es— el centro nervioso de la economía estadounidense y mundial.

Estados Unidos, entonces poblado por 120 millones de personas (hoy: 330 millones), era la primera potencia industrial del mundo ya desde la década de 1880, y la locomotora del sistema capitalista, muy por encima de Gran Bretaña, Alemania, Francia o la Rusia soviética.

La economía estadounidense se había visto muy beneficiada por la Gran Guerra que arruinó a Europa entre 1914 y 1918, y representaba alrededor del 45% del producto bruto mundial.

Pero la bolsa de Wall Street, cuyos papeles reflejaban las expectativas sobre el futuro de las empresas y de la economía, se había despegado largamente de la realidad económica. Casi cualquier cosa que se comprara en bolsa aumentaba raudamente de valor.

Algunos analistas advertían desde tiempo antes que aquel ciclo de expansión no sería eterno, y que incluso la producción agrícola e industrial, en particular la del automóvil, era excesiva para las posibilidades de los consumidores. Los precios no guardaban ninguna proporción con los verdaderos valores.

El país también estaba abusando del crédito estatal barato, impulsado por el gobierno del presidente Herbert Hoover y sus antecesores.

“La gente está desesperada”

Un crack bursátil es una gran baja súbita de las acciones que afecta a una plaza financiera o a varias. Ha habido varios en la historia, pero el de 1929 fue el primero de los grandes, y el de efectos más dañosos. 

El gran motor de los crack bursátiles es el miedo, que agrava causas reales como la superproducción o los excesos especulativos. Todos los inversores, grandes o pequeños, quieren vender al mismo tiempo y provocan el derrumbe, que se alimenta a sí mismo, como un remolino.

Desde artistas a amas de casa estadounidenses jugaban en bolsa en la década de 1920, pasando por el comerciante de la esquina, como quien juega cada día a la quiniela. Tenía su lado bueno, porque inyectaban capital a las empresas; pero habían perdido su ancla en la realidad. Nadie vendía lo que seguramente iba a subir; todos compraban y compraban, alimentando la espiral hacia el Cielo.

El actor y humorista neoyorkino Groucho Marx, quien perdió sus ahorros en la bolsa, rememoró: “Creo que el único motivo por el que seguí viviendo fue el convencimiento consolador de que todos mis amigos estaban en la misma situación. Incluso la desdicha financiera, al igual que la de cualquier otra especie, prefiere la compañía”.

Pero algunos inversores, grandes y pequeños, que no entraron en pánico y supieron esperar, incluso salieron ganando.

El legendario editor Maxwell Perkins, de la editorial neoyorkina Scribner’s, quien apadrinó a grandes talentos como Thomas Wolfe, Scott Fitzgerald y Ernest Hemingway, ganó dinero poniendo sus ahorros en Wall Street durante la Gran Depresión, comprando papeles a precio vil, cuando todos huían. A Hemingway le escribió: “La gente está tan desesperada que piensa, o al menos dice, que el sistema capitalista se está viniendo abajo. El viejo Stalin piensa que le ha llegado el turno”. 

Epitafio para el capitalismo

Aunque el capitalismo y el comercio global estaban muchísimo menos generalizados que hoy, el pánico iniciado en Estados Unidos derivó en quiebras en cadena y masas de desempleados en todos los países industrializados de Occidente. 

El mundo se volvió un lugar mucho más dogmático y hostil, aunque también muy esperanzador para quienes proponían soluciones revolucionarias. Comunistas y fascistas, que estaban en ascenso, creyeron ver el principio del fin del capitalismo, en tanto los viejos imperios europeos comenzaron a resquebrajarse.

El efecto más destructivo fue la abrupta contracción del comercio internacional, que arruinó buena parte de la delicada trama integradora que había creado el capitalismo en poco más de un siglo de vida.

Después del fin de las guerras napoleónicas, en 1815, las naciones del Atlántico norte liberaron las fuerzas productivas más fabulosas de la historia. “En lugar del antiguo aislamiento de las naciones y regiones que se bastaban a sí mismas, se establece un intercambio universal, una interdependencia universal de las naciones”, tanto en la producción material como intelectual, según resumió Karl Marx en 1848, en su “Manifiesto del Partido Comunista”.

Pero, a partir del crac de Wall Street de 1929, la intensa contracción del producto y el comercio de las principales potencias económicas, y su impacto sobre los países menos desarrollados, provocaron la reaparición de prácticas proteccionistas más propias del mercantilismo del siglo XVIII que de la modernidad.

La economía alemana, ya afectada por las reparaciones de guerra que le impuso el Tratado de Versalles de 1919, tras su derrota en la Gran Guerra, quedó paralizada. Fue el caldo de cultivo ideal para nazis y comunistas, que se mataron en las calles hasta el ascenso de Adolf Hitler al poder en 1933. Algo similar, aunque con efectos políticos menos radicales, ocurrió en Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia y muchas otras naciones.

La caída de la demanda y las prácticas proteccionistas también redujeron drásticamente los precios de las materias primas, desde el café de Brasil a la carne y la lana uruguayas, pasando por el cobre de Chile.

El historiador británico Hugh Thomas lo describió así: “Apenas merecía ya la pena recoger el café, picar las minas de cobre o cortar la caña de azúcar […]. Y cuanto más ‘avanzado’ era el país, más dura era la crisis […]. Todos los países se replegaron sobre sí mismos. Muchos creyeron que la libre empresa, y con ella la democracia, estaban condenadas […]. De ahí la atracción que ejercían ‘las soluciones’ extremas: fascismo y comunismo […]. La crisis representó una buena oportunidad para ‘hombres violentos con mentes violentas’ […]. El atractivo del fascismo no se limitó a Europa (…). El Estado Novo del doctor Getulio Vargas (en Brasil) se inspiró en el corporativismo europeo, a pesar de su alianza con las democracias durante la guerra; un caso similar, aunque aún más claro, fue el de Juan Domingo Perón en Argentina”.

Próxima nota: La Gran Depresión tuvo efectos devastadores en Uruguay, y abrió una larguísima era de controles burocráticos y proteccionismo.

Comentarios

Registrate gratis y seguí navegando.

¿Ya estás registrado? iniciá sesión aquí.

Pasá de informarte a formar tu opinión.

Suscribite desde US$ 345 / mes

Elegí tu plan

Estás por alcanzar el límite de notas.

Suscribite ahora a

Te quedan 3 notas gratuitas.

Accedé ilimitado desde US$ 345 / mes

Esta es tu última nota gratuita.

Se parte de desde US$ 345 / mes

Alcanzaste el límite de notas gratuitas.

Elegí tu plan y accedé sin límites.

Ver planes

Contenido exclusivo de

Sé parte, pasá de informarte a formar tu opinión.

Si ya sos suscriptor Member, iniciá sesión acá

Cargando...