Opinión > EDITORIAL

El lado correcto

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10 de marzo de 2020 a las 05:04

La presencia del presidente de la República y del ministro del Interior en el velorio de la policía Daniela da Silva marca un cambio radical en lo que era hasta hace una semana la relación entre el poder político y los uniformados de azul.

El lunes de mañana fue el velorio de la agente policial de 31 años asesinada por dos delincuentes en el barrio Ellauri de un tiro en el cuello para intentar rapiñarle el arma de servicio. Da Silva llegaba a su hogar luego de trabajar en una sede diplomática cuando recibió el disparo mortal. Su compañero, también policía, intentó repeler el ataque sin éxito. La uniformada fue trasladada a un hospital donde durante varias horas luchó por su vida hasta que falleció.

La presencia de Luis Lacalle Pou y de Jorge Larrañaga en su velorio es un signo inequívoco del cambio necesario que estaba reclamando la policía nacional, en los hechos y en los símbolos. Los que nos cuidan necesitan recibir todo el apoyo del poder político tras varios años de desamparo y a la intemperie. Eso es lo que está sucediendo, sin titubeos ni dobles discursos.

Durante la campaña electoral el presidente dijo hasta el cansancio que iba a estar del lado de la policía, que los iba a respaldar y apoyar para que cumplan la noble tarea de cuidar a los ciudadanos.

Años de discursos vacíos, relativización de malestar de la sociedad en relación a la inseguridad, sensaciones térmicas mal interpretadas por el Frente Amplio (FA), videos circulando en redes sociales donde la policía retrocedía ante insultos y ataques de individuos acostumbrados a vivir por fuera de la ley, llevaron a un clamor popular por un cambio en la materia.

Esa necesidad de cambio en las políticas públicas del Ministerio del Interior fue bien interpretada por el presidente que viene actuando en consecuencia. La recepción de los 19 jefes de policías en la propia Presidencia fue criticada por quienes prefieren seguir mirando para el costado ante el principal problema que afecta y preocupa a los uruguayos.

Por eso no es de extrañar y es de reconocer la presencia sobria, sin hacer declaraciones, del presidente y el ministro del Interior en el velorio de Da Silva. Una mujer que deja un compañero solo, una hija sin madre y un cuerpo policial sin una funcionaria que cumplía profesionalmente su tarea.

Un hecho triste por donde se lo mire, injusto por donde se lo interprete, condenable en todos sus aspectos.

No pueden existir dudas en que hay que apoyar la acción de nuestra policía para impedir y reprimir el delito. Resulta insólito que en la agenda pública se haya instalado la indignación porque ahora la policía podrá pedir la cédula en la calle y pase a segundo plano la muerte de la funcionaria.

Por Da Silva y todos los policías que han caído en cumplimiento de su deber, por el futuro del Uruguay y de las próximas generaciones hay que interpretar muy positivamente la presencia de Lacalle Pou y Larrañaga acompañando a los deudos. Es una muestra de empatía no solo hacia la familia de la agente fallecida y hacia la familia policial. Es una muestra de empatía hacia la sociedad toda, de que “hacerse cargo” no son palabras sino hechos.

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